miércoles, 1 de diciembre de 2010

Tren hospital infantil se detiene en las “estaciones pobreza” de Argentina


La pobreza aprieta más que el calor agobiante en Lavalle, un pueblo de 2.200 habitantes en la árida provincia argentina de Santiago del Estero (norte), que recibe a un tren hospital infantil como si fuera una fiesta, tal vez el único momento del año que verán a un dentista o a un pediatra.

“Da gusto venir acá porque nos atienden muy bien. En el pueblo no tenemos especialistas, sólo un médico generalista. Si los niños necesitan una atención particular debemos viajar 50 km hasta Frías y cuando es grave hasta pagamos la nafta de la ambulancia” del pueblo, dijo a la AFP Graciela Rodríguez, de 39 años, quien llevó al tren sanitario a sus tres hijos.

Las madres y sus niños se agolpan frente al tren de la Fundación Alma aguantando un agobiante calor y el polvo impiadoso a la espera de pasar por los equipados consultorios de odontología, pediatría y rayos adaptados en los tres vagones de la formación, que tardó cinco días en recorrer los 1.000 km entre Buenos Aires y Lavalle, previo paso por la cercana Tapso.

“No sabíamos que el tren venía en estos días: nos enteramos por la radio del pueblo. Traje a mi nieto de tres años sólo para control, pero me dijeron que estaba bien”, dijo Nancy Lobo, abuela de 40 años, quien exhibe los remedios que le entregaron gratis para combatir una incipiente bronquitis del niño.

Dos pediatras, un generalista, tres odontólogos, un técnico de laboratorio, otro de rayos y una enfermera integran el equipo de voluntarios que resignan sus vacaciones para subirse al tren que lleva la atención pediátrica a alejadas zonas del norte argentino, donde es insuficiente o directamente inexistente.

Un total de 514 niños fueron atendidos en cinco días en las poblaciones de Tapso y Lavalle, sobre más de 75.000 pacientes infantiles examinados desde que en 1980 se puso en funcionamiento el tren hospital, que ya superó 150 viajes en Argentina, un país cuya tasa de mortalidad infantil es de 12,1 por cada mil nacidos vivos.

“No hemos encontrado en este viaje cuadros que requieran una hospitalización urgente. Lo habitual son los casos de alimentación deficiente que requieren un seguimiento con los referentes del pueblo. Lo fundamental es la educación para la salud”, dice a la AFP Ana Lía Gil Cataldo, la coordinadora de la misión, de 32 años, quien realiza la labor solidaria desde 2008.

Gil Cataldo dice que el trabajo del grupo incluye no sólo la atención en el tren, sino que además en muchas ocasiones deben ir hasta alejadas zonas rurales para convencer a los padres que lleven a sus hijos al control.

En Lavalle, donde la mayoría de los adultos están desocupados o realizan trabajos temporarios para el municipio, sus habitantes se quejan de la desidia en la atención en la única sala sanitaria, un hecho que conspira para los controles una vez que el ferrocarril sanitario retorna a Buenos Aires.

“Mi hija se tragó una moneda de un peso. La tenía en la garganta. En la salita no la atendieron de inmediato pese a que parecía que se asfixiaba. Luego de insistir la llevaron en ambulancia hasta Santiago (capital provincial). Ya está mejor, pero aún no la despidió”, señala Elba Agüero al salir del tren con una radiografía de la niña.

“Para mí es una experiencia maravillosa. Es muy bueno compartir 15 días con personas que ni siquiera conoces. Lo más importante de estas visitas es llegar a lugares que están casi fuera del mapa sanitario y lograr que haya continuidad en el tratamiento”, señaló Viviane Ramírez, una pediatra boliviana de 28 años.

Ramírez relató que el viejo tren remodelado en 2004 fue asaltado a la altura de Rosario, la segunda ciudad de Argentina, en el trayecto hacia Tapso y Lavalle mientras estaba detenido esperando un cambio de vías.

“Se robaron casi todas las donaciones que llevábamos”, dijo resignada la joven voluntaria boliviana, que se consuela al ver a los niños recién atendidos mientras juegan en la antigua estación y listos para divertirse en el desvencijado circo itinerante que llegó hasta Lavalle.

Fuente: Terra

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