jueves, 18 de marzo de 2010

Estructuras familiares y comportamientos adictivos (2º parte)

Eduardo A. Mata Médico Consultor en Psiquiatría y Psicología Médica. Master en Psiconeuroinmunoendocrinología (Fundación Favaloro). Docente invitado en dicha Maestría. Docente invitado en la Maestría de Neuropsicofarmacología de la Fundación Barceló. Jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Municipal de Bahía Blanca. Profesor Titular de la Cátedra "Psicología de la Personalidad" del Instituto Juan XXIII, de Bahía Blanca. Director de la Comunidad Terapéutica "Nuestra Señora de la Esperanza", de Bahía Blanca
Año XV, vol 12, N°1, Marzo de 2005

Las Tipologías de Interacción

Lynn Hoffman(3) analiza los distintos intentos que se efectuaron para tratar de vincular determinadas estructuras de interacción familiar con psicopatologías específicas.

A partir de las primeras aproximaciones a la esquizofrenia, se supuso que existía un tipo determinado de estructura para cada tipo de patología, pero este enfoque inicial fue luego desplazado por el énfasis puesto en la organización familiar y su tipología. Posteriormente se comprobó, no obstante, que determinados tipos de organización generaban cierto tipo de patología en particular. A partir de trabajos iniciales de Minuchin, Montalvo y otros, se llegó al concepto de familias desligadas (apartadas) y aglutinadas (enredadas) que ya mencionáramos más arriba. Veamos algunas de sus características:

Característica Desligada

Autonomía: Pueden funcionar de manera autónoma, pero poseen un desproporcionado sentido de la independencia y carecen de sentimientos de lealtad y pertenencia y de la capacidad de interdependencia y de requerir ayuda cuando lo necesitan(1).

Relación con el estrés: Tolera una amplia gama de variaciones individuales entre sus miembros, pero los stress que afectan a uno de ellos no atraviesan los límites inadecuadamente rígidos. Sólo un alto nivel de stress individual puede repercutir con la suficiente intensidad como para activar los sistemas de apoyo de la familia.

Respuesta ante el cambio: Tiende a no responder cuando es necesario. Pueden permanecer inmutables ante problemas escolares serios del hijo.

Límites: Separación entre el holón parental y el de los hijos. Los padres y otros adultos parecen disociarse de toda responsabilidad por el comportamiento de los niños, a menos que sea perturbador, o suscite el malestar de la comunidad(3).

Tendencia a la triangulación

Maniobras: Los hermanos se comportan como una tribu, que trata de confundir a la madre o al terapeuta para evitar que tomen el control. Sin embargo, se angustian cuando la madre se va(3). Circularidad.

Reiss: Familias “sensibles a la distancia interpersonal”(3)

Característica Aglutinada

Autonomía: Pueden verse perjudicados debido a que el exaltado sentido de pertenencia requiere un importante abandono de la autonomía. La carencia de una diferenciación en subsistemas desalienta la exploración y el dominio autónomos de los problemas. Inhibición del desarrollo cognitivo-afectivo en los niños(1).

Relación con el estrés: La conducta de un miembro afecta de inmediato a los otros, y el stress de un miembro individual repercute intensamente a través de los límites y produce un rápido eco en los otros subsistemas(1).

Respuesta ante el cambio: Responde con excesiva rapidez e intensidad. Conmoción porque el hijo no toma la sopa(1).

Límites: Los límites entre la familia nuclear y la de origen no se conserva bien; los que separan el holón parental del de los hijos se borra de manera impropia; los roles de padres y de cónyuges suelen no estar bien definidos. Los hijos no se diferencian sobre la base de la edad o nivel de maduración, de modo que el holón fraterno no puede contribuir adecuadamente al proceso de socialización.

Tendencia a la triangulación: Incapacidad para transacciones diádicas. Cada vez que hay un conflicto entre dos, interviene una tercer persona. La interacción es triádica o grupal, no diádica. Triángulos de Hartmann(3).

Maniobras

Reiss: Familias “sensibles al consenso”(3)

En este punto cabe analizar el Modelo Circumflejo de Olson(5), y el modo como se lo explora, el método denominado Faces III. (Fig. 5).

El Faces III es la tercer versión de la escala Faces desarrollada para explorar la cohesión y la adaptabilidad familiares. El Modelo Circumflejo fue desarrollado por Olson y col. en un intento de relacionar la clínica, la teoría y la práctica; facilita la tarea de ubicar familias dentro de 16 tipos específicos o de tres tipos más generales, por ejemplo: balanceada, de rango medio o extrema.

Se intentó administrar a familias a lo largo del ciclo de vida, desde parejas recién formadas sin hijos, a parejas maduras. Los ítems fueron desarrollados para ser legibles y comprensibles a adolescentes de menos de 12 años de edad. Idealmente, el Faces III debería ser administrado a todos los miembros de las familias que puedan completar el inventario de tal manera que los diferentes resultados puedan ser comparables para formarse una idea global.

El Faces III está diseñado para obtener, tanto el funcionamiento familia ideal, como el percibido. La discrepancia entre ideal y percibido provee una medida inversa de la satisfacción familiar. Está disponible también una versión para parejas sin hijos.

Los formularios que se emplean son fáciles de administrar y sencillos para puntuar.

El grupo de Olson llegó a la conclusión que existían tres dimensiones en la conducta familiar: la cohesión, la adaptabilidad (cambio) y la comunicación. Estas son las tres dimensiones primarias integradas al modelo Circumflejo tal como fue formulada por este autor y sus colaboradores desde 1979 a 1983.

Los sobresaliente de estas tres dimensiones es el hecho de que conceptos muy similares han sido señalados por varios autores y teorías.

La cohesión familiar evalúa el grado por el cual los miembros están conectados o separados del resto de la familia. Esta dimensión se define por los vínculos emocionales que cada miembro tiene con el otro. Dentro del modelo Circumflejo se usan los conceptos específicos para diagnosticar y medir la dimensión de la cohesión. Estos son: la unión emocional, límites, coaliciones, tiempo, espacio, amigos, toma de decisiones, intereses y recreación.

La adaptabilidad familiar (cambio) tiene que ver con el grado en que la familia es flexible y capaz de cambiar. Se define como la capacidad de un sistema marital o familiar para cambiar sus estructuras de poder, relaciones de rol y reglas de la relación en respuesta a stress situacional o evolutivo. Los conceptos específicos utilizados para medir la dimensión de la adaptabilidad son: poder familiar (asertividad, control, disciplina), estilos de negociación, relaciones de rol, y reglas de la relación.

La comunicación familiar es la tercer dimensión y facilita el movimiento de las otras dos.

Dentro del modelo Circumflejo, hay cuatro niveles de cohesión familiar, escalonados desde el extremo de la baja cohesión hasta el de la alta: desligada, separada, conectada, y aglutinada. Los dos niveles moderados o balanceados de la cohesión han sido denominados separados y conectados.

Hay también cuatro niveles de adaptabilidad familiar desde la baja a la extremadamente alta: rígida, estructurada, flexible y caótica. Los dos niveles de adaptabilidad moderados o balanceados han sido denominados flexible y estructurados.

Para cada dimensión, los niveles balanceados y moderados se consideran la sede probable del funcionamiento normal, y las áreas extremas seguramente contienen las familias más patológicas.

Combinando los cuatro niveles en cada una de las dos dimensiones se obtienen 16 subtipos de sistemas familiares o de pareja. Cuatro de ellos son moderados (tipos balanceados), ocho tipos son extremos en una dimensión y moderados en otra (tipos de rango medio) y cuatro tipos son extremos en ambas dimensiones (tipos extremos).

El Faces III facilita al investigador o al clínico ubicar a los miembros individuales de una familia o a los grupos familiares dentro del modelo Circumflejo.

Un aspecto muy importante del Faces III es que está diseñado de tal manera que puede determinar cómo ve actualmente cada miembro a su familia (percibida) y cómo desearía verla (ideal). La discrepancia entre percibida e ideal evalúa el nivel de satisfacción individual con el sistema familiar actual. Al mismo tiempo, el ideal provee una idea de cuál es el monto y la dirección del cambio deseado. Comparando el percibido y el ideal a lo largo de todos los miembros de la familia nos da una visión mucho más abarcativa de la misma.

Teóricamente, la discrepancia entre ideal y percibido es importante desde que ella provee una medida de la satisfacción existente en el actual sistema familiar. Esto permitiría comprobar una interesante hipótesis: la de que una familia ubicada en un cuadrante extremo funcionaría, no obstante, bien, en tanto todos los miembros de dicha familia estén de acuerdo en permanecer allí, y por consiguiente, les guste ese tipo de vida. Esto es particularmente relevante en ciertos tipos culturales que tienen normas que apoyan el comportamiento familiar en los extremos (por ejemplo, patrones “rígidamente aglutinados” en familias de mormones, Amish o judíos ortodoxos).

Es importante tomar el Faces III a tantos miembros de la familia como sea posible. Esto tiene la finalidad de capturar, al máximo, la complejidad del sistema familiar, ya que no todos sus miembros ven tal sistema de la misma manera. El nivel de lectura está calibrado para séptimo grado de manera que un chico de 12 años puede comprender todos los ítems.

Las preguntas pueden ser administradas a través de formularios autoadministrados, o efectuarse individualmente o en grupos pequeños, o en grupos mayores.

Se les solicita a los encuestados que lean cada ítem y decidan cuán frecuentemente (guiándose por lo colocado arriba) se da en su familia esa conducta. Luego se obtiene el puntaje sumando todos los ítems impares para la cohesión, y todos los pares, para la adaptabilidad. Se traslada el puntaje obtenido al plotting. (ver anexo 1).

En estos cuestionarios, distintos factores son explorados por ítems distintos. Seguidamente veremos los números de ítems que corresponden a cada factor:

En cohesión familiar:

a) Unión emocional: 11, 19.

b) Apoyo o soporte: 1, 17.

c) Límites familiares: 7, 5.

d) Tiempo y amigos: 9, 3.

e) Interés y recreación: 13, 15.

En adaptabilidad familiar:

a) Liderazgo: 6,18.

b) Control: 12, 2.

c) Disciplina: 4, 10.

d) Roles y reglas: 8, 16, 20, 14.

Una variedad de hipótesis han sido desarrolladas y verificadas utilizando el modelo Circumflejo(6). Algunos de ellos intentaron, por este medio, lograr lo que ya en otra parte mencionáramos, el verificar si determinadas estructuras correlacionaban con determinadas patologías. Por otra parte, con la finalidad si era culturalmente relevante se efectuaron estudios con familias de orígenes étnicos y culturales distintos. La hipótesis establecía que las “expectativas normativas de familias que apoyan a la conducta extrema en una o en ambas dimensiones, funcionarán bien todo el tiempo que los miembros de la familia estén satisfechos con ese tipo de explicaciones. De esta manera, la familia sirve como su propia base normativa”.

Otra hipótesis es que “las familias equilibradas tendrán habilidades comunicacionales más positivas que las familias extremas. La comunicación puede medirse tanto en el nivel conyugal como en el familiar”.

En correlación con la distribución de los 16 cuadrantes, Olson hace una distribución topológica de las características que tienen las familias, según su ubicación en tales cuadrantes.

Estructuras desorganizadas

Estructura rígida

Poca negociación

Patrones fijos de comunicación

Poder sobre los otros (Comunicación)

Patrones excesivamente responsables y dependientes.

Casos clínicos que ejemplifiquen el funcionamiento del modelo Circumflejo se pueden encontrar, entre otros, en el trabajo de Maynard y Olson.

Otro modo de acercarse a esta comprensión es de los llamados “paradigmas familiares”, en el que se trata de establecer una correlación entre los modos de interaccionar una familia con las perturbaciones que cabe esperar que surjan en sus miembros. Tomemos como ejemplo la experiencia de Reiss(3) efectuada sobre tres poblaciones de ocho familias cada una. Un grupo tenía pacientes diagnosticados como “esquizofrénicos”, otras ocho con “trastornos de carácter”(a los que Reiss definió más propiamente como “graves delincuencias solitarias”) y, por último un grupo que no padecía de ningún tipo de trastorno (grupo control). En estos grupos se incluyeron los padres, el hijo sintomático y un hermano.

La experiencia implicaba que cada miembro de la familia ordenara una serie de cartas que tenían letras dispuestas en un orden supuestamente sin sentido (PVK, PMVK, PMSMSVK), estando los miembros de las familias ubicados en compartimientos estancos, pero con posibilidades de comunicarse entre sí para hacer un “juego de equipo” y encontrar las pautas escondidas en las cartas. Se alentó a los participantes a compartir sus ideas y su información, ya sea para trazar una estrategia compartida o para seguir solos; usar una sola estrategia o usar varias distintas, aguardar hasta tener suficientes cartas como para que surgiera el patrón o seguir una secuencia basada en las primeras cartas que salían, etcétera. El experimento fue planteado de tal manera que resultaba más fácil llegar a una hipótesis correcta una vez que todas las cartas, o casi todas, habían salido, pero había que tratar de percibir la regla oculta que permitía ordenarlas, y era posible hacer intentos de prueba y error porque las cartas posteriores verificarían si en realidad una pauta era correcta.

Este experimento sugirió la existencia de miniuniversos familiares muy distintos entre sí, y que se correlacionaban íntimamente con los agrupamientos de la clínica. Reiss llamó a estas categorías del modo siguiente:

1-Sensible al consenso Familias “esquizofrénicas”

2-Sensible a la distancia interpersonal Familias “delincuentes”

3-Sensible al medio Familias “normales”

El acertijo se construyó de tal manera que podía resolverse con mayor eficacia cuando se obtenía suficiente información y cuando se la compartía. Fue importante que todos los miembros de la familia coordinaran sus esfuerzos para formar hipótesis útiles de disponer las cartas, y para ofrecer nuevas sugestiones y correcciones. También fue importante prestar atención al medio exterior, representado por las cartas que iban saliendo. Fue claro que el experimento ponía a prueba dos conjuntos de conexiones: las conexiones de los miembros de la familia entre sí; y las de la familia con el mundo exterior.

Los tres tipos de familias respondieron de manera muy distinta a las pruebas, y las familias con problemas clínicos fueron las que obtuvieron peores resultados.

Reiss descubrió que las familias con miembros esquizofrénicos estaban muy unidas entre sí, pero muy separadas de todo lo demás. Su intensa comunicación no los ayudó en la prueba sino que, por lo contrario, los obstaculizó. En palabras de Reiss: “en este tipo de familia hay una percepción conjunta de que el análisis y la solución del problema son simplemente un modo de mantener un íntimo e ininterrumpido acuerdo en todo momento”.

La explicación que da Reiss a la necesidad que experimenta una familia “sensible al consenso” de estar todo el tiempo unida y de acuerdo entre sí era que experimentaban al ambiente como amenazador. La situación de prueba era una amenaza que había que conjurar; así, las personas de estas familias llegaron demasiado pronto a una solución, antes de contar con mucha información, y se aferraron a esta información aun cuando la contradijeran hechos posteriores o una solución mejor a la que hubiese llegado otro miembro de la familia. Preferían estar en el error antes que estar en desacuerdo.

Este síndrome recoge las características de lo que Wynne llama “seudomutualidad” o “cerca de goma”. Confirma también la calidad de “aglutinada” de Minuchin, y la tendencia a la fusión emocional e indiferenciación descrita por Bowen. Reiss insiste en el intento de encontrar familias normales de este tipo, aunque marcadas por patrones culturales. Para esto cita a las familias del sur de Italia, con sus códigos de solidaridad familiar y su percepción del mundo exterior como amenazante e impredescible. Diametralmente opuestas a este primer tipo de familias eran las que tenían.

Familias con miembros con “graves delincuencias solitarias”. Estas familias atendían muy bien a las claves que se les daba desde el mundo exterior (las cartas), pero no atendían a las claves que se daban entre sí. Durante la prueba los miembros de estas familias se comportaban como si fuese un error aceptar opiniones o hipótesis de sus parientes. Parecían sentir una necesidad imperiosa de mostrar que se podía ser independiente, que por sí sólo era posible dominar el medio. Según Reiss, “los miembros de estas familias parecían creer que el ambiente estaba escindido en tantos pedazos como miembros de la familia; cada miembro tenía acceso a su propio fragmento, y por lo tanto sólo atendían a las claves ambientales de su propio fragmento.

Como el límite entre el mundo y los miembros de esta clase de familia no está gobernado por el muro protector, su capacidad para resolver problemas parecía mejor que los miembros de las familias del primer grupo. Tienen una mejor apreciación de la “realidad objetiva” que aquéllos, cuya principal idea es la unidad de la familia. Pero su actitud de personas solitarias los mutila en otra dirección, ya que no aceptan compartir hipótesis, persistiendo en un problema sin resolverlo en realidad.

El tercer tipo de familias, el “sensible al medio” representa al grupo relativamente libre de problemas. Sus miembros son capaces de recibir claves de los otros, y a la vez aceptar e incorporar claves del exterior; pueden elaborarlas en conjunto y también individualmente, pueden diferir el cierre hasta haber explorado las alternativas suficientes para validar la conclusión a la que finalmente hayan llegado, y pueden procesar y compartir nueva información. Este grupo tiene una membrana exterior lo bastante tensa como para servir de soporte, pero no tan impermeable que bloquee el acceso de datos nuevos.

Otro modelo de tipología familiar ha sido propuesto por Leonor Wertheim, basado en variables relacionadas con la taxonomía del proceso, vale decir, la forma en que un sistema cambia o sigue siendo el mismo a lo largo de un período.

Ella sostiene que se deben tener en cuenta los mecanismos de cambio de una familia, además de sus variables estructurales.

Si una familia es una entidad gobernada por reglas, resistente al cambio, es importante comprobar dos dimensiones. Una está constituida por las tendencias morfostáticas (de estado estacionario u homeostático), y la otra, sus capacidades morfogenéticas (de cambio de reglas).

En la primera de estas dimensiones, Wertheim distingue la Morfostasis Consensual (MC), representando un equilibrio entre objetivos individuales y objetivos familiares, y la Morfostasis Forzada (MF), descubierta en una familia en que los individuos se dejan regir por reglas rígidas pero encubiertas que operan en interés de la familia.

La segunda dimensión, las reglas para cambiar las reglas, incorpora lo que ya conocemos como Cambio 2. Si una familia abunda en Morfostasis Consensual, se puede pensar que la flexibilidad para producir cambios está implícita en ese tipo de familias.

En cambio, si una familia no puede describir los medios de alterar sus reglas cuando se impone un cambio, entonces debemos buscar una capacidad para aceptar el cambio inducido desde afuera, habitualmente agentes pertenecientes al orden cibernético superior, por lo general provenientes de la comunidad general. Wertheim llama a esta propiedad Morfogénesis Inducida (MI).

Esta autora añade a sus variables de cambio otras, estructurales, relacionadas con los límites, tanto internos como externos. Así, incluye sistemas que están a la vez abiertos interna y externamente; sistemas que están cerrados tanto interna como externamente; otros, parcialmente abiertos intrasistémicamente, y parcialmente abiertos extrasistémicamente.

Mezclando las dimensiones de cambio con las estructurales ha creado ocho tipos de familia, de las que ha derivado después ocho semblanzas clínicas (fig. 6).

La cuadrícula resultante consiste en dos estructuras que operan con flexibilidad óptima, producen pocos problemas, y se las llama “integradas”; dos que están asociadas con problemas neuróticos benignos y que son llamadas “bastante integradas”; dos que son llamadas “seudointegradas” siguiendo el concepto de seudomutualidad de Wynne, y que están asociadas con desórdenes psicóticos agudos o crónicos; y dos que son, respectivamente, “no integradas” (familias que producen desórdenes sociales) y “desintegradas” (familias que sería difícil decir que son tales).

Wertheim compara su cuadrícula con el esquema de Reiss y descubre que son compatibles con ciertas modificaciones. Identifica la familia sensible al medio con su familia “integrada-abierta”; a la familia sensible al consenso con su propio tipo “cerrado-seudointegrado”; a la familia sensible a la distancia interpersonal con su tipo “extremadamente abierto-no integrado”.

Una manera de representar estas categorías puede verse en la fig. 7, en la que se aplican las tres categorías de Reiss para la estructura familiar, pero las variables de proceso según el tipo de conexión. Las familias sensibles al medio están, interna y externamente, bien conectadas. Las familias sensibles a la distancia interpersonal están bien conectadas externamente pero mal conectadas internamente. Las familias sensibles al consenso están bien conectadas internamente, pero mal conectadas externamente.

Así pues, dentro de cada tipo habría dos versiones, que podrían diferenciarse de acuerdo con la mezcla de elementos cibernéticos de Wertheim: variables homeostáticas (morfostáticas) contra cambio de reglas (morfogenéticas). Las familias sensibles al consenso obtendrían alta calificación en la homeostasis forzosa, siendo rígidamente guiada por reglas y, desde luego, mala calificación en homeostasis consensual. Sin embargo, habría una diferencia entre la familia sensible al consenso, con alta puntuación en el cambio de reglas inducido, y la familia con “cerca de goma”, que rechazará los intentos exteriores de cambio. Esta última será la familia más resistente, la que probablemente produjera manifestaciones psicóticas y tuviera menos contacto con la “realidad”.

Por ejemplo, las familias que pertenecían a sectas religiosas que subrayan los valores o creencias que no comparte la sociedad circundante a veces caen, asimismo, en esta categoría. Los grupos pueden sostener creencias que, si uno se las oyera a un individuo, diría que está psicótico: fin del mundo en una fecha determinada, comunicación con seres de otro planeta, etcétera. Las personas de tales grupos no son consideradas así, precisamente porque comparten sus creencias con otras personas. Pero este consenso parece ser necesario para mantener la identidad grupal y seguir existiendo. Hasta se podría sospechar que cuanto más apartada sea esta creencia de las generales dentro de una comunidad, más sirve a los fines de la cohesión interna del grupo.

La familia sensible a la distancia interpersonal obtendría baja puntuación en cualquiera de los dos tipos de homeostasis, pues está mal conectada y no tiene un alto grado de cohesión; pero la familia de esta categoría con capacidad para el cambio inducido por reglas, por definición sería más persuadible de recibir ayuda del exterior que la familia sin esta capacidad. Como lo indica Wertheim, el tipo de familia “desintegrada” puede ser una forma no viable, y acaso no salvable. Es difícil enfrentarse con una familia de distancia interpersonal en forma pura; acaso no exista ninguna, sino extrañas y variadas combinaciones.

La familia sensible al ambiente obtendría alta puntuación en homeostasis consensual, y baja puntuación en homeostasis forzosa y, como en las otras categorías, sólo diferiría en el grado en que aceptara agentes del exterior como refuerzos para un cambio interno de reglas. Wertheim sugiere que la familia que acepta este tipo de ayuda es más funcional, y de mejor pronóstico en la terapia. También es posible que dentro de este tipo, la familia que rechaza ayuda exterior pueda tener asimismo, buena capacidad de cambio, provocándolos internamente, lo cual puede llegar a ser preferible a los cambios inducidos desde afuera.

Modelos de Procesos para la Organización Familiar

La crítica que se puede hacer a estos modelos basados en cuadrículas es que serían una representación esencialmente autocontenida y estática del modo como funcionan las familias. Nunca hay un índice de cómo una familia pasa de un modelo a otro, y ni siquiera si esto es posible. En caso de serlo ¿existiría un orden en la forma en que cambian las familias? ¿Existen niveles de organización por los cuales las familias, en el caso que cambien, han de pasar, o pueden saltar a cualquier casilla de la cuadrícula?

Estas preguntas han sido enfocadas, al menos, por el “modelo de proceso interseccional” de Beavers(3, 4).

El modelo de Beavers (Fig. 8) tiene tres niveles de organización, desde las familias que se encuentran en el fondo de la escala, sumamente caóticas y confusas, con límites borrosos y ninguna jerarquía, a un segundo nivel, extremadamente autoritario, hasta un nivel superior flexible y adaptativo, ni demasiado suelto, ni demasiado estricto.

Beavers establece su modelo en forma de A acostada. La rama inferior de la misma, en la extrema izquierda del esquema, representa a las familias “centrípetas” (equivalentes a las “aglutinadas”). La rama superior, en la extrema izquierda, también, representa a las familias “centrífugas” (equivalentes a las “desligadas”). El grupo centrífugo produciría comportamientos sociópatas mientras que el centrípeto induciría más psicosis. Comunicaciones confusas, límites borrosos y evitación de toda cuestión de poder caracterizan a estos dos grupos, que funcionan defectuosamente.

En la parte media de la A, donde los dos estilos empiezan a unirse, existen desórdenes del comportamiento del lado centrífugo, y comportamiento neurótico del otro lado. Sin embargo, este modelo permite la existencia de un “continuo de competencia”, y la gama intermedia empieza a mostrar pruebas de una jerarquía, aun cuando la estructura sea dictatorial.En la parte extrema derecha de la A es de suponer que la estructura permite un funcionamiento aún mejor de los miembros de la familia.

Este modelo implica la posibilidad de una transición desde estructuras menos viables a otras que lo son más.Beavers afirma que hay sólo un paso de las formas caóticas a las autoritarias, y que una escapada de un estado a otro es común, y puede ser terapéuticamente útil. Haley se aproxima al punto de vista de Beavers cuando propone en su libro “Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar” que los padres de los “jóvenes alocados” se transformen en “virtuales tiranos”.

Cameron Lee hace un análisis crítico de estos modelos(10). La diferencia más grande entre Beavers y Olson es su interpretación de la dimensión de la “adaptabilidad”. La definición original de Olson era que la “adaptabilidad es la capacidad del sistema marital o familiar para cambiar su estructura de poder, las relaciones de rol y reglas de relación en respuesta al estrés situacional o evolutivo”.

Contrariamente a las primeras teorías familiares, que enfatizan el papel de la homeostasis, un sistema familiar viable se conceptualiza como uno en el que se equilibran los procesos morfostáticos (baja adaptabilidad) y morfogenéticos (alta adaptabilidad), de tal manera que resulta en un balance entre estabilidad y cambios.

La adaptabilidad, en el modelo de Olson, está por lo tanto relacionada curvilinearmente a un funcionamiento familiar efectivo: la disfunción se presenta en los extremos de la excesiva morfogénesis (caos) o morfostasis (rigidez), mientras que la región central más moderada representa un equilibrio más funcional.

Beavers y Voeler han analizado esta interpretación curvilinear y, en su lugar, han optado por “un continuo negentrópico de competencia incrementada”, en la que la adaptabilidad es directa y linearmente relacionada con la competencia. La negentropía, o entropía negativa,es interpretada por Beavers como “la utilización de la energía para desarrollar estructuras y luchar contra la fuerza que impulsa a la degradación propia de los sistemas cerrados”. Las familias competentes, aquellas que ocupan lugares altos en el continuo negentrópico, muestran un grado elevado de estructuras diferenciadas, asimismo con un alto nivel de flexibilidad. En sus trabajos iniciales Beavers, citando a Speer, usa el término “morfostasis” y “morfogénesis” como estrechamente paralelos a la “entropía” y “negentropía”, respectivamente.

Por lo tanto es con particular foco sobre el concepto de adaptabilidad que divergen estos dos modelos. Las afirmaciones de Beavers y Olson sobre este tema son como sigue:

“Una diferencia primaria entre nuestros modelos se relaciona a la evaluación y definición de la adaptabilidad. El modelo de Beavers relaciona la adaptabilidad a la competencia y la coloca en un continuo, por ejemplo, el mayor es el mejor. Por otra parte, el Modelo Circumflejo, describe la adaptabilidad como “cambio” e conjetura una relación curvilinear en la cual lo demasiado poco o lo demasiado (mucho) será potencialmente problemático.

Esta buena voluntad para aceptar estas diferencias en las definiciones le hace decir a Green y col. que “ambos modelos son iguales pero separados”. Tal juicio descuida importantes temas teóricos. No se trata de si Olson y Beavers han simplemente elegido diferentes conceptos sobre los que basar su comprensión de la adaptabilidad. En su lugar, puede demostrarse que hay una significativa superposición teórica entre los dos modelos, y el reconicmiento de este hecho puede conducir a un tercer modelo, una síntesis integrativa de los dos. En particular, es necesario comprender los matices con los cuales los respectivos autores emplean los términos “negentropía”, “morfostasis” y “morfogénesis” para poder evaluar apropiadamente sus modelos. Consideremos este resumen de Beavers y Voeller:

“...La familia más negentrópica (la más flexible y adaptativa) es la que puede negociar, funcionar y tratar efectivamente con situaciones estresantes. La alta adaptabilidad requiere tanto la estructura como la capacidad para cambiarla. Hay una interacción compleja entre las características morfogenéticas y morfostáticas”.

Si este pasaje se compara con la definición de adaptabilidad dada por Olson más arriba, debería hacerse aparente que hay algo más que una simple diferencia en el uso definicional de los términos. Superficialmente, al menos, hay un marcado paralelismo entre los dos extractos. Beavers establece que una característica de la alta adaptabilidad es la “capacidad para cambiar estructuras”; Olson la define como “la capacidad de un sistema familiar o marital para cambiar su estructura de poder” y así hasta el final. Para ambas teorías, la familia normal es vista como teniendo una mezcla de procesos morfostáticos y morfogénicos. Una comprensión apropiada de las diferencias entre los dos modelos de adaptabilidad, entonces, debería comenzar con una apreciación de sus similitudes. La meta de este ensayo es demostrar que aunque hay de verdad dos comprensiones discernibles de adaptabilidad trabajando en estas dos teorías, ambos puntos de vista están apoyados por los trabajos teóricos del Modelo Circumflejo, y su entremezclado crea una ambigüedad en el modelo de Olson. Una vez que esto ha sido demostrado, será posible discriminar las dos teorías de la adaptabilidad y reintegrarlas dentro de una síntesis teórica.

La cuestión de la curvilinealidad

Beavers y Voeller hacen la objeción de que la hipótesis curvilinear de Olson distorsiona el concepto de adaptabilidad. Observando la hipótesis de Olson, dicen:

“El cambio es el criterio, ya sea adaptativo o no. No está en consideración las consecuencias de tales cambios, ya sea que sea exitoso o fracase miserablemente en satisfacer las necesidades de la familia. Las familias caóticas son altamente adaptativas en este modelo, y una adaptatividad moderada significa más capacidad. Esta redifinición del sentido de los términos adaptatividad y caos es innecesario y no racional”.

Como ya se ha señalado, el modelo de Beavers, a diferencia del de Olson, ve a la adaptabilidad como linearmente relacionada con el funcionamiento familiar efectivo. Lo que Beavers no hace notar es que hay una curiosa inconsistencia en el modelo de Olson. Ya se dijo que el concepto de adaptabilidad para este último es la capacidad familiar para cambiar su estructura. Esta definición permanece inalterada a través de su serie completa de publicaciones sobre el Modelo Circumflejo. En una reciente “actualización teórica”, ofrece numerosas hipótesis adicionales derivadas del modelo. La segunda hipótesis, en particular, afirma: “Los tipos equilibrados de familia tienen un repertorio conductual mayor y son más capaces de cambiar comparados con los tipos extremos de familia”. Por lo tanto, las “familias equilibradas”, aquellas que caen en un rango moderado de adaptabilidad, son las más capaces de cambiar. Adviértase cuidadosamente, sin embargo, el dilema conceptual involucrado cuando esto se contrasta con la definición de adaptabilidad dada con anterioridad. Si adaptabilidad se define como la capacidad para cambiar, entonces, por definición, aquellas familias que tienen puntaje más alto en adaptabilidad serían las que tienen más capacidad para cambiar. Esto coincidiría con la concepción negentrópica, lineal, de Beavers. Esta lectura, no obstante, se contradeciría con la hipótesis curvilinear.

La cuestión que supuestamente separa a los dos modelos es si la adaptabilidad debería ser comprendida como linear o curvilinearmente relacionada al funcionamiento y salud familiares. Como indicaría el precedente parágrafo, la misma cuestión podría ser incluida en el mismo modelo de Olson, considerado aisladamente. Por ejemplo, en una revisión de los fundamentos conceptuales y empíricos de la noción de adaptabilidad, Olson y col. citan, entre otros, los trabajos previos de Vincent, Kieren y Tallman, Hill, y Minuchin.

La noción de Vincent es que una familia adaptativa facilita el cambio social mediando las demandas del medio social mayor a través del proceso de socialización. El interpreta “la adaptabilidad familiar a los otros sistemas sociales y a sus propios miembros como predominantemente eufuncional”. La adaptatividad, para Vincent, solamente se vuelve disfuncional cuando la familia absorbe los cambios sociales que son intrínsecamente adversos a la naturaleza de la familia, tal como ocurre cuando una sobreadaptación a las demandas de un hijo adolescente resulta en una pérdida de la función parental. Esto debería ser entendido más como una variación cualitativa, más que cuantitativa. No hay ninguna sugerencia en el artículo de Vincent de que la adaptabilidad debería ser considerada como una función curvilinear.

Quizás más curiosas resultan las otras citas de Olson y col. mencionadas más arriba. La noción de Kieren y Tallman de la adaptabilidad conyugal está concebida explícitamente como linearmente relacionada a la competencia marital. En el clásico trabajo de Hill, la adaptabilidad es descrita como sigue:

“Comprendida en la escala de la adaptabilidad está la flexibilidad y disposición de los miembros de la familia para cambiar los roles sociales si fuera necesario, la aceptación de la responsabilidad por todos los miembros para efectuar las tareas familiares, la presencia de hábitos de control y discusión colectivas y un repertorio de planes de reunión de crisis convenidos independientemente de resoluciones anteriores exitosas de problemas. La adaptabilidad está referida a la disponibilidad familiar para ajustarse como una unidad a las cambiantes situaciones”.

Esta definición encaja bien tanto con la definición general de Olson de adaptabilidad como con su discusión de los componentes clínicos de la adaptabilidad, que incluye roles, negociación, y control. La investigación de Hill, sin embargo, encontró que la adaptabilidad estaba relacionada linear y significativamente al ajuste familiar a la separación por la guerra, y al reencuentro.

La referencia al clásico texto de Minuchin, apoya una interpretación curvilinear de la cohesión, pero no de la adaptabilidad. Minuchin ve a la adaptación como una respuesta positiva al estrés, y hace notar que muchas familias que están experimentando un estrés transicional normal pueden ser erróneamente diagnosticadas como patológicas. Y agrega: “El rótulo de patológicas debe ser reservado a aquéllas familias que frente al stress aumentan la rigidez de sus límites y patrones transaccionales, y evitan o resisten explorar alternativas”. Esta asociación de patología con rigidez transaccional está más de acuerdo con la interpretación linear de Beavers de adaptabilidad que con la noción curvilinear de Olson. Este mismo pasaje de Minuchin es citado textualmente por Olson, pero su implicación de linealidad es ignorada. Es curioso que fuentes en las que la adaptabilidad es concebida como relacionada linealmente a varios aspectos del funcionamiento familiar sea usada en apoyo del modelo curvilinear, sin que a la discrepancia sea consignada.

Estudios empíricos cuestionan también el modelo curvilinear. En algunos casos, la evidencia es algo ambigua. Por ejemplo, un estudio de Gabarino, Sebes y Schllenbach encontró que el instrumento Faces original era capaz de distinguir aquellas familias en alto riesgo para interacciones destructivas padre-hijo de aquéllas de bajo riesgo. Las familias de alto riesgo tendían a calificar como las más caóticas y al mismo tiempo las más aglutinadas. ¿Apoya esto la hipótesis curvilinear? Los puntajes no fueron consistentes a lo largo de los informes dados por las madres, los padres y los adolescentes en el estudio. Por otra parte, ninguna de las familias puntuaron en el rango rígido de la adaptabilidad. Sin una submuestra comparable de familias rígidas, es imposible inferir curvilinealidad de estos resultados. Lo mejor que puede decirse es que estos datos no contradicen directamente la hipótesis.

Los estudios de padre-ausente, díadas madre-hijo conducidos por Rodick, Henggeler, y Hanson, es algo más confirmatorio. En la mitad de las 58 díadas, los hijos adolescentes no tenían historia de ofensas criminales o de derivaciones psiquiátricas; éstas fueron comparadas con las otras 29 díadas en las cuales el hijo estaba individualizado como un delincuente juvenil. Los resultados indicaron que la categorización de los sujetos de acuerdo a los puntajes “equilibrados” (en la región central) versus los “extremos” en las dimensiones del modelo Circumflejo tenían un considerable poder discriminatorio. Como en el ya mencionado estudio de Gabarino, las familias “rígidas” estuvieron subrrepresentadas: solamente 6 de los 29 delincuentes cayeron en sus puntajes por debajo de la línea media en la escala de adaptabilidad. Una muestra con una más amplia distribución de la adaptabilidad sería necesaria para hacer un fuerte caso para la curvilinealidad.

Otros estudios son más directos al indicar que la adaptabilidad debería ser concebida linealmente. Por ejemplo, en un estudio reciente, Miller y col. usaron el Faces II como un test de la validez concurrente de la Estretegia de Evaluación Familiar de McMaster. Concluyeron que “Los puntajes FACES en nuestra muestra no se relacionan con la salud/patología de una manera curvilinear, sino siguiendo un modelo lineal”. De manera similar, en un estudio del mismo Olson y col. se encontró que las dimensiones del modelo Circumflejo medidas por el Faces II fueron correlacionadas positiva y significativamente con numerosas medidas de satisfacción y funcionamiento familiar y marital. En particular, informaron que “...las parejas más satisfechas tienden a evaluar a sus familias como más cohesivas y más adaptables. Los hallazgos permanecen estables tanto para individuos como parejas de la misma manera a lo largo del ciclo de vida como en cada una de sus etapas... los hallazgos indican que la satisfacción está muy fuertemente con la cohesión y adaptabilidad familiares”.

Ellos encontraron también, sin embargo, una relación más moderada entre distancia del centro del M. Circumflejo (M.C.), y las mediciones de satisfacción familiar, de tal manera que la hipótesis curvilinear recibiría un apoyo parcial.

Olson y sus col. dieron dos explicaciones potenciales para estos resultados: (a) que las diferentes regiones del M.C. pueden ser más satisfactorios en diferentes etapas del ciclo de vida, o (b) que, en línea con la noción de Wynne y col. de seudomutualidad, las familias aglutinadas pueden ser menos capaces de expresar insatisfacción. Aunque ambas explicaciones son ampliamente plausibles. se debería puntualizar, en relación con la segunda sugestión, que las relaciones lineales no estaba significativamente reducida marginando parcialmente los efectos de la “convencionalidad” (deseabilidad social).

Sin embargo, hay una tercer posibilidad de explicación psicométrica. Un examen de los ítems críticos para la adaptabilidad en el Faces II revela que, al menos intuitivamente, algunos de los ítems deberían estar relacionados curvilinearmente con la satisfacción familiar, en tanto que otros estarían relacionados linearmente. Por ejemplo, los siguientes ítems estarían vinculados curvilinearmente: “nosotros cambiamos las responsabilidades de la casa entre los miembros de la familia”; “Nuestra familia intenta nuevas formas de resolver problemas”. En las familias rígidas, entonces, las responsabilidades nunca son cambiadas, y nunca se intentan nuevas soluciones. Las familias caóticas no mostrarían ninguna responsabilidad de rol ni habilidades para resolver problemas. Ambos extremos serían patológicos.

La escala de adaptabilidad, sin embargo, también incluye los siguientes ítems: “La disciplina es correcta en nuestra familia”; “Los miembros de la familia discuten los problemas y se sienten bien acerca de las soluciones”. Parece contraintuitivo suponer que las respuestas a estos ítems se relacionaría, sea a la satisfacción como a la salud, de una manera curvilinear.

Una complicación adicional surge de la contaminación que Olson y col. han rotulado “dimensiones facilitantes”. Se predice que las familias sanas darán puntajes altos en las dimensiones de Comunicación, Apoyo y Creatividad; en tanto que la disfuncionales puntuarán bajo. Sprenkle y Olson afirmaron que la creatividad “se asume tiene una relación lineal con el funcionamiento familiar”, y relaciona la creatividad a la teoría de Speer de la morfogénesis, o la tendencia de los sistemas sociales a “incrementar en complejidad y flexibilidad”. El problema reside en los sentidos conflictivos del término “morfogénesis”. Por una parte, Russell hace un paralelismo entre morfogénesis y creatividad, la cual está linearmente relacionada al funcionamiento familiar. Por la otra, ella reenfatiza que el M.C. de adaptabilidad, el cual está asentado sobre el concepto de morfogénesis, está relacionado curvilinearmente al funcionamiento efectivo.

Una posible modo de resolver esta dificultad es separar conceptualmente morfogénesis de morfostasis, haciéndolos aspectos complementarios de un proceso en lugar de polos opuestos de un continuo, y viendo el “centro” como una síntesis dialéctica, más que como un punto medio cuantitativo. Tal comprensión ha sido convincentemente adelantada por Melito, y da muestras de una similitud conceptual a las recientes discusiones de Olson sobre la noción de “equilibrio”, el cual será discutido separadamente. Esta solución parecería, sin embargo, socavar las bases teóricas de un continuo simple de adaptabilidad.

Volviendo de nuevo al Faces II, uno encuentra ítems como los siguientes: “Nosotros nos apoyamos los unos a los otros en los tiempos difíciles”; “decimos libremente lo que queremos”. El problema aquí pasa por saber si tales ítems pueden considerarse libres de contaminación de las dimensiones facilitativas del apoyo y la comunicación. Es ilógico incluir ítems que están linearmente vinculados al funcionamiento familiar, y después puntearlos curvilinearmente. Concretamente ¿Cómo podría una respuesta extremadamente alta concerniente al apoyo ser entendida? Debido a que el apoyo es una dimensión facilitativa, se podría decir que lo más apoyante es lo mejor. Medido a través del modelo Circumflejo en la dimensión de cohesión, sin embargo. un alto puntaje debería interpretarse como problemático. La confusión entre variables lineares y curvilineares contribuye a una ambigüedad en la interpretabilidad del instrumento.

Existe todavía otra posibilidad. Como fue sugerido por la discusión sobre Minuchin más atrás, parece más correcto interpretar cohesión como relacionada curvilinearmente, mientras que la adaptabilidad tendría una relación lineal al funcionamiento familiar. Si esto es verdad, cualquier interrelación entre las dos mediciones introducirá un factor de contaminación. Por ejemplo, Beavers, Hampson y Hulgus, han hecho notar recientemente que en su propio trabajo con el Faces II las escalas de cohesión y adaptabilidad estaban intercorrelacionadas en r=.6776; ellos concluyeron que “no hay evidencia para la ortogonalidad en estos constructos de sistemas familiares”. Un estudio por Kunce y Priesmayer usó un enfoque de análisis factorial para evaluar la independencia de las escalas de cohesión y adaptabilidad en el Faces II. Los ítems no pudieron agruparse apropiadamente en las dimensiones que ellos tenían el propósito de medir. Un después de reconstruir las escalas usando ítems con el factor más alto para ganar mayor consistencia interna, las escalas revisadas aún mostraban un alto grado de correlación. Los autores concluyen: “No fue posible construir escalas ortogonales...el modelo C. de Olson no encontró apoyo teórico”.

El propósito de renunciar como “explicaciones psicométricas” de la ambigüedad de ciertos hallazgos empíricos, sin embargo, no sugiere que el problema sea considerado puramente psicométrico para ser corregido por mayores revisiones del instrumento.

Olson ha desarrollado un nuevo instrumento, el Faces III, informado como conteniendo mejorías estadísticas sobre el anterior Faces II, y con un mayor grado de ortogonalidad entre las escalas. El punto de la discusión efectuada más arriba, no es simplemente criticar la construcción del instrumento, sino sugerir que la construcción de los ítems traiciona la presencia tanto de una comprensión curvilinear como linear de la adaptabilidad en la subsyacente teoría que el instrumento fue construido para medir.

Hacia un síntesis teórica

Para Lee(10), la distinción que permanece sin aclarar es la existente entre cambios en la estructura y capacidad para cambiar estructuras. Olson define su continuo morfostasis morfogénesis como reflejante del cambio ¿Pero qué clase de cambio? Si entendemos la adaptabilidad como la cantidad de cambio inherente dentro de la cambiante o procesal estructura de la familia, entonces la concepción curvilinear de Olson es válida; ni la familia que está constantemente cambiando ni la que nunca lo hacen podrían ser consideradas funcionales. Si, en cambio, consideramos la adaptabilidad más en línea con el pensamiento de Beaver, entonces el funcionamiento familiar saludable sería construido como directa y linearmente relacionado con la capacidad para cambiar como resulte necesario o, en los términos de Beavers, a “lo largo de un continuo de competencia”.

Esta distinción es fundamentalmente la misma que entre los teóricos sistémicos se ha denominado “Cambio 1” y “Cambio 2” o, más claramente, el cambio que ocurre dentro de los parámetros del sistema versus el cambio que ocurre en los parámetros del sistema.

Por lo tanto, Lee intenta reexponer, modificándolas, las relaciones entre las dos teorías de adaptabilidad y funcionamiento familiar. Por una parte, tanto un exceso como una pobreza de Cambio 1 en un sistema familiar es considerado disfuncional; éstas serían las familias que podrían ser rotuladas como caóticas y rígidas, respectivamente. Por lo tanto, el Cambio 1 puede ser concebido como relacionado curvilinearmente al funcionamiento familiar. Por otra parte, la capacidad para cambiar las estructuras sistémicas, un tipo de Cambio 2, es directa, no curvilinearmente relacionado a la salud familiar. Esta es en esencia la crítica de Beavers al sistema de Olson, el que la adaptabilidad es un Cambio 2, y no un Cambio 1.

Pero incluir componentes de Cambio 1 y Cambio 2 dentro de un mismo constructo, sin distinguirlos, es una violación a la Teoría de los Tipos Lógicos, y conduce a una confusión conceptual. Como hemos visto, la crítica tiene un particular significado respecto del instrumento Faces. Si la confusión de las variables curvilineares y lineares en el Faces está indicando una mezcla de Cambio 1 y 2, entonces el problema de la interpretación clínica surge señaladamente si ambos niveles lógicos son evaluados conjuntamente y contribuyen al mismo puntaje, entonces el conflicto de niveles podría conducir a una recíproca neutralización en las mediciones, y llevar el puntaje a un nivel más moderado. La literatura familiar está repleta con teorías que apuntan a la patogeneidad de los conflictos entre meta-niveles de comunicación. Debería ser más válido clínicamente, si fuera posible, separar ítems que evalúan diferentes niveles lógicos, e introducir un puntaje conflictivo. El fracaso en lograr esto puede conducir a un uso erróneo del Faces como herramienta de evaluación familiar.

Se debiera subrayar nuevamente que la dificultad no es simplemente psicométrica, sino teórica. Si el análisis efectuado más atrás en términos de Cambio 1 y 2 es correcto, entonces es necesaria ya sea una revisión y clarificación de la definición de Olson de adaptabilidad, o de su hipótesis curvilinear. La adaptabilidad no debería seguir siendo definida como capacidad para el cambio, en tanto la hipótesis curvilinear se mantenga. Verdaderamente, aunque la hipótesis curvilinear no ha sido abandonada, Olson se ha movido algo más lejos de su importancia, dirigiendo en cambio su atención hacia otros factores relacionados con la salud familiar, tales como la discrepancia entre los puntajes actuales y los ideales, y el encaje del tipo familiar según el M.C. en el ambiente social y cultural, así como las diferencias entre los puntajes de los diferentes miembros de la familia, todas ellas direcciones positivas. Sin embargo, la ambigüedad básica dentro de la teoría no debe ser soslayada. Esto no significa que el modelo debe ser abandonado, pero sí que sus elementos deben ser revisados.

Lee intenta, por lo tanto, distinguir entre dos nociones de adaptabilidad. Podemos rotular a esta dimensión en Olson como “adaptabilidad de primer orden” o “cambio”, mientras que el constructo de Beavers podría ser llamado “adaptabilidad de segundo orden” o “adaptabilidad negentrópica”. El énfasis puesto sobre el cambio como una característica de la estructura familiar es representado por la adaptabilidad familiar en el modelo de Olson. El foco sobre los cambios estructurales de segundo orden están representados por el eje vertical de la adaptabilidad negentrópica de Beavers. Estas dos dimensiones pueden ser consideradas como ortogonales para la extensión en que ellas funciones como niveles lógicos distintos. Es una cuestión abierta si medidas independientes adecuadas pueden o no ser construidas por ellas.

Como ha argumentado ya este autor en diferentes lugares de su artículo (Lee), el concepto de Cambio 2 está también presente en la discusión de Olson sobre el M.C., y la difícil coexistencia de estos dos niveles lógicos sin su delineación analítica puede conducir a confusión. A Lee le gustaría sugerir que la noción de Olson de dimensiones facilitantes es útil en este aspecto. A la fecha, él ha advertido su importancia, pero ha evitado integrarlos dentro de su modelo conceptual. Un reconocimiento de los elemntos de primer y segundo orden en un modelo revisado podría permitir la integración de estas dimensiones facilitantes, y crearía un vínculo entre las teorías de Olson y Beavers. Por ejemplo, la dimensión facilitante de la comunicación es un correlato importante de la interpretación negentrópica de la adaptabilidad. Un factor distintivo clave entre familias “severamente perturbadas” y “adecuadas” y “óptimas” es la claridad de su comunicación. Por lo tanto, la cualidad de la comunicación familiar podría servir como una importante variable vinculante entre los dos modelos.

La distinción entre meta niveles no falta ciertamente entre las fuentes de información de Olson sobre morfogénesis. Speer, por ejemplo, reconoce numerosas y diferentes formas de morfogénesis, que incluyen:

a) Cambios en las relaciones inter-componentes.

b) Cambios cualitativos en la naturaleza de las relaciones.

c) Cambios en los valores normativos, propósitos y criterios estándard.

d) Cambios básicos en las operaciones efectoras internas y externas.

e) La ascendencia de componentes o subsistemas con diferentes propiedades y atributos en la normatividad de la conducción del sistema.

Aunque Speer no usa la terminología de Cambio 1 y 2, es evidente que su concepto es mucho más denso y susceptible de análisis dentro de los niveles lógicos.

De manera similar, Wertheim tiene un modelo detallado de los procesos morfostáticos y morfogenéticos, los cuales de hecho usan la noción de meta niveles. Su distinción entre tipos de morfogénesis (espontánea vs. inducida) y de morfostasis (consensual vs. forzada) conduce a la posibilidad de estar alto o bajo tanto en la morfostasis como en la morfogénesis, dependiendo de qué tipo estemos observando. Wertheim sugiere que la adaptabilidad es un principio de orden más alto que gobierna las relaciones entre procesos morfostáticos y morfogenéticos: “Bajo condiciones normales, la relación entre morfogénesis y morfostasis es en sí misma dinámica y regulada por requerimientos adaptativos”.

En apoyo de la interpretación de Baevers, Wertheim caracteriza un “estado adaptativo final” hacia el cual se dirigen las familias, el cual se caracteriza tanto por la autonomía como por la competencia, términos centrales en el modelo de Beavers. Por lo tanto, un modelo de segundo orden de adaptabilidad es importante para un modelo de procesos funcionales familiares. “La extensión en la que el sistema familiar está integrado funcionalmente solamente puede ser evaluado a nivel de las metarreglas sistémicas”.

Una comprensión similar puede obtenerse del trabajo de Sigafoos, Reiss y col. Ellos esperaban encontrar correlaciones entre las dimensiones del M.C. de Olson y el Modelo Paradigmático de Reiss, y no encontraron nada. Los autores explicaron estos resultados como debidos al contexto de la investigación, que comunicaba a los miembros de la familia el sentido de sus respuestas a los instrumentos de medición, por lo tanto permitiéndoles definir sus relaciones a la familia como deseadas. Olson replica que la falta de correlación se debe a las diferencias metodológicas entre el conductual Card Sort Procedure de Reiss, y el autoinforme del Faces. Sigafoos y Reiss aseguran, sin embargo, que el mismo problema de pragmática concurre en ambos instrumentos. Este diálogo ilumina otra área en la que la distinción entre meta niveles es útil. Por una parte, se asume que instrumentos tales como el Faces están midiendo algunos aspectos de la interacción familiar, tal como la adaptabilidad. Como ya se ha argumentado aquí, no está siempre claro si es una adaptabilidad de primer o segundo orden la que está siendo evaluada. Más allá de esto, sin embargo, Sigafoos y col introducen otro meta-nivel, a saber, que la percepción de los respondientes del sentido de sus respuestas a los test, en el contexto social del ambiente de investigación, contamina la interpretación de orden más bajo de las respuestas a los test como indicadores de la interacción familiar.

El reconocimiento de los metaniveles en la discusión de la adaptabilidad ayuda a clarificar la discusión de Olson en relación con la noción de “equilibrio”. La salud familiar en el modelo circumflejo es equiparada con el balance en cada una de las dimensiones, pero el balance no es equivalente a puntajes moderados. Como lo han establecido Olson, Russell y Sprenkle: “Ser balanceado significa que la familia puede experimentar los extremos sobre la dimensión cuando esto es apropiado, pero ellos no funcionan en esos extremos por mucho tiempo... Inversamente, los tipos extremos de familia tienden a funcionar sólo en los extremos y no están motivados para cambiar esta situación”.

Por lo tanto, “equilibrio no refleja un “significado dorado” o una teoría de la “moderación” sino un cribado y un movimiento atrás y adelante sobre esta dimensión”.

Para evaluar el nivel del funcionamiento familiar se requiere, por lo tanto, algo más que una simple medición de su ubicación en el M.C. Las mediciones simples nos proporcionarían sólo una fotografía de la familia y nos daría ninguna indicación de su movimiento a lo largo del tiempo. De nuevo, aquí no es primordial la cuestión psicométrica. El punto es que, introduciendo las variables de tiempo y movimiento, las relaciones lógicas del funcionamiento en “altos” o “bajos” niveles de adaptabilidad de la familia se alteran. Esto conduce a la necesidad de refundir la adaptabilidad en por lo menos dos dimensiones: una diacrónica y otra sincrónica. La dimensión sincrónica, como se ha sugerido, es la adaptabilidad concebida como cambio. La dimensión diacrónica es la adaptabilidad concebida como capacidad para el cambio, que se manifiesta en movimientos sobre el M.C. en respuesta a factores históricos.

La introducción de una dimensión de adaptabilidad de segundo orden ayuda a reconciliar otras dificultades conceptuales del M.C., en tanto abre un canal para poder sintetizar los modelos de Olson y Beavers. Este último y Voeller, por ejemplo, critican el uso, por parte de Olson, de los términos de Bowen; no es verdad que la teoría Boweniana ubique la diferenciación del self sobre un continuo de cohesión entre divorcio emocional (punto de corte) y fusión emocional (masa familiar yoica indiferenciada). El problema es que la diferenciación es cualitativamente y evolutivamente diferente que los otros dos estados. Lo mismo podría decirse de los otros dos constructos que Olson emplea en su descripción de la dimensión de la cohesión. En la teoría de Minuchin, la claridad de límites es cualitativamente diferente que el aglutinamiento o el desligamiento. El concepto de Wynne de mutualidad es claramente distinto, dinámicamente, ya sea de la seudomutualidad o de la seudomutualidad. La “familia sensible al ambiente” de Reiss es funcional; la “sensible a la distancia” y la “sensible al consenso” tienden a serlo menos. El punto es que las diferencias entre los tipos dentro de cada teoría no pueden ser atribuidas a meras variaciones de cantidad sobre una variable individual. Siguiendo a Melito, los estilos más adaptativos son síntesis evolutivas de orden más alto y no puntos medios de un continuo. Por lo tanto, los niveles “moderados” de cohesión en el M.C. de Olson pueden ser vistos como siendo más altos sobre la dimensión de la adaptabilidad negentrópica. En la cita de Olson más arriba, éste reconoce que las familias extremas tienden a permanecer en ese estado. Esto puede ser comprendido interpretando la cohesión y la adaptabilidad de primer orden como indicativa del estilo familiar y por lo tanto correlacionando más estrechamente con las dimensiones estilísticas de Beavers y su reconocmiento de que las familias en los extremos del estilo tienen menor adaptabilidad negentrópica.

Tomemos como ejemplo las familias que puntúan como “caóticas” sobre el M.C.. Si estos patrones familiares deberían o no ser considerados patológicos no puede ser resuelto solamente por las premisas de primer orden. La cuestión no es simplemente: “¿Son ellos caóticos?”, sino, en un sentido de segundo orden: “¿podrían ellos ser alguna otra cosa si la situación lo demanda?”. La primera cuestión tiene que ver con el estilo, la segunda con capacidades de la familia para ser flexible ante demandas internas y externas de cambio. La relación de estilo entre salud-enfermedad no es directa, sino medida por la asociación encontrada por Beavers entre extremos estilísticos y un empobrecimiento de la adaptabilidad negentrópica. Bajo esta luz, es interesante hacer notar la siguiente cita del artículo más reciente de Olson sobre el M.C.: “En contraste con la relación curvilinear encontrada en las dimensiones (del M.C.) de los problemas familiares, parece haber una relación linear entre cohesión y cambio (adaptabilidad) en el funcionamiento familiar con familias “normales”.

Las cantidades de afirmaciones de Olson para el reconocimiento de que las familias normales difieren unas de otras en algunas otras dimensiones distintas de aquellas que mide el Faces mismo. Esto abre la cuestión, por ejemplo, de qué manera datos como los obtenidos por Rodick y col, no son interpretados. ¿Difieren las familias delincuentes de las que no lo son en las relaciones entre sus niveles del M.C. de adaptabilidad y salud? Esto requiere más investigación. Estando pendientes éstas, Lee aduciría que si una tercer dimensión se reconoce, entonces, a) La cita de Olson mencionada más arriba está de acuerdo con los hallazgos de Beavers sobre las relaciones entre estilos extremos y patología, y b) La tercer dimensión puede ser comprendida como adaptabilidad de segundo orden, negentrópica.

Esto no significa, por supuesto, que la especificidad de la dimensión estilista en el modelo de Beavers esté más allá de todo reproche. Por ejemplo, Stierlin, del cual Beavers ha tomado prestados los rótulos estilistas de familias “centrípetas” vs. “centrífugas”, escribe que “tanto la seudomutualidad como la seudohostilidad representan intentos a soluciones de conflictos centrípetos”. Dinámicamente, esto es porque los estilos relacionales seudomutuales y seudohostiles comparten la meta común de oscurecer niveles más profundos de conflicto, por lo tanto intentando preservar al conjunto. Esto apunta a la posibilidad de todavía otra dimensión. Para intentar considerar todos los niveles de análisis, sin embargo, se debería hacer un modelo excesivamente complejo. Debe ser suficiente apuntar que el agregado de una adaptabilidad de segundo orden es la revisión mínima necesaria para un enfoque de congruencia conceptual entre los modelos de Beavers y Olson.

Otro modelo de proceso, más inclinado hacia las familias normales, es la tipología establecida por Kantor y Lehr, de estructuras abiertas, cerradas y aleatorias. Este modelo difiere del de Beavers porque no concibe las familias disfuncionales como pertenecientes a diversos tipos o niveles, sino que las toma, en cambio, por variaciones defectuosas de tipos normales. Kantor y Lehr suponen que se puede catalogar a las familias según una elección de distintos ideales homeostáticos, o maneras de enfocar el equilibrio y el cambio. La estructura de la familia se deriva del tipo de organización homeostática adoptada, y no constituye una pieza invariable en su arquitectura. Las formas defectuosas también se derivan de tal ideal, y difieren en consecuencia. Serían las siguientes:

1-Familias cerradas (equivaldría a un régimen político autoritario). Son sumamente estructuradas, jerárquica y gobernada por reglas; el individuo queda subordinado al grupo. En su versión defectuosa se convierte en una cáscara rígida y hueca, y si se desarrolla una “escapada”, esta cáscara puede romperse cuando los individuos se muestran rebeldes y violentos, a veces hacia las demás, otras en contra de sí mismos.

2-Familias aleatorias (equivaldrían a una organización anarquista). En ella se atribuye una gran importancia a la individualización personal. “Hacé la tuya” parece ser la norma; hay pocas reglas y se presta poca atención a los límites. En la versión defectuosa, esta familia se vuelve totalmente caótica; se adueñan de ella la turbulencia, el capricho y la contradicción. Sin embargo, las luchas de miembros personales por establecer algún tipo de control pueden terminar a un cambio a un sistema autoritario, cerrado, o bien ocurrirán fragmentación y dispersión, o intervendrá, una vez más, una autoridad exterior para adueñarse de la situación.

3-Familias abiertas (equivaldrían a sistemas democráticos). Parece un puesto medio entre los dos estilos anteriores, equilibra el orden con la flexibilidad y los derechos del individuo con los del grupo. En su versión defectuosa, este tipo de familia tiende al cisma y al divorcio. El conflicto más típico resulta de la toma simultánea de características contradictorias de los dos sistemas anteriores, los cuales al entrar en colisión, producen tensiones, y conducir a un callejón sin salida.

Estos tres grupos no existirían en forma pura, pero según Kantor y Lehr creen que las familias tienden a agruparse en torno a estas tres categorías.

Gale y Barker(8) tomando aspectos de la “teoría de la regulación de distancia” de Kantor y Lehr realizaron una investigación que condujo a la elaboración de un modelo. En una primer etapa trataron de identificar constructos. Tomaron un grupo de nueve estudiantes que estaban familiarizados con la teoría de Kantor y Lehr y se les pidió que escribieran frases descriptivas, y que luego identificaran dentro de que variable (poder, afecto y sentido) de la teoría de Kantor y Lehr podía dicha frase inscribirse. Otro conjunto de frases fueron obtenidas de diez miembros de las familias de los investigadores (con edades que iban desde los 13 a los 50 años). Estas frases fueron subsiguientemente clasificadas por los investigadores. El procedimiento, que inicialmente generó 205 frases, fué luego depurada y se redujo a sólo 52 frases o “constructos” que se enlistan al final, en el anexo 2.

Dentro de esos 52 constructos hay 24 frases de sentido (valores del hogar, por ejemplo); 12 de poder (“toma la mayoría de las decisiones”) y 14 de afecto (“es amoroso”). Elo cuestionario proponía que cada miembro de la familia se asignara puntaje a sí mismo y a todos los otros, en cada uno de los constructos, tomados separadamente. Se asignaba al miembro rankeado como más alto el puntaje(1), al siguiente el(2) y así sucesivamente hasta completar la cantidad total.

Además, después de cada ítem se les pidió a los encuestados que repitan la tarea, pero colocando a cada miembro a lo largo de una escala análoga para cada descripción, por lo tanto repitiendo el ranking, pero expresando diferencias en términos de proximidad o de distancia sobre la escala. Esto permitía a los respondientes acercar o separar a los miembros de la familia sobre un constructo particular y también indicar el grado en el que el constructo se aplicaba. Todos los sujetos fueron instruidos sobre no consultar a los otros miembros de la familia. Se requiere alrededor de una hora para completar el cuestionario. Este puede ser llevado a su casa por los encuestados y traído después de completarlo. Sin embargo sería preferible en la práctica de la terapia familiar pedirles a los clientes que completen los cuestionarios bajo supervisión, para prevenir intercambios.

Para este estudio fueron utilizadas cuatro familias que contenían entre cuatro y cinco miembros.

Dentro de la teoría de regulación de la distancia, todas las acciones o eventos dentro del espacio psicosocial de la familia son clasificables, en principio, en término de seis dimensiones, las tres dimensiones blanco y las tres dimensiones accesorias: espacio, tiempo, y energía (Kantor y Lehr, 1975). Un paquete que tome todas las variables en cuenta es por lo tanto preferible. Existe un programa de computación, el GAB.

Desarrollar este sistema en detalle permite ver las posiciones relativas de los miembros de la familia entre sí y, además, inferir las razones de la distancia.

El énfasis puesto en el proceso más que en la estructura (o, por lo menos, no solamente en ella) encuentra además fundamento en el hecho de que las posibilidades de cambio se hallan más factibles cuanto mayor sea el desorden y la descomposición (recordar, en “epistemología” las extrapolaciones a partir de Prigogine)(3).

Hoffman, en base a esto, propone un modelo que ella llama “Platos en Espiral de Organización Familiar”. (Fig. 9)

Esta autora partió de la idea de que entre el polo desligado y el aglutinado se encontraba la mayor parte de las familias, y que éstas no tenían una tipología adecuada que las expresara. Todas las familias deben tener alguna especie de estructura, y todas deben experimentar con el cambio.

Una excelente medida para saber si una familia está funcionando bien, sea cual fuere su categoría básica, es si puede avanzar hacia el polo desligado o aglutinado, dependiendo de lo que le sea útil en cada momento. La estructura aglutinada, que puede ser apropiada en la fiesta de Nochebuena, puede ser inapropiada cuando el adolescente quiere ir a bailar en la madrugada del 1º de año. Las etapas de la vida son consideraciones importantes, así como las etapas de la carrera de una persona.

Pero el problema principal de los retículos o cuadrículas es que no ofrecen una clave de porqué una familia sufre un cambio súbito. A menudo ocurre que una familia o un grupo, que ocupa el fin fragmentado de un continuo supuesto, produce individuos que caen en un formato excesivamente “aglutinado”, caracterizado por fantasías compartidas, reacciones paranoides, y delirios de grandeza: recordar lo que pasó con el Tercer Reich. Otro ejemplo es de las patotas o pandillas, altamente estructuradas, que están constituidas por individuos provenientes por familias totalmente desorganizadas.

Todo esto lleva a Hoffman a afirmar que lo que hace falta en las tipologías es la imagen del movimiento.

Estas ideas le sugirieron un modelo basado en una serie de discos en una cascada en espiral (fig.15).

Puede verse aquí a las familias como grupos con características contrastantes o mixtas: cada grupo se encuentra en distintos niveles de “evolución”. Podría argumentarse que los grupos desligados o aglutinados (centrífugos o centrípetos) pueden encontrarse en el extremo inferior de un grupo de niveles organizado de acuerdo a su adaptabilidad. Las familias que representan un extremo en cualquier categoría llegarían a extinguirse, o los individuos tenderían a fracasar. Y de otro modo, como se ha señalado, una persona de una familia centrífuga caería súbitamente en el lado autoritario del nivel siguiente. Yendo en la dirección opuesta, una familia de inclinaciones bohemias puede producir individuos cuyas familias, en el nivel inferior, puedan parecer confusas o aglutinadas.

Además, en cada nivel existe una posibilidad de pasar de un estilo a otro; algunas familias oscilan entre centrípetas y centrífugas según la circunstancias y la necesidad, y algunas muestran una mezcla en la que un subsistema familiar es muy rígido, y otro es muy laxo. Las variaciones son infinitas.

Aparece aquí un concepto, hasta cierto punto, sorprendente: el del cambio discontinuo.

Desde luego, puede haber un desarrollo, de un paso a otro al otro del mismo nivel; pero pasar de un plato al otro requiere una reorganización tan total que llega a representar una discontinuidad.

Otro concepto importante queda implícito en la espiral. El movimiento nunca es realmente circular, ya que ni siquiera los ciclos odanzas más estáticas de las familias regresan nunca a la línea uno. La palabra “espiral” sugiere un movimiento de final abierto. Aun si una familia es atrapada en una gama muy estrecha, en el extremo centrípeto, puede haber movimiento hacia el estado mixto en el mismo plato, o un salto de tipo radicalmente nuevo y distinto de organización en otro plato, en una especie de doble hélice.

Por desgracia, esta figura tiene -incluso para su misma autora- una falla intrínseca. Sugiere una escala al cielo, en una alusión hacia formas intrínsecamente superiores. En psicoterapia, encontramos la misma idea en teorías que subrayan los viajes del alma hacia objetivos finales, como la autonomía o la autorrealización. Malo sería crear una tipología de las familias basada en el mismo modelo de progreso infinito (comentario de Hoffman).

Una condición final es que cuando creamos un cierto tipo de tipología, violamos la riqueza de las combinaciones que nos ofrece la naturaleza.

Tipología familiar y drogadicción

Friedman y col.(11) han analizado 96 familias de drogadictos aplicando el modelo de Olson. El objetivo principal de este estudio era investigar cómo los terapeutas familiares perciben a las familias de adolescentes abusadores de drogas, considerando las dimensiones de “cohesión” y “adaptabilidad” del M.C., y comparar los resultados con los modos en que esas mismas familias eran percibidas por sus miembros (padres, madres, adolescentes abusadores). El objetivo secundario era caracterizar y clasificar a las familias de adolescentes abusadores de droga, según el M.C. de Olson, y compararlos con las clasificaciones que han sido obtenidas por familias que tienen otros problemas diferentes al de la droga.

Comparación de las percepciones del terapeuta con las de la familia

La “perspectiva interna” de la familia (derivada de autorelatos o autoinformes de sus miembros acerca de su funcionamiento familiar) se ha encontrado que difiere y se halla en conflicto con la perspectiva externa de la familia, es decir, de las personas que están fuera de la misma. Ya habíamos visto, a través del artículo de Lee, una comparación entre los sistemas de Olson y de Beavers, y todas las dificultades emergentes para su integración y equiparación. Además de las diferencias allí señaladas, Friedman hace notar otra, y es que modelo Olson surge de escalas autoadministradas, mientras que el Beavers es tomado, “desde afuera” por expertos. En el estudio de Friedman y col. se utilizaron dos escalas provenientes del modelo de Olson: el Faces II, y la Escala de Rating Clínico para el M.C. de Olson.

Green y sus colegas han hecho notar que aún cuando Olson y Beavers coinciden en que la adaptabilidad y la cohesión representan dimensiones salientes de la vida de la familia, sugiriendo de este modo que ambos modelos pueden estar refiriéndose a las mismas ideas, ellos difieren en los supuestos respecto de la salud de la familia, uno de ellos es un supuesto lineal, y el otro es curvilinear. El modelo de Beavers describe a la vida familiar como existente en un continuo infinito lineal de competencia y enfatiza así el potencial ilimitado para el conocimiento. En cambio, para el M.C. el funcionamiento óptimo de la familia se logra cuando alcanzan un equilibrio, o punto medio entre los extremos disfuncionales de la adaptabilidad y cohesión. Para la adaptabilidad, estos extremos consisten en un caos (mucho cambio) en un extremo del continuo curvilinear, y rigidez (demasiado poco cambio) en el extremo opuesto. De manera similar para la cohesión, el equilibrio familiar se encuentra entre los extremos del desligamiento y del aglutinamiento.

Olson notó que las familias aglutinadas que obtuvieron puntaje anormalmente alto en cohesión habían informado asimismo niveles altos de satisfacción familiar, y sugirió a que esto se debía a su incapacidad para admitir insatisfacción. Beavers, en cambio, sostenía que la cohesión definida operacionalmente en un autoinforme puede -probablemente será así- tener poco o nada que ver con definiciones clínicas u observacionales. Esto lleva a la confusión de asumir que esas familias que obtienen puntajes altos en un autoinforme rotulado cohesión son “aglutinadas” o “seudomutuales”. Estos conceptos han ganado valor y actualidad por ser derivados del trabajo clínico; tienen significado clínico y significación”.

Dadas estas diferentes afirmaciones, Friedman y col. planearon un estudio con el fin de comparar las percepciones de los terapeutas familiares con los autoinformes de los miembros de la familia, en las mismas dos dimensiones.

Es ampliamente posible que la cohesión familiar o “cohesividad”, tal como está medida en el Faces II sea un concepto diferente del de “sobreimplicación” en la familia, tal como hacen referencia los terapeutas de familia y los clínicos. Un problema clave al aplicar el Faces aparece cuando se trabaja con ciertos tipos de familia. Por ejemplo, en una familia donde existe una coalición transgeneracional entre la madre y el hijo, podemos encontrar alta cohesión entre ellos dos, pero no con el padre, que se encuentra marginado. En el Faces, los miembros de esta familia pueden informar a la familia, como una totalidad, como “desligada”. Por ejemplo, la familia podría estar de acuerdo con el item Faces II: “Los miembros de la familia hacen cosas por pares, más que como familia total”, y esta respuesta sustraería del puntaje de cohesión. Un terapeuta familiar, por otra parte, puede estar impresionado por la intensa y estrecha relación diádica entre el hijo adolescente y la madre, y considerar que esta familia tiene difusos límites intergeneracionales y verla como aglutinada.

Es un concepto central del modelo estructural de la terapia familiar, que la patología (disfunción familiar, síntomas) se espera que ocurran cuando la familia es demasiado aglutinada, faltando diferenciación subsistémica; o cuando es demasiado desligada (faltando suficiente conexión entre los subsistemas).

La idea de que demasiada cohesión, o unión de una familia, no es muy buena, o es demasiado buena, se relaciona con el concepto de seudomutualidad (o seudoreciprocidad), ego indiferenciado y sobreimplicación de las familias, la cual interfiere con los procesos de individuación y desarrollo de la autonomía de los miembros más jóvenes. Esta parece ser la base para considerar la dimensión de la cohesión como curvilinear en el Faces. Un problema con este concepto es que no es la “cantidad” o frecuencia de la familia haciendo cosas juntos o decidiendo juntos soluciones a los problemas, sino el tipo y calidad (o cualidad), de cada interacción que ocurre, la que es parcialmente determinada por emociones ocultas, tendencias psicodinámicas y necesidades de cada miembro de la familia. Las claves para la “aglutinamiento” son probablemente más sutiles, y adoptan formas de conducta más extremas e inusuales que aquéllas representadas por los ítems específicos del Faces-II. Si cualquier ítem por sí sólo no describe la conducta de una familia o de un modelo de familia que es en sí mismo disfuncional o patológico, no debería importar cuántos ítems la familia reporta como sus características, o cuán frecuentemente sus miembros se comprometen en esas conductas; y un puntaje de “cohesión” extremadamente alto no representará, según Friedman y col. ,una patología o disfunción. Esta es la razón por la que este autor-de la misma manera que Lee(10) y otros, cuestionan la curvilinealidad del M.C.

En muchas familias, tendencias hacia la identificación proyectiva, sobreprotección, intrusividad, etcétera, son a menudo disimuladas o encubiertas bajo formas aparentemente saludables de acercamiento, cohesividad, intimidad, unión y amor, y pueden ser difíciles de distinguir. Indudablemente muchos miembros -especialmente padres- no hacen bien estas distinciones, como tampoco la hacen del todo bien los ítems del Faces. Puede llevar varios encuentros con una familia a un clínico experimentado para realizar tales distinciones.

Aproximadamente todos los ítems que sirven de soporte al factor de cohesión en el Faces, suenan saludables para la mayoría de los que responden. Esto es apoyado por el hecho de que los miembros tienden a lograr altos puntajes cuando se les pide que respondan a preguntas tales como “idealmente ¿como le gustaría que sea su familia?”. Estos ítems suenan saludables -en su mayor parte- también a los clínicos. Ningún ítem por sí solo suena claramente patológico. Por ejemplo, no hay ningún ítem en el Faces II que refleje la indefinción de los límites del Yo entre los miembros de la familia, la cual es una de las mediciones clave de la excesiva unión o aglutinamiento familiar usado en la Escala de Evaluación Familiar de Beavers-Timberlawn. Una manera de ilustrar este punto es la siguiente: una amiga se encuentra con una hija adolescente y su madre, y le hace un cumplido a la hija por algún logro o algo que hizo bien, y la madre pronto contesta: “Sí, nosotros hacemos las cosas bien en nuestra familia”. La manera en que esta madre se relaciona, no será fácil de ver en un ítem corto en una escala de autoinforme o autoevaluación.

Familias de adolescentes abusadores de drogas

Los conceptos de “aglutinamiento” y “desligamiento” pueden ser también aplicados a las familias con hijos drogadictos, como también se hace con otro tipo de problemas. El hallazgo de “falta de unión” y de “bajo apoyo parental percibido” en familias de adolescentes abusadores de drogas, podría sugerir que hay un bajo grado de cohesión y vínculo emocional en esas familias. Otras observaciones conducirían a pensar que hay una falta de límites integeneracionales claros, y que algunas familias tienden a ser aglutinadas.

En aquéllas familias en las que hay un más alto grado de control parental, una elevada ambición de logro con su consiguiente alto nivel de expectativas, donde hay actividades compartidas, hay una probabilidad más baja de consumo de drogas. Si cualquiera de estas actitudes es exagerada, entonces lo inverso puede ser realidad. Estas actitudes parentales de sobreprotección, pero de excesivas e inefectivas demandas pueden conducir o perpetuar el abuso de drogas.

Noone y Reddig encontraron que mientras los abusadores de droga y adictos tienen “falsas separaciones” de sus familias de origen, la mayoría mantiene lazos inseparables, o muy cercanos.

Stanton y Todd observan que el abuso de drogas suele iniciarse en la adolescencia(16). Está vinculado con la crisis de separación, que involucra cambios más o menos rápidos e importantes en la vida familiar. El joven tiene nuevas conductas, busca la autoafirmación, el desarrollo de relaciones sexuales y abandona el hogar.

Para Kandel y col. habría tres etapas en la “carrera adictiva”. La primera es el uso de alcohol, y sería un fenómeno social. La segunda ya implica el uso de marihuana y está influido por los pares. La tercera, que ya involucra el uso de otras drogas ilegales, parece depender de la calidad de las relaciones padres-hijos, que de otros factores. Se concluye que el abuso de drogas más serio es un fenómeno familiar, lo que se corresponde con la observación de Blum, de que mientras la familia está fuerte, la influencia de los pares es prácticamente nula.

Se han publicado algunas características de las familias adictas. En aquéllas donde el adicto es varón, se describe una madre sobreprotectora, indulgente, “pegoteada”, abiertamente permisiva para el adicto, quien a menudo es un “malcriado”. La madre suele decir que éste fue el “más bueno” y el “más fácil de criar”. Al parecer, el padre es descrito como distante, desapegado, débil o ausente. Las relaciones padre-hijo son descritas como malas, con una disciplina ruda e incoherente, especialmente entre adictos pesados. Para Schwartzman habría dos tipos de padres: un “hombre de paja”, autoritario y violento, pero fácilmente controlado por la madre, y un tipo distante que está claramente en segundo lugar después de la madre en lo concerniente al poder dentro de la familia. Los hermanos de los adictos masculinos suelen tener mejor relación que éste con el padre.

En contraste con los varones, las adictas mujeres suelen estar en abierta confrontación con la madre (a quienes consideran sobreprotectoras y autoritarias) y descalifican a sus padres, a los que suelen caracterizar como ineptos, indulgentes, sexualmente agresivos y a menudo alcohólicos (esto también pasa con los varones adictos). La probabilidad de incesto es mucho mayor que lo normal, con cifras que rondan el 90% en estudios americanos.

Se señala una alta incidencia de privación parental para familias de ambos sexos, las que con frecuencia han experimentado la pérdida -con mayor probabilidad del padre- de un progenitor, antes de los 16 años. Estas estadísticas han cambiado en los últimos años, siendo las estructuras familiares más comparables con las estándar.

Los contactos adicto-familia son acentuados. Pese a los alardes de independencia, la mayoría de los adictos permanecen muy pegados a su familia de origen. Aunque no vivan con los padres, tal vez vivan en las cercanías. Esto es más cierto en los adictos a la heroína, en donde el rasgo es estadísticamente significativo en relación a los “normales”, a otros pacientes psiquiátricos, o abusadores de polidrogas. El 64% de los adictos a la heroína entablan por lo menos un contacto telefónico diario con al menos uno de los progenitores; para los de polidrogas es del 51% y para los normales el 9%. Esto parece ser un fenómeno universal, porque idénticos patrones se han encontrado en Puerto Rico, Italia, Inglaterra y Tailandia. En resumen, parece que al menos dos tercios de los adictos masculinos de menos de 35 años viven con la gente que los crió y el 80-85% mantienen al menos un contacto semanal con estas figuras parentales. Se ha observado con tanta frecuencia este patrón, que los terapeutas familiares son escépticos cuando el adicto dice que no ve a sus padres con regularidad, cosa que a veces hace para protegerlos.

Esta apego excesivo no debe tomarse como indicador de disfunción, por sí solo; hay grupos étnicos donde esto es lo usual. Más importante es la estructura y funcionamiento de tales familias, también se debe prestar atención al ciclo de vida familiar.

No obstante, se encontró que los adictos que se volvían abstemios no vivían con sus padres, condición que parecen compartir con las anoréxicas: según varios autores, es factor de buen pronóstico para estas últimas que dejen el hogar. Zahn y Ball afirman que la cura se asociaba con no vivir con padres ni parientes, ya que hay una correlación entre vivir con los padres y la continuación del uso de drogas.

El adicto forma a veces familia, en donde repiten en cierto modo los patrones de interacción de su propia familia. Muchas veces ambos son adictos, aunque es más común que uno o ninguno lo sea en principio de la relación. Si la relación se formó durante la adicción, tiene más probabilidades de disolverse después del tratamiento que si se formó en otro momento. Las esposas no adictas tienden a colaborar con el tratamiento más que las adictas. La tasa matrimonial de los adictos es la mitad de lo esperable, pero el de las uniones múltiples lo supera holgadamente. Hay maniobras ocultas de las familias de origen tendientes a hacer fracasar estas uniones, y hacer regresar al adicto “al seno del hogar”.

Vamos a analizar el modelo de Stanton y Todd. Antes, veremos los elementos que componen tal modelo.

1-Miedo a la separación: Se vio que cuando un adicto se encamina hacia el éxito (curándose, avanzando en la vida) estos logros lo llevan inexorablemente a la separación de la familia. Cuando estas cosas (positivas para el adicto) ocurrían, algo malo pasaba con la familia (separación de los padres, desarrollo de síntomas por parte de un progenitor, o un hermano se convertía en problema) Ante esta situación, el adicto retomaba su conducta de fracaso, y el problema familiar se resolvía. Se observó este patrón con tanta frecuencia que se hizo evidente que el adicto no sólo tenía que separarse de la familia, sino que ésta tenía que aprender a dejarlo libre. Se trataba de un proceso interaccional e interdependiente donde el fracaso del adicto cumplía una función que permitía la unión familiar. La familia “necesitaba” al adicto, tanto, por lo menos, como éste a aquélla. La amenaza de abandono se intensifica en la adolescencia, cuando intereses sexuales y sociales sacan al adolescente del núcleo familiar. En consecuencia, la presión para que no se vaya es tan grande que la familia soporta (y hasta alienta) terribles indignidades, tales como mentiras, robos y la vergüenza pública que el adicto genera, en vez de adoptar una posición firme. También tiende a protegerlo de agentes externos, tales como los pares o el vecindario, y otros sistemas sociales, a los cuales proyecta la culpa por el problema del hijo.

2-Elección de los síntomas: Si encaramos la adicción no sólo como una predisposición biológica o como consecuencia de presiones y circunstancias sociales, sino como un fenómeno familiar, debemos preguntarnos en qué difieren estas familias de otras. También cabe preguntarse en qué difieren estas familias de otras. También cabe preguntarse porqué se elige este síntoma, y qué función cumple.

Si comparamos la adicción a drogas con otros trastornos, aparecen datos significativos. En primer lugar, estas familias se parecen a otras, en el sentido de que los síntomas sirven para:

a) Evitar conflictos con los padres y

b) Otros problemas estructurales familiares.

Sin embargo, parecen diferir de otros en varios aspectos, tales como:

a) Existe evidencia del uso de tóxicos a través de las generaciones, tales como el alcohol, además de otras conductas adictivas, como el juego, o mirar televisión. Tales prácticas configuran un “modelo” para los hijos y pueden convertirse también en “tradiciones familiares”.

b) Se han comparado las estructuras familiares de los adictos con las de los esquizofrénicos y de los pacientes psicosomáticos. A diferencia de éstos, los adictos tienden a formar fuertes relaciones externas y a refugiarse en ellas a raíz de conflictos con la familia de origen, al menos transitoriamente, cosa que los otros grupos no hacen. La ilusión de independencia, por lo tanto, es mayor en los adictos que tienen una subcultura con la cual relacionarse.

c) En comparación con los otros dos grupos mencionados, la familia de los adictos tienden a la expresión de los conflictos en forma más directa y primitiva.

d) Las coaliciones entre los miembros de la familia (por ejemplo, entre el adicto y la madre) son muy explícitas y pueden ser visualizadas por los demás miembros de la familia. Las familias de este tipo suelen ser descritas como “muy unidas” y revelan un alto grado de conducta nutricia (incluso infantilizantes)

e) Las madres de los adictos revelan prácticas más “simbióticas” en la crianza, y necesidades más “simbióticas” que las madres de esquizofrénicos y normales. Attardo comparó estas tres clases de madres en una escala de separación-individuación que intentaba mensurar la tendencia a usar esta clase de relación con los hijos. También se administró una escala intrapsíquica. Los tres grupos tenían niveles simbióticos similares desde el nacimiento hasta los cinco años. En el grupo por edad de 6-10 años, ya las madres de drogadictos obtenían puntajes significativamente más altos que los otros dos. En el grupo de 11 a 16 años, las madres de los drogadictos estaban significativamente más altas que las otras dos, y las de los esquizofrénicos más que los normales. La escala intrapsíquica reveló que las madres de adictos tenían más necesidades simbióticas que los otros dos grupos. Estos hallazgos implican que, en comparación con las madres de normales y de esquizofrénicos, estas madres tenían una atascamiento en edades tempranas de la crianza, y tienden a aferrarse a los hijos y tratarlos como si fueran menores de lo que son.

f) Las familias de los adictos revelan un predominio de temas relacionados con la muerte y con muertes prematuras, inesperadas o repentinas en el seno de la familia.

g) El síntoma de la drogadicción suministra una forma de seudoindividuación, en diversos niveles.

h) Parece importar cierto papel la aculturación y la disparidad cultural padres-hijos. La tasa de adicción entre hijos de inmigrantes es tres veces más alta que entre los mismos inmigrantes. Para intentar comprender este fenómeno, Vaillant trazó varias hipótesis: 1) Los padres inmigrantes sufren la tensión emocional de la adaptación a un nuevo ámbito. 2) Las circunstancias de la migración pueden tener que ver con la inestabilidad parental, y 3), la madre migrante, separada de sus propios lazos familiares, puede ser incapaz de satisfacer las necesidades emocionales de quienes dependen de ella, y sin embargo experimentar una dificultad mayor que la media para permitir que sus hijos logren la independencia(5), se puede agregar que los padres inmigrantes enfrenten la “pérdida” de la familia que dejaron en su cultura original, además de sufrir posibles sentimientos de culpa o deslealtad por haber dejado a sus familiares. En todo caso, parece que muchos padres migrantes tienden a depender de los hijos en lo concerniente al respaldo emocional y de otros tipos, se aferran a ellos y se aterran cuando el hijo llega a la adolescencia e inicia la individuación.

El abuso de drogas le permite al adicto estar simultáneamente cerca y lejos, adentro y afuera de su hogar, competente e incompetente. Esta es la seudoindividuación o falsa individuación. Parece razonable asumir que el miedo o resistencia por parte de los padres respecto de la separación del adolescente, estará vinculada a una tendencia al aglutinamiento, más que al desligamiento -a pesar del patrón “dentro” y “afuera”, porque sus esfuerzos de individuación han fracasado.

En un estudio efectuado a madres de adictos a heroína, Kaufman y Kaufman encontraron, por medio de observaciones de clínicos experimentados en una serie de sesiones de terapia familiar, que el 88% de las madres estaban sobreimplicadas (aglutinadas) con el paciente adicto y que sólo el 3% fue clasificado como “desligado”. De los padres, el 43% fue clasificado como desapegado y el 41% restante como aglutinados en sus relaciones con su hijo adicto a la heroína.

Había también diferencias étnicas que complicaron los hallazgos. “En la mayoría de las familias judías o italianas, la familia entera, incluyendo al padre, estaban sobreimplicados (no tenían una identidad propia). Algunas otras dificultades encontradas en el esfuerzo de caracterizar a las familias como sobreimplicadas o desapegadas incluyeron:

a) Un padre que tuvo inicialmente una relación aglutinada o balanceada con su hijo pudo haberse vuelto inafectivo o desilusionado y adoptar una distancia desligada después que el hijo empezó con drogas, y

b) Un miembro de la familia que era ostensiblemente desligado, pero en realidad ampliamente aglutinado, puede trastornarse cuando un cambio que amenaza a este miembro de la familia comienza a ocurrir.

Otras conclusiones acerca de los patrones familiares del estudio de Kaufman no son consistentes con los hallazgos de otros autores: “El adicto provee un campo de batalla desplazado, de esta manera la explícita o implícita disputa parental puede seguir siendo negada. El adicto forma coaliciones transgeneracionales que separan a sus padres. Los límites generacionales son difusos -hay una frecuente competición entre los padres. Frecuentemente la crisis generada por el abusador es la única manera para que la familia continúe junta e intente resolver los problemas, o es la única oportunidad para una familia “muerta” de experimentar emociones”.

Caracterizando a la familia como una totalidad, estas descripciones no parecen sugerir que la familia sea muy cohesiva, sino más bien una familia que está separada por coaliciones diádicas, una familia que no ha tenido éxito en desarrollar imágenes triádicas, esto es, ambos padres en una posición unificada en relación a su hijo adolescente. Fishman, Stanton y Rosman recomendaron que cuando se conduce una terapia con un adolescente abusador de drogas, es importante lograr que los padres trabajen juntos, reforzando la jerarquía generacional de la familia, para alcanzar una jerarquía intacta, que permanezca inalterada al terminar la terapia. Estas recomendaciones sugieren que estas familias antes del tratamiento no son cohesivas y no trabajan bien en conjunto como unidad. Considerando la dimensión de la adaptabilidad, la literatura parece sugerir que estas familias no son flexibles o adaptables a necesidades y condiciones cambiantes y pueden ser encontradas en alguno de los extremos del continuo de esta dimensión (rígida o caótica) y en consecuencia desequilibradas.

Es interesante analizar los procedimientos seguidos por Friedman y col. En lo concerniente al M.C. y al Faces no cabe agregar mucho, ya que esto se ha explicado en la parte general. En lo concerniente a la evaluación realizada por los terapeutas familiares (para compararlos luego con los del primer método) el método seguido ha sido el siguiente:

1-Las definiciones y conceptos de estas dimensiones Faces y la Escala de Evaluación Clínica fueron puesto a disposición de los terapeutas para su estudio.

2-Se hicieron dos sesiones de preparación consistentes en presentaciones y discusiones de grupo, de estas definiciones y conceptos fueron conducidas por y para los terapeutas de familias.

3-Se solicitó a los terapeutas familiares que, después de la tercer sesión terapéutica con la familia, determinaran el grado de cohesión y de adaptabilidad de cada una de ellas, mediante:

a)Completando la Escala de Evaluación Clínica (CRC)1

b)Ubicando a los miembros en el punto que creían apropiado en la grilla Faces del M.C.

Las instrucciones para el uso del CRC incluyen:

a) Estimular a la familia a dialogar entre sí acerca de la manera cómo ellos manejan estos temas generales, como por ejemplo, tiempo, espacio, disciplina, etcétera y

b) Pedir a la familia que describa cómo es una semana típica, y cómo hacen frente a la rutina diaria, toma de decisiones, y conflicto.

Después de la entrevista, el terapeuta selecciona el valor que le asigna según la escala de ocho puntos, que le parece más relevante, para la familia como totalidad, para cada uno de los conceptos que constituyen las dos dimensiones. Los conceptos que están incluidos en la dimensión de cohesión son: Límites internos, relación matrimonial, compromsio familiar, coaliciones padre-hijo y vínculo emocional. Los que están incluidos en la dimensión de la adaptabilidad son: Liderazgo, disciplina, negociación, roles y normas. Por ejemplo, la observación de un terapeuta de que frecuentemente hay cambios de roles y de normas, lo inducirán a dar un puntaje de “8” con lo cual ayudará a clasificar a esa familia como “caótica” en la dimensión de la adaptabilidad. Se obtiene un puntaje global para cada una de lasa dos dimensiones, basado en la suma de los cinco conceptos, y entonces es posible clasificar a la familia en uno de los cuatro niveles de cohesión (desligada, separada, conectada, aglutinada), y en un de los cuatro niveles de adaptabilidad (rígido, estructurado, flexible y caótico).

El puntaje obtenido por los terapeutas estaba, entonces, basado en sus apreciaciones clínicas, y no en la evaluación de los cuestionarios autoadministrados del Faces.

El hecho de que la dimensión de cohesión incluye el concepto de “límites internos”, señala que el puntaje del terapeuta no puede ser estrictamente equiparado al obtenido por los miembros de la familia por medio del Faces, ya que éste no contiene nada que se refiera a estados internos o intrapsíquicos.

Otras situaciones problema que complican la evaluación del terapeuta son:

a) Familias divididas en las que hay una o más coaliciones diádicas y,

b) El hecho de que en algunos triángulos madre-padre-hijo adolescente hay un constante cambio de los procesos emocionales, en los cuales una díada (madre-hijo) está estrechamente unida en un momento, en tanto que el padre queda marginado, y otra díada (padre-madre) está unida fuertemente en otro momento, y el hijo queda marginado.

Los Terapeutas

En este estudio participaron seis terapeutas. Todos ellos eran graduados de un curso de tres años en la Escuela Clínica de Terapia Familiar y Marital del Instituto de Filadelfia. Este es un programa ecléctico, que enseña seis diferentes escuelas de terapia familiar, incluyendo los modelos más prominentes y practicados. Estos seis terapeutas tenían, además, entre 4 y 17 años de ejercicio de la terapia familiar.

Resultados

Las percepciones de los miembros de la familia del abusador de drogas, fueron comparadas entre sí. Tanto las madres como los padres describieron a la familia como teniendo mayor cohesión y mayor adaptabilidad, en un grado estadísticamente significativo, que lo hicieron sus hijos adolescentes. Estos hallazgos permanecía tanto para la “familia actual” como para la “ideal”. La única excepción a estas reglas generales es que había una correlación mayor entre las descripciones “ideales” de padres y adolescentes, en lo concerniente a la adaptabilidad.

Aunque había algunas correlaciones positivas entre madres (y padres) con los adolescentes, siempre eran mayores los acuerdos entre los padres entre sí, que con sus hijos.

Las percepciones de los miembros de la familia de una relación ideal familiar, ambos padres informaron un grado de cohesión ideal mayor que el de sus hijos adolescentes; no había mayores diferencias en las percepciones ideales de cohesión y adaptabilidad para ambos padres. Por lo tanto un alto grado de cohesión puede ser considerado un rasgo positivo, si lo miramos desde una concepción linear, y negativo si los hacemos desde una curvilinear.

Comparación entre las escalas autoadministradas y la evaluación de los terapeutas

Debido a que los terapeutas no fueron instruidos para evaluar a las familias al comienzo de este estudio, los puntajes otorgados por aquéllos a las familias, sus resultados estuvieron disponibles sólo para las últimas 37 de las 96 familias estudiadas.

Los puntajes asignados por los terapeutas fueron significativamente más altos en las dos dimensiones, que los que cada uno de los tres miembros de la familia, según su determinación a través del FACES. Los terapeutas diferían de los adolescentes en una medida mayor que con sus padres; y los adolescentes puntuaron a sus familias en cohesión y adaptabilidad algo más bajo que lo hicieron sus padres.

La correlación entre los puntajes de los terapeutas y los de los miembros de la familia, aunque estadísticamente significativo, fue, en general, bajo. La correlación más alta en adaptabilidad, fue entre terapeutas y padres, y la más alta en cohesión, fue entre terapeutas y adolescentes. Las correlaciones más bajas fueron entre los terapeutas y los padres, en cohesión.

La clasificación de la familia, como ya se ha señalado, se realiza distribuyendo los puntajes en la grilla del M.C.. Por este método, se encontró que la mayor diferencia entre los miembros de la familia y los terapeutas fue que aquéllos se colocaron en el cuadrante de baja cohesión y baja adaptabilidad (Familias “rígidamente desligadas”): adolescentes:83%; madres, 94%; padres, 82%. Esto se oponía al sólo 19% de los terapeutas. Inversamente, éstos localizaron un gran porcentaje de familias en el cuadrante opuesto, definido como de alta adaptabilidad y alta cohesión (familias “caóticamente aglutinadas”); 46% para los terapeutas, comparados con el 9, 3 y 0% de los adolescentes, madres y padres respectivamente. Más notorio es, sin embargo, la marcada tendencia de los padres a clasificar a las familias como bajas en cohesión y adaptabilidad. Como se puede apreciar, hay también notorias diferencias entre el juicio de los terapeutas y el de las familias.

Discusión

Una posible explicación para estos hallazgos es que los seis terapeutas de familia pueden haber seguido sus conceptos clínicos usuales (límites difusos del Yo, fusión en las relaciones familiares) como indicadores de “aglutinamiento”. Esta ubicación es consistente con las impresiones clínicas informadas en la literatura sobre abusadores de droga, a saber:

a) El miedo a la separación de los padres impide el proceso de individuación del adolescente, o resulta en una seudoindividuación.

b) El adicto forma coaliciones que separan a sus padres.

c) La impresión de Friedman y col. es que existen tales coaliciones transgeneracionales, lo que impide la generación de una relación triádica normal. También Minuchin menciona las dificultades que generan estos grupos duales funcionando como “aglutinados”.

Otra explicación factible respecto de las diferencias de evaluación entre terapeutas y familias, es asumiendo que se refieren a dos niveles diferentes de la experiencia familiar. Los ítems del Faces a los que la familia tiene que responder, están referidos a aspectos manifiestos de la conducta familiar; pero los juicios del terapeuta están basados en la detección de sentimientos familiares que no están explícitamente admitidos.

Uno puede esperar que los terapeutas sean más perceptivos acerca de los aspectos disfuncionales de las familias de lo que lo son sus propios miembros. Posiblemente, los terapeutas afirmen que estos miembros no advierten el modo como están sobreimplicados, confundiendo sus propios sentimientos y actitudes con los de los otros miembros. Quizás no sea posible, en esta etapa de nuestros conocimientos, explicar adecuadamente el porqué de estas diferencias de apreciación.

Adaptabilidad baja o pobre (“Rigidez” en las familias de los abusadores de drogas)

¿Cuál es la posible explicación para estas descripciones hechas por los miembros de una familia (especialmente las madres), que visualizan a sus familias como bajas en la adaptabilidad (o sea, sobremanera estructurada o “rígida”) y la de los terapeutas que la ven como “caótica”? Puede ser que los terapeutas hayan observado la inconsistencia de los esfuerzos de los padres para aplicar reglas (disciplina) mientras negociaban con los adolescentes abusadores de droga. Los terapeutas ven con mayor facilidad que estos esfuerzos de los padres son inconsistentes y “caóticos”, más que “flexibles”.

La inspección de los ítems del Faces que determinan los puntajes de adaptabilidad indica que muchos de estos ítems se refieren a la libertad de expresión de estos adolescentes, flexibilidad de las reglas, discusiones razonables, responsabilidades compartidas, diferencias que comprometen y tratar nuevas soluciones a problemas. No es inesperado que el adolescente consumidor de drogas tienda a ver a la familia como autoritaria y autocrática, y a los padres como rígidos, imponiendo reglas estrictas y decisiones unilaterales. Tales percepciones de la familia producen bajas puntuaciones en la dimensión de adaptabilidad y clasifica a la familia como “rígida”. Es también inesperado que los padres describan a la familia de la misma manera.

Una de las investigaciones de Brook, parece ajustarse a estos hallazgos (bajos puntajes en adaptabilidad). Los padres de una familia con un hijo libre de droga se suman en una serie de actividades compartidas con su hijo. También se cree, algunas veces, que los padres que tienen orientaciones tradicionales y conservadoras sean más susceptibles de percibir un énfasis sobre la autoridad parental y un estricto reforzamiento de las normas, que los padres “liberales” o “permisivos”, como las formas apropiadas de relación entre padres e hijos. De acuerdo a esto, los padres de las familias de abusadores, con su rígida respuesta autoritaria y sus puntajes bajos de adaptabilidad, se espera que tengan orientaciones sociales tradicionales y conservadoras.

Por otra parte, en el estudio de Friedman, se encontró que los padres de estudiantes secundarios que usaban marihuana fueron descritos como tendientes a ser permisivos, con pocas reglas y estructura, siendo menos tradicionales o religiosos y, en algunos casos, siendo ellos mismos abusadores de drogas. Esos hallazgos parecen aplicarse a las clases medias o altas, mientras que en la muestra de Friedman las familias eran de clase trabajadora y media-baja, con padres poco educados, cuyos hijos no llegarán, en muchos casos, a la escuela secundaria.

Las posibles asociaciones entre estatus socioeconómico, educación, compromiso religioso, conformidad social, que tendrían que ver con la dimensión de la adaptabilidad son todavía hipotéticos y requieren más estudios.

Comparación entre una muestra de una familia abusadora de drogas, por el sistema de Olson, y una muestra de familias luteranas

Los tres miembros de una familia abusadora de drogas (padre, madre, adolescente abusador) perciben a su familia como con menos cohesión y adaptabilidad que los miembros de una muestra familiar normal. Pero, debido a que la muestra de Friedman difiere significativamente de las muestras estandardizadas nacionales, en algunas de las variables claves demográficas y de antecedentes, no es factible asociar las autodescripciones “desviadas” sobre cohesión y adaptabilidad hechas por las familias en este estudio, con la presencia de abuso de drogas en las mismas.

La diferencia más significativa encontrada entre las familias con abuso de drogas y las normales fue la proporción de familias en cada grupo que entraban en la categoría de “rígidamente desligadas”: había un 43% del primer grupo (con drogas) contra un 8% del segundo (sin drogas).

Estas dos clases de familias diferían significativamente, pero no dramáticamente, de la proporción de familias descritas como “aglutinadas” por los miembros de las familias. Este hallazgo parece ser consistente con el tránsito hacia el polo “rígidamente desligado” a medida que se pasa al uso pesado de drogas, desde el polo opuesto.

Comparación de la muestra de familias abusadoras de drogas con muestras de familias con otra clase de problemas

Basado en la revisión de la literatura, Friedman y col. señalan que:

1-El 30% de la muestra de Olson eran tanto “desligadas” como “caóticas”.

2-El 29% era “desligada” y el 23% “caótica” en una muestra de familias con chicos que se escapaban de la casa.

3-Se encontró un 64% de familias de pacientes neuróticos y un 56% de esquizofrénicos entre los tipos extremos de la grilla.

4-El 49% de las familias de los ofensores sexuales estaban también en los extremos de la grilla.

5-El 59% de la muestra de Rodick sobre adolescentes delincuentes estaba en el sector de “caóticamente aglutinado”.

6-El 30% de la muestra de Green y col. de familias con delincuentes juveniles se encontró que eran “ caóticas”; mientras que un 43% eran “desligados”.

En ninguno de los estudios mencionados se encontró un porcentaje significativo de familias “rígidas”. Las muestras obtenidas con familias con otra clase de problemas diferente de las drogas, muestran una tendencia a aparecer como “caóticamente desligadas”, más que “rígidamente desligadas”.

¿Es este último patrón privativo de las familias de adolescentes abusadores de drogas? El estudio de Rodick sobre adolescentes delincuentes el patrón encontrado está en el extremo opuesto (“caóticamente aglutinado”, el mismo que encontraron los terapeutas del estudio de Friedman) Debido a que muchos de los adolescentes de su muestra eran delincuentes tanto como abusadores de droga se plantea si los patrones de funcionamiento en sus familias son muy diferentes a las de otras, con hijos delincuentes.

Se puede obtener información más detallada en la muestra de adolescentes delincuentes de Green, que hace posible distinguir diferencias significativas entre estas muestras y la Friedman de familias abusadoras de drogas. Una renuncia podría ser afirmada, no obstante, acerca del informe de tales diferencias. Cualquier diferencia que haya sido encontrada en los puntajes de cohesión y adaptabilidad podría concebiblemente ser relacionada más a diferencias entre los dos grupos sobre variables demográficas y otros antecedentes que las diferencias en el tipo de problema presente (delincuencia versus abuso de drogas)

Pocas familias en este estudio de Green ubicaron su caso en “rígido” o “desligado”. La diferencia entre los hijos adolescentes fue menor, pero indicaban una tendencia en la misma dirección.. Estos hallazgos confirman la tendencia de estas familias a describirse como “rígidamente desligadas”. Significativamente los padres de estas mismas familias tienden a describirlas como “aglutinadas”. Estos mismos padres menos a menudo clasifican a sus familias, como siendo “equilibrado” o normal, de acuerdo al Modelo curvilinear de Olson.

La afirmación de Beavers y Green, también refrendada, según vimos, por Lee, de que las dimensiones del Faces son variables lineares más que curvilineares, opuesta a la idea de Olson de que puntajes altos en la dimensión de la cohesión significaría una familia “aglutinada” o “seudomutualidad” (una imagen o cuadro superficial, falso y exagerado de unión familiar), más que un sistema familiar saludable, es un importante principio para la conceptualización y uso del Faces. Este principio ha tenido, no obstante, poco impacto -según afirma Friedman- en los resultados de su estudio porque pocos (menos del 5%) de las familias estudiadas por medio del Faces se representan a sí mismas muy cohesivas (aglutinadas) o muy adaptables (caóticas).

Friedman asume, por consiguiente, que estas familias se representan a sí mismas como lo que ellas creen que es lo correcto, de acuerdo a sus percepciones del funcionamiento familiar. No hay, aparentemente, ventaja alguna para ellos en presentarse como “desligados” si creen honestamente que están “aglutinados”. De manera equivalente, tampoco hay ventaja en reprentarse “rígidos”, si realmente creen que son más flexibles.

Mientras que uno se siente tentado a especular que los adolescentes verán a sus padres como más rígidos de lo que realmente son, así como creeríamos que sus padres no se verían de ese modo. Sin embargo, los resultados indican exactamente lo opuesto: son los padres quienes se ven más “rígidos” que sus hijos. Las familias, esto es seguro, estaban describiéndose a sí mismas en tiempos de crisis, cuando se estaban sintiendo relativamente desesperadas por su situación (la adicción severa de su hijo y otros problemas familiares), cuando la familia no era capaz de trabajar en conjunto, y estaba tendiendo a separarse. Se podría especular que esta situación pudo haber influido para dar resultados tendientes al extremo “desligado” más que para el “cohesivo”. Pero, en ese caso, ¿porqué las familias con otro tipo de problemas no responden en la misma dirección? No se puede negar que las respuestas al Faces son un reflejo válido de la percepción de la familia de sí misma en un momento determinado.

Friedman ha aclarado que su estudio corresponde a familias que se encuentran en tratamiento, y que no se puede hacer la investigación en familias de abusadores que no lo están. Es posible que el primer tipo de familias sea más disfuncional que el segundo. También se podría postular que familias que entran en tratamiento son más aglutinadas que las que no lo hacen(11).

Comparación de las familias abusadoras de drogas con las que tienen trastornos del apetito

Vandereycken(18), entre otros, ha subrayado la necesidad de agrupar a los trastornos del apetito, en particular a la obesidad, bajo el rótulo común de “conductas adictivas”. Esto se vincula, también, con otros trabajos que señalan la posibilidad de mecanismos neuroendocrinos en el mantenimiento de tanto la anorexia como la bulimia secreción de beta-endorfinas(19,20).

Esta posición implica que la obesidad, por ejemplo, es esencialmente un trastorno de exceso de ingesta de comida, de la misma manera que otras adicciones resultan de un abuso de substancias psicoactivas en forma crónica.

Vandereycken(18) ha enlistado las similtudes:

a) Fenomenología (y curso de la enfermedad): los pacientes bulímicos muestran una conducta similar a las adictivas (anhelo, preocupación por obtener la substancia, falta de control, consecuencias sociales y médicas adversas, ambivalencia hacia el tratamiento, riesgo de recaídas) y tendencia al consumo de alcohol y drogas en el mismo punto de su historia.

b) Estudios familiares: Se observa que una prevalencia superior a la esperada es informada en parientes de bulímicos.

c) Nivel biológico: Los estudios animales y los ensayos terapéuticos con antagonistas de opiáceos (naloxona) sugieren el compromiso de los sistemas de opioides endógenos en la patogénesis de la bulimia.

d) Tratamiento: las estrategias terapéuticas inspiradas por tratamientos existentes para la depresión (manejo del auto-control, ALCO, terapias familiares sistémicas) parecen ser útiles en la bulimia.

La hipótesis de Marrazzi(19, 20) propone que la anorexia nerviosa es una adicción a la dieta mediada por los opioides endógenos. De acuerdo a esta hipótesis, los opioides endógenos, disparados durante el período incial de dieta, produce un circuito de realimentación positiva estimulando un sentimiento de elación que eventualmente conduce a la adicción a la dieta. Las evidencias citadas por la autora en apoyo de esta hipótesis los siguientes datos, muy similares por otra parte, a los mencionados por Vandereycken para la obesidad:

a) Las características adictivas de la conducta clínica.

b) Cambios en los niveles de opioides endógenos en la anorexia nerviosa.

c) Cambios en los niveles de opioides endógenos y sus sistemas inducidos por la deprivación.

d) Acciones relevantes de los opioides.

e) Consideraciones teóricas en vista a las relaciones de la anorexia nerviosa y la función opioide anormal.

f) Los beneficios terapéuticos derivados de la interrupción del ciclo adictivo con antagonistas opiáceos (naltrexona).

Resulta entonces, muy llamativo que varios autores se hayan ocupado de las tipologías familiares de los trastornos del apetito empleando sistemas similares a los utilizados por los estudiosos de la estructura familiar del drogadependiente.

Glenn Waller y col.(17), por ejemplo, utilizando el Faces II encontraron que mujeres anoréxicas y bulímicas encontraban a sus familias como de baja adaptabilidad (rígidas) y baja cohesión (desligada), exactamente el mismo tipo de familia percibida por los jóvenes abusadores de drogas. No había mucha correlación entre actitudes hacia la comida y el Faces II, pero sí la había con respecto de las entidades clínicas de los trastornos del apetito, Kagan y Squires encontraron resultados similares, aunque señalaron que, especialmente en las mujeres, el hacer dieta correlacionaba más con la presión de los pares que con el funcionamiento familiar, algo que también ocurre en los usadores de drogas, especialmente en la fase recreacional.

Utilizando la Subescala Funcionamiento General, del Mc Master Family Assessment Device, las autoras argentinas Kornblit y Mendes Diz(21)se han ocupado de la dinámica familiar, en relación con las recaídas en la dependencia a drogas, hechos también frecuentes en los trastornos alimentarios. Este método parece tener algunas similitudes con los ya estudiados. Por ejemplo, con el Modelo de Olson, las preguntas 17, 2, 10 del Faces III tienen que ver con la resolución de problemas del McMaster, la comunicación está contemplada en las preguntas 1, 5, 7,9, 11, 13; los roles están contemplados en la 20, 18,12, 10,6 y 2. La respuesta afectiva está comprendida en la 7, 11, 19, que implica también el compromiso afectivo. El control de la conducta, tendría que ver con la 14 y la 10. Tomamos el caso del Olson, pero existe la posibilidad de establecer la correlación con los otros sistemas.

En este trabajo se visualiza el cambio que experimenta la interacción familiar desde que se mide al comienzo del consumo, durante la abstinencia, y durante la recaída. Este cambio es percibido tanto por los adictos como por sus familias, y varía desde un patrón general de “mal funcionamiento” hacia otro de “buen funcionamiento”. Las respuestas dadas por los jóvenes adictos y por sus familias se asemejan, en esta última etapa, aunque no igualan, las respuestas de los controles.

De cualquier manera, todos estos elementos significan “materiales de construcción”, algo dispersos y seguramente insuficientes, para poder pensar juntos la mejor manera -si es que existe alguna realmente válida- para aproximarse al diagnóstico del nivel familiar del fenómeno de la drogadependencia.

Bibliografía

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2.- Minuchin, Salvador: “Técnicas de Terapia Familiar”. Paidós, Buenos Aires, 1984.

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11.- Friedman, Alfred S.; Utada, Arlene; Morrisey, Margaret R.: “Families of adolescent drug abusers are “rigid”: are these families either “disengaged” or “enmeshed” or both?”.-Family Process, 26:131-148. USA. 1987.

12.- Wynne, Lyman C.: “A preliminary proposal for strengthening the multiaxial approach of DSM-III. Possible family-oriented revisions”. AFTA Newsletter, 40:26-28. USA. 1990.

13.- Keeney, Bradford P.: “Estética del Cambio”. Paidós, Buenos Aires, 1987.

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15.- Group of advancement of psychiatry committee on the Family: “The challenge of relational diagnoses: applying the biopsychosocial model in DSM-IV”.-American Journal of Psychiatry, 146:11:1492-1494. USA. 1989.

16.- Stanton, M.D., Todd, T. y col.: “Terapia Familiar del abuso y adicción a las drogas”.-Gedisa, Buenos Aires. 1988.

17.- Waller, Glenn; Slade, Peter; Calam, Rachel: “Family adaptability and cohesion: relation to eating attitudes and disorders”.-International Journal of Eating Disorders. 9 (2): 225-228. USA. 1990.

18.- Vandereycken, Walter: “The addiction model in eating disorders: some critical remarks and a selectewd bibliography”. International Journal of Eating Disorders.-9 (1):95-101.USA. 1990.

19.- Marrazzi, Mary Ann; Luby, Elliot D: “An auto-addiction opioid model of Chronic anorexia nervosa”. International Journal of Eating Disorders, 5 (2): 191-208.USA.1986.

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21.- Kornblit, Ana Lía; Mendes Diz, Ana María,: “La dinámica familiar como factor de riesgo psicosocial en la conducta drogadictiva”. Cuadernos de Psicoterapia, Año 2, Nº 3, 9-12, 1989.

22.- Label, Héctor Pablo: “Terapia Familiar, el Menor y las Instituciones” (Reportaje a Braulio Montalvo). “Perspectivas Sistémicas”.

23.- Kaplan, Harold; Sadock, Benjamín: “Tratado de Psiquiatría VI”. Pág. 645.-Intermédica, Buenos Aires. 1997.

24.- Cloninger, C. Robert: (1991) “Temperamento and Personality”. Current Opinion in Neurobiology, 4: 266-293.USA

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26.- Paris, Joel: “Working with Traits”.-Jason Aronson, Londres, R.U. 1998.

27.- Cashdan, Sheldon: “Object Relations Theory”.-W-W. Norton & Cia. N.Y. (USA). 1988.

28.-Sagan, Carl: “Los Dragones del Eden”. Grijalbo, Barcelona, España. 1982

29.- Watzlawick, Paul, y col.: “Cambio”, Herder, Barcelona, España. 1976

30.- Kertesz, R. y col.: “Introducción al Análisis Transaccional”. Paidós, Buenos Aires. 1977.

31.- James, Muriel, Jongeward, Dorothy: “Nacidos para Triunfar” (Análisis Transaccional con experimentos Gestalt).-Marymar Ediciones y Fondo Educativo Interamericano S.A. 1975.

32.- Durkheim, Emil: “El Suicidio”, Shapire, Buenos Aires. 1965.

33.- DSM-IV-TR: (2003) “Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales”, Masson, Barcelona, España. Año 3, Nº 13, 4-6, Setiembre-Octubre 1990, Buenos Aires.

Anexo 1

A-Faces III (Family Adaptability and Cohesion Scales)

1- Encuesta para familias totales (Las versiones son parecidas para la familia percibida y para la ideal)

Familia Percibida

Describa su familia como la ve ahora.

1 2 3 4 5

Casi nunca De vez en cuando Algunas veces Frecuentemente Casi siempre

1. Los miembros de mi familia se piden ayuda unos a otros.

2. Las sugerencias de los hijos son atendidas, cuando se trata de resolver problemas.

3. Aprobamos a los amigos de cada uno de los miembros de la familia.

4. Los hijos pueden opinar sobre su propia disciplina.

5. Nos gusta hacer cosas juntos, en nuestra familia.

6. En nuestra familia, diferentes miembros actúan como líderes.

7. Los miembros de la familia se sienten más cercanos a los otros miembros que a la gente de afuera.

8. Nuestra familia cambia las maneras de realizar tareas.

9. A los miembros de nuestra familia les gusta pasar el tiempo libre unos con otros.

10. Los padres y los hijos discuten los castigos juntos.

11. Los miembros de la familia se sienten muy cerca uno de los otros.

12. Los chicos toman decisiones en nuestra familia.

13. Cuando nuestra familia comparte actividades, todos sus miembros están presentes.

14. Las reglas cambian en nuestra familia.

15. Nosotros podemos pensar fácilmente en cosas para hacer juntos como familia.

16. Nos intercambiamos las responsabilidades de tareas hogareñas.

17. Los miembros de la familia se consultan los unos a los otros, para tomar sus decisiones.

18. Cuesta identificar al líder de la familia.

19. La unión de la familia es lo importante.

20. No es fácil decir cuáles son los roles familiares de cada uno.

Familia Ideal

Describa a su familia, tal como usted desea que sea idealmente.

21. Nosotros pediríamos ayuda uno al otro.

22. Se atenderían las sugerencias de los hijos, cuando se tratara de resolver problemas

23. Aceptaríamos con gusto a los amigos de los demás miembros de la familia.

24. Los hijos podrían decir algo en relación a su propia disciplina.

25. Nos debería gustar hacer cosas en conjunto con toda la familia.

26. En nuestra familia, diferentes miembros deberían poder actuar como líderes.

27. Los miembros de nuestra familia deberían sentirse más cercanos entre sí que con las personas extrañas a la familia.

28. Nuestra familia debería poder cambiar las maneras de efectuar tareas.

29. A los miembros de nuestra familia les debería gustar pasar el tiempo libre juntos.

30. Los padres y los hijos podrían discutir juntos los castigos a aplicar.

31. Los miembros de nuestra familia deberían sentirse más cerca uno de los otros.

32. Los chicos deberían tomar decisiones en nuestra familia.

33. Cuando nuestra familia sale, todos los miembros deberían estar presentes.

34. Las reglas deberían poder cambiar, en nuestra familia.

35. Nosotros deberíamos poder pensar fácilmente en cosas para hacer juntos como familia.

36. Nosotros deberíamos poder intercambiar responsabilidades en las tareas hogareñas.

37. Los miembros de nuestra familia deberían poder consultarse los unos a los otros, para tomar sus decisiones.

38. Deberíamos poder saber quién es el líder(o los líderes) en nuestra familia.

39. Debería ser muy importante la unión de la familia.

40. Deberíamos poder saber quién hace, y cuál, tarea doméstica.

2-Encuesta para parejas sin hijos

Describa su pareja tal como Ud. la percibe ahora

1 2 3 4 5 6

Casi nunca De vez en cuando Algunas veces Frecuentemente Casi siempre

1. Nos pedimos ayuda mutuamente.

2. Cuando surgen problemas, nos comprometemos en ellos.

3. Cada uno de nosotros aprueba los amigos del otro.

4. Somos flexibles en el manejo de nuestras diferencias.

5. Nos gusta hacer cosas juntos.

6. En nuestra pareja, el liderazgo es intercambiable.

7. Nos sentimos más cerca el uno del otro que con personas fuera de la pareja.

8. Cambiamos los modos de hacer las tareas.

9. Nos gusta pasar el tiempo libre juntos.

10. Intentamos formas nuevas de tratar con nuestros problemas.

11. Nos sentimos muy cercanos el uno al otro.

12. En nuestra pareja, conjuntamente tomamos las decisiones.

13. Compartimos hobbies e intereses.

14. Las reglas cambian en nuestra pareja.

15. Nos resulta fácil imaginar cosas para hacer juntos.

16. Intercambiamos las responsabilidades de las tareas hogareñas.

17. Nos consultamos recíprocamente sobre nuestras decisiones.

18. Cuesta determinar quien es el líder en nuestra pareja.

19. La unión es la principal prioridad.

20. Es difícil determinar cuáles son los roles de cada uno en las actividades hogareñas.

Pareja Ideal

Describa su pareja como Ud. desearía que fuese, idealmente.

21. Deberíamos pedirnos ayuda recíprocamente.

22. Cuando surja un problema. deberíamos comprometernos en él.

23. Deberíamos aprobar los amigos de cada uno de los dos.

24. Deberíamos ser flexibles en el modo de manejar nuestras diferencias.

25. Nos debería gustar hacer cosas juntos.

26. El liderazgo en la pareja debería ser intercambiable.

27. Deberíamos sentirnos más cercanos el uno del otro, que con personas fuera de la pareja.

28. Deberíamos cambiar nuestra manera de manejar tareas.

29. Deberíamos pasar más tiempo libre juntos.

30. Deberíamos intentar nuevas formas de tratar con los problemas.

31. Deberíamos sentirnos más cerca el uno del otro.

32. Deberíamos tomar las decisiones de la pareja en conjunto.

33. Deberíamos compartir hobbies e intereses.

34. La reglas deberían cambiar en nuestra pareja.

35. Debería resultarnos fácil imaginar cosas para hacer juntos, como pareja.

36. Deberíamos poder intercambiar responsabilidades en cuanto a las tareas de la casa.

37. Deberíamos consultarnos recíprocamente en nuestras decisiones personales.

38. Deberíamos saber quién es el líder en nuestra pareja.

39. La unión debería ser la primera prioridad.

40. Deberíamos poder definir los roles domésticos.

Anexo 2

Listado de Gale y Barker para la percepción de sí y de los otros

1-Es ansioso (afectos)

2-Actúa de acuerdo a las expectativas (sentido)

3-Es leal (poder)

4-Es enérgico (afecto)

5-Es religioso (sentido)

6-Necesidad de pertenencia (afectos)

7-Físicamente atraído por miembros del sexo opuesto (afectos)

8-Estricto respecto de las reglas familiares (poder)

9-No le gustan los cambios (sentido)

10-Es comprensivo y simpático (sentido)

11-Cree en la independencia y libertad individuales (sentido)

12-Trabaja duro (sentido)

13-Es egoísta (sentido)

14-Mantiene siempre su palabra (sentido)

15-Tiene actitudes sexuales liberales (sentido)

16-No puede conservar un secreto (sentido)

17-Es liberal y de mente abierta (sentido)

18-Tiene estándares dobles (sentido)

19-Está estrechamente involucrado con la vida familiar (sentido)

20-Es masculino (sentido)

21-Es discutidor (poder)

22-Toma la mayoría de las decisiones (poder)

23-Otros pueden trastornarlo (afectos)

24-Es protector (poder)

25-Es frecuentemente molestado (poder)

26-Tiene actitudes morales estrictas (sentido)

27-Es atento y cariñoso (afecto)

28-Causa trastornos (poder)

29-Es femenina(sentido)

30-Es intelectual (sentido)

31-Comparte muchas de mis creencias (sentido)

32-Es estimulante (sentido)

33-Valora los logros académicos (sentido)

34-Puede aceptar diferentes actitudes de las propias (sentido)

35-Demustra su enojo (afecto)

36-Domina la conversación (poder)

37-Disfruta la compañía de la familia (afecto)

38-Valora su hogar (sentido)

39-Planea para el mañana (poder)

40-Es siempre alegre (afecto)

41-Necesita ser cuidado (afecto)

42-Es diplomático (poder)

43-Es creyente practicante (sentido)

44-Es físicamente afectuoso (afecto)

45-Acepta órdenes de otros (poder)

46-Es irritable y reticente (afecto)

47-Es la clase de persona a la que uno puede dar consejos (poder)

48-Está a la defensiva (poder)

49-Es reservado sobre sus sentimientos (afecto)

50-Goza de la compañía de la gente fuera de su familia (sentido)

51-Demanda atención (afecto)

52-Es divertido (afecto)

Nota al pie:

1 No se agregarán aquí los cuestionarios correspondientes debido al alcance de este trabajo. CRC es la sigla de “Clinical Rating for the Circum

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