jueves, 18 de marzo de 2010

Valores, neurociencias y personalidad

Eduardo A. Mata Médico Consultor en Psiquiatría y Psicología Médica. Master en Psiconeuroinmunoendocrinología (Fundación Favaloro). Docente invitado en dicha Maestría. Docente invitado en la Maestría de Neuropsicofarmacología de la Fundación Barceló. Jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Municipal de Bahía Blanca. Profesor Titular de la Cátedra "Psicología de la Personalidad" del Instituto Juan XXIII, de Bahía Blanca. Director de la Comunidad Terapéutica "Nuestra Señora de la Esperanza", de Bahía Blanca
Año XII, vol 10, N°2, septiembre de 2001


Sherrington, citado por Eccles(33) le hace, a la Madre Naturaleza, reprender de esta manera al Hombre:

“Pensaste que era moral, y ahora conoces mi inmoralidad. ¿Cómo puedo ser moral siendo, como dices, necesidad ciega, mecanismo? Pero, al fin y al cabo, yo te engendré a ti, que eres moral. Sí, tu eres lo único moral en todo el mundo, y por lo tanto, lo único inmoral. Pensaste que sería indulgente, incluso sabia. Ahora me conoces desprovista de razón, en mayor parte incluso falta de sentido. ¿Cómo puedo tener razón o propósito siendo puro mecanismo? Pero, al fin y al cabo, yo te engendré, con tu razón. Si piensas un poco con tu razón puedes entenderlo; tú, el único ser razonable en todo el mundo y, por lo tanto, lo único malo... eres mi hijo. No esperes que te ame. ¿Cómo puedo amar yo, que soy la necesidad ciega? No puedo amar, ni tampoco odiar. Pero ahora que te he engendrado a ti y a tu especie, recuerda que sois un nuevo mundo en vosotros mismos, un mundo que contiene, gracias a ti, amor y odio, razón y locura, moralidad e inmoralidad, bien y mal. De ti depende amar donde falte el amor. Es decir, amaos los unos a los otros. Acuérdate también que, quizás, al conocerme, a lo mejor conoces el instrumento de un Propósito, la herramienta de una mano demasiado larga para tu entendimiento como para comprenderla ahora. Trata, pues, de enseñar a tu entendimiento para que crezca”.

Si coincidimos, como a mí me ocurre, con estas impresionantes frases de Sherrington, todo lo que siga y seguirá tiene como objetivo o meta esa última frase, a sabiendas, desde el principio, que sólo podemos ir aportando “bloques de construcción” o, lo que es más probable, ofrecer partes fragmentarias de dichos componentes para una interacción que los vaya (seguramente de modo trabajoso y prolongado), integrándolos.

Creemos que inicialmente deberíamos precisar algunos conceptos en torno a la idea de “valor”, y de otras que pueden estarle vinculadas.

El término de “valores” puede referirse a intereses, placeres, gustos, preferencias, deberes, obligaciones morales, deseos, necesidades, aversiones, atracciones, y muchas otras modalidades de orientación selectiva. Los valores, en otras palabras, entran dentro del vasto y diverso universo del comportamiento selectivo(1). Se supone que el comportamiento puramente reflejo no manifiesta valores ni valoración; ni un tic en una enfermedad de la Tourette, ni un fenómeno neuroquímico aislado supone valores.

Una de las definiciones más ampliamente aceptadas considera a los valores como concepciones de lo deseable que influyen en el comportamiento selectivo. Esta definición restrictiva establece una distinción entre lo deseado y lo deseable, identificando esto último con lo que se debe desear.

Los valores no son motivos, aunque algunos de ellos pueden reforzar la vinculación a un valor dado. Tampoco son normas de conducta. Estas son reglas para comportarse de un modo determinado en situaciones más o menos específicas; los valores son patrones de deseabilidad que tienen una mayor independencia de situaciones específicas. Un mismo valor puede servir de punto de referencia a un gran número de normas puntuales, así como una norma determinada puede representar la aplicación simultánea de diversos valores separables. Por ejemplo, la premisa valorativa “igualdad” puede formar parte de las normas de relación entre marido y mujer, entre hermanos, entre profesor y alumno, etcétera. Por otra parte, la norma “un profesor no debe mostrar favoritismo al calificar” puede, en un determinado caso, implicar los valores de igualdad, honestidad, humanitarismo, y otros. Los valores, en cuanto patrones (criterios) para establecer lo que debe ser considerado como deseable, sientan las bases para la aceptación o rechazo de normas particulares. Así por ejemplo, los valores del éxito, al resaltar, la ejecución instrumental activa frente al patrón de la excelencia, pueden reflejarse en normas para el deporte, los juegos, las actividades ocupacionales, el servicio a la comunidad, la vida política, la educación, la ciencia, etcétera. El mismo principio es aplicable a los valores considerados como objetos o estados deseables. Por ejemplo, una evaluación altamente positiva de “la libertad” o “la autoridad” puede dar origen a una multitud de normas aplicables a distintas áreas de la sociedad, la cultura y la personalidad. Por otra parte, muchas normas obedecen a valores múltiples, al relacionarse, por ejemplo, criterios hedonistas con los de eficacia e integración social (normas de etiqueta para una comida de gala).

Nos ocuparemos en primer lugar de los rasgos comunes a todos ellos: en primer lugar, hay componentes cognitivos que tienen un carácter selectivo o direccional, y que implican ciertos componentes afectivos. Todos ellos pueden ser explícitos e implícitos y todos tienen características perdurables vinculadas a la personalidad.

Resulta a veces difícil distinguir entre valores y otros conceptos afines como creencias, necesidades o motivos, cuando se conciben los valores como componentes de la personalidad. Las necesidades procederían de una deficiencia o una interrupción; los deseos son anhelos o apetitos orientados hacia determinados objetivos o estados. Los deseos se pueden hacer tan intensos que se conviertan en necesidades, y éstas a su vez están típicamente entrelazadas con los correspondientes deseos. En cualquier caso, sin embargo, es posible que hayan necesidades o deseos (por ejemplo, de alimento) en los que los valores tengan poco o nada que ver. Pero, por otra parte, los propios valores pueden ser una fuente de necesidades y deseos (por ejemplo, cuando se trata de aliviar el remordimiento por no haber cumplido con “el deber” o se aspira a tener una mejor calidad de vida).

A medida que se asciende por una escala de generalización creciente, en que las normas se apartan cada vez más de las circunstancias particulares, se llega a un punto en que la “norma” se convierte en algo prácticamente indiferenciable del valor. No siempre resulta fácil diferenciar normas de valores. El concepto “ser honrado” tiene la apariencia de una norma, pero se necesita precisar los comportamientos específicos que vehiculizan la honradez(1).

En su concepción más amplia, todo lo bueno y lo malo puede ser un valor o, dicho de otro modo, todo lo que interesa a un ser humano puede ser un valor. Las personas no pueden tener una concepción únicamente fáctica de su experiencia. Explícita o implícitamente, están considerando continuamente las cosas como buenas o malas, verdaderas o falsas, virtudes o vicios, y todo esto no de una manera reflexiva ni consciente. Parece, ante esta confusión, considerar primero una concepción amplia de todos los fenómenos valorativos y luego, para fines determinados se pueden elaborar consideraciones más específicas. La volubilidad de los valores puede ser inferior a la de las normas, y esto podría explicarse porque los primeros pueden estar vinculados a estructuras estables de la personalidad.

Así vistas las cosas, cuando uno considera el Super-Yo “en espejo” que postula Meloy(13), el psicópata también puede ver un “valor” la lealtad a compañeros de pandilla, o su grado de crueldad en sus acciones criminales. De cualquier manera, suponemos que si tienen “buenos” o “malos” valores, depende, en primer lugar, de cómo se desarrolla nuestra personalidad y, en último, pero no menos importante lugar, del tipo de cultura (o subcultura que determina qué es lo que es bueno y qué es lo que es malo. Arbitrariamente, podemos pensar en los “valores malos” como “antivalores”. De cualquier manera, para que existan valores, éstos siempre tienen que ver, de un modo u otro, con los que nos rodean, con los vínculos, con la sociedad.

Como recuerda Goldar, obrar bien, en definitiva es no obrar mal, pero no hacerlo tiene que ver, inevitablemente, con la comunidad. Se puede pensar que aquellos “otros” hacia quienes apuntan los valores y los antivalores son, necesariamente, distintos. Este puede explicar el efecto que las subculturas desviadas tienen sobre sus integrantes. La idea de “valor preventivo” en Goldar los sitúa de tal manera que “lo deseable” es lo que la comunidad desea que uno desee. En comunidades no desviadas, tales valores preventivos tendrían un carácter preventivo o inhibitorio. Estas ideas están en línea con las de Eysenck, expresdas en libro de Millon y col.(32) cuando, al referirse a la violencia y al crimen sostiene que sus tres dimensiones estaban siempre involucradas: el psicoticismo (P) en todos los casos, la extroversión (E) en los más jóvenes y el neuroticismo (N) en los mayores. Su pregunta en estos casos no era por qué los criminales se conducen antisocialmente, sino por qué la gente común no lo hace. Su respuesta era que estábamos condicionados por la educación, a la manera de Pavlov. Cuando este condicionamiento falla, esto puede ocurrir por tres causas, mutuamente excluyentes:

1- Las experiencias condicionantes no existen; esto ocurre en las sociedades enfermas, y en las actitudes normativas permisivas de los padres, maestros o pares.

2- Las experiencias equivocadas son reforzadas. Algunos padres estimulan a sus hijos a robar o a conducirse antisocialmente. Este comportamiento está aumentando.

3- Lo más probable es que exista bajo alerta en personas con puntaje alto en E y P, lo que les dificulta el aprendizaje de las normas sociales.

Suponemos (aunque tal vez sea una expresión de deseo) que el plano de los valores es el más alto de la pirámide evolutiva, salvo en el caso de los “antivalores”, pero como “nada ocurre sin cerebro”, el nivel axiológico puede ser considerado como una zona especializada y elevada del psiquismo humano, basada en el substrato neurobiológico. Dicho de esta manera, pareciera que los valores perteneciesen a un plano enteramente consciente y lógico, jerarquizado, que dicta las conductas, y que éstas se ejercen a través de la voluntad. Sin embargo, datos provenientes de distintas fuentes hacen pensar que no es así y que, como afirma Goldar(18), la existencia de un centro directriz supramotor y suprasensorial es sólo una ficción. Por lo tanto, podemos suponer que los valores se encuentran más vinculados al “Yo” que al “Self”, tal como encuadraremos estos conceptos más adelante.

¿Cómo vincular estas definiciones, que han sido ubicadas en distintos campos, como el de la “Psicología Social” al de la neurobiología y, en particular, en el de la neurobiología de la personalidad? Estos últimos territorios pertenecen, en buena medida, a las Neurociencias. La aplicación al campo de la Psicología y de la Psicopatología de las Neurociencias, son tan jóvenes, o casi, como ella misma. Una característica especialmente interesante en este campo es que quienes incursionan en él están llegando desde muy diferentes regiones de la ciencia: físicos, expertos en diagnóstico por imágenes, neurólogos, biólogos moleculares y, obviamente, psicólogos y psiquiatras. E, inclusive, matemáticos y filósofos. Debemos recordar que estamos en los días iniciales de la exploración de la mente y que la visión del cerebro que hoy tenemos probablemente no sea más completa ni segura que la que un cartógrafo del Siglo XVI tenía de un mapa del mundo.

¿Cómo abordar, en definitiva, estas características humanas que resultan tan elusivas para los métodos de las neurociencias? Además de analizar los vínculos de los valores con las neurociencias y con la personalidad, cabría avanzar también sobre si estos vínculos se plantean en el nivel consciente o en el inconsciente, si los contenidos de tales vínculos están determinados genética o ambientalmente, y cuál sería su sentido evolucionario.

Tal vez algunos puntos de partida sean, por una parte la Teoría de la Identidad y, por otra, las ideas de Juan Carlos Goldar(18,19), las de Gray(20), Cloninger(21), Popper y Eccles(12) y Eccles(33). Intentaremos desarrollar aspectos centrales de estos puntos de vista e integrarlos, siendo este objetivo realmente ambicioso y más allá (y más adelante) de los límites de este trabajo.

La Teoría de la Identidad fue inspirada en los hallazgos de Wilder Penfield a través de sus dramáticas investigaciones neuroquirúrgicas. En las postrimerías de la década de los ’50, Penfield estimulaba directamente la corteza cerebral de pacientes conscientes que sufrían cirugía por su epilepsia. Sus hallazgos, basados en las informaciones verbales de sus pacientes, demostraron la localización exacta en el cerebro de ciertas funciones mentales. Su famoso “homúnculo” apuntó a un isomorfismo entre los estados mentales y los procesos neurobiológicos cerebrales. Los teóricos de la identidad, después, adelantaron la propuesta frontal de que los conceptos mentales y físicos tenían realmente el mismo referente, esto es, una particular configuración del cerebro. Veremos a lo largo de diversos autores cómo estas investigaciones pioneras marcaron el camino hacia las ideas de “subsistemas” y de la manera como éstos actúan “en paralelo”.

Hay paralelismo claro entre la teoría de la identidad y las actuales neurociencias. Conviene citar aquí a Eric Kandel: en “Principios de la Neurociencia”: “El tema central de las neurociencias modernas es que toda conducta es un reflejo de la función cerebral... la mente refleja un conjunto de funciones que se han creído ajenas al cerebro. Las acciones del cerebro no se remiten a comportamientos relativamente simples como caminar o sonreír, sino que está en la base de elaboración de funciones tales como los afectos, el pensamiento, o escribir una poesía”. Está claro, y es por todos sabido que los desórdenes del pensamiento y las emociones que, en forma y cantidad diversa, caracterizan las neurosis, los trastornos de la personalidad y las psicosis pueden tener, y seguramente tienen, un substrato cerebral. Las neurociencias ven a la mente como idéntica a las funciones cerebrales y, de esta manera, se están moviendo dentro del mismo marco referencial que la teoría de la identidad.

La Teoría de la Identidad se genera después de otras exitosas síntesis científicas. Consideremos el ejemplo de los genes y los cromosomas. Los genes fueron deducidos a partir de las investigaciones de Mendel sobre la herencia, pero los cromosomas fueron descubiertos por la investigación citológica. Otros ejemplos de integración son la asimilación de los rayos a la electricidad, de la temperatura a la energía cinética, y el sonido a la compresión de las moléculas de aire. En cada uno de estos casos, la teoría original (rayos, temperatura, sonido) ha sido reducida a una teoría física (electricidad, energía cinética, compresión de las moléculas de aire). De la misma manera, la Teoría de la Identidad pretende reducir la teoría original de la mente a la teoría física de la mente. Los teóricos de la identidad no aceptan el paralelismo de los fenómenos estudiados. Citando textualmente a J.J. Smart: “Cuando yo digo que una sensación es un evento cerebral, o que el relámpago es una descarga eléctrica, estoy usando un significado de identidad estricta... no hay dos cosas: una irrupción brusca de luz y una descarga eléctrica. Solamente hay una, una brusca iluminación, que es descrita científicamente como una descarga eléctrica en medio de una nube de moléculas de agua ionizadas”. No hay una mente y un cerebro, solamente hay un cerebro, el cual sólo se puede describir científicamente en el lenguaje de la neurofisiología. Se supone que si uno comprende lo suficiente este último lenguaje está mejor capacitado para entender lo mental, en lo concerniente a comprender el ser humano. La Teoría de la Identidad subraya tres características centrales: la consciencia, la intencionalidad y el libre albedrío.

Al hablar de la primera de estas propiedades, nos enfrentamos con el primero de los cuestionamientos a los que nos hemos referidos más arriba: ¿son los valores conscientes o inconscientes? La consciencia no está todavía completamente dentro de las neurociencias y de la Teoría de la Identidad. Este concepto es usado por los filósofos en un sentido cotidiano de autoconocimiento, y también puede ser llamado subjetividad. La interpretación consciente no nos ayuda a comprender la neurofisiología. Cuando observamos nuestros estados internos, nos damos cuenta del placer, miedos o preocupaciones que experimentamos, pero no tenemos idea de las neuronas o los neurotransmisores implicados. Como ha dicho Nagel “sin la consciencia el problema mente/cuerpo es inabordable, o poco interesante, con ella es desesperante”. Los teóricos de la identidad, y los neurocientíficos, han intentado explicar el comportamiento humano eludiendo el problema de la consciencia

Nos detendremos a analizar más de cerca el problema de la consciencia, que roza también otro gran cuestionamiento, cual es el del inconsciente. Este último ha jugado un gran papel en la teoría psicoanalítica y adquiere ahora otro abordaje a través del cognitivismo racionalista y el constructivismo, especialmente el postracionalismo. Según veremos, el inconsciente se vuelve un tema muy importante, ya que la “esfera pragmática” de Goldar, los sistemas de inhibición (SIC) y de aproximación comportamental (SAC), la de búsqueda de sensaciones o novedades, de evitación del daño, y el mundo emocional, están situados en regiones anatómicas que no se vinculan al consciente, aunque sus productos puedan expresarse en él. De allí la importancia de la afirmación de Goldar cuando atribuye la cualidad de conocimiento que tiene el peligro en su “esfera práxica”, y de vivencia en su “esfera pragmática”

El término “consciencia” es en sí todo un problema. ¿Hay dudas de que nosotros y nuestros bebés y tal vez algunos animales “superiores” tienen consciencia? Seguramente no es una reacción primaria a los estímulos, ya que una rana descerebrada puede mostrarlos. Las computadoras avanzadas pueden evidenciar complejas reacciones a los estímulos, respondiendo a ellos de una manera “inteligente”. Programas informatizados de ajedrez puede jugar mejor que los humanos. La consciencia no debería ser rebajada a nada más que la inteligencia, ni siquiera a la racionalidad. Los robots más avanzados muestran cierto grado de intencionalidad. Lo mismo que las máquinas jugadoras de ajedrez, éstas parecen tener lo que los filósofos han llamado “intencionalidad”, lo que tiene que ver con el hecho de que no se puede tener conocimiento si no es acerca de “algo”. Inversamente, todos estamos seguros de experimentar sentimientos no premeditados: tristeza, felicidad, ensueños ¿Qué es, después de todo una “post-imagen” o un sentimiento de dèja vu?

Podría ser necesario aquí considerar el papel que juegan las emociones, cuando nos ocupamos de la consciencia(15). Por empezar, la mayor parte de los autores sostienen que se trata de un fenómeno consciente y que pertenece a la esfera afectiva. Como veremos luego, al considerar el cerebro triuno de NcLean, debemos descartar esta capacidad en los reptiles. Como experiencia consciente, la emoción debería distinguirse de los estados de ánimo (humores) y de los sentimientos (por ejemplo, culpa, amor) siendo no obstante, todos ellos fenómenos afectivos. Estos, además, incluyen el agrado y el desagrado, el interés y el desinterés; las aversiones. Puede ser que estos distintos fenómenos afectivos estén presentes en diferentes grados o estados de consciencia (por ejemplo, los psicoanalistas hablan de “culpa inconsciente”). Al lado de las emociones básicas, quizás de una manera parecida a los colores básicos del espectro visual (felicidad, tristeza, enojo, ansiedad), hay una serie de emociones complejas que constituyen el espectro completo de la coloración de nuestra vida consciente (caprichos, preocupaciones, soledad). Aunque la experiencia emocional sea consciente, las estructuras anatómicas en la que subyacen son estructuras límbicas.

En lo que respecta a las emociones, es de subrayar la identidad existente entre los mecanismos de lo más pequeño y de lo más grande: pequeñas alteraciones moleculares en el ADN de los gusanos conduce a enfermedades degenerativas de sus músculos, tal como ocurre en la Enfermedad de Huntington o en la esclerosis lateral amiotrófica, que parecen atravesar especies. No sólo las estructuras moleculares perdurarían a través de cientos de años, sino también los mecanismos mediante los genes controlan la integridad del Sistema Nervioso. El interés de los biólogos por especies muy por abajo del árbol evolutivo consiste en saber que es lo que ha permanecido sin modificaciones hasta aquí. En los animales superiores podemos ver programas “fijos” de comportamiento. Se ha sostenido que tales programas puede transladarse a nuestra subjetividad y adquirir la forma de “programas afectivos” fijados, de emoción. Esto también diferencia las “emociones” de lo “humores”.

Este punto de vista de la raigambre evolucionaria de las emociones descansa no sólo en los hallazgos de Darwin sobre los orígenes de las expresiones faciales que acompañan las emociones, sino también en la comprensión sartriana de su significado existencial. El trabajo de Darwin ha sido apoyado fuertemente por las investigaciones más recientes de Eckman y sus colaboradores, quienes llevaron a cabo experimentos que demuestran que las expresiones faciales que acompañan la emoción son innatas y están sólo escasamente vinculadas a la cultura. Sartre afirmaba que los “programas afectivos” aseguran que la experiencia del mundo es experimentada, selectivamente, de una cierta ventajosa manera. Parece haber, por lo tanto, una gran cantidad de convergencia que apoya la posición de que la textura emocional está profundamente enraizada en nuestra historia evolutiva. Sobre la importancia de la Psicología Evolucionaria para el tema que nos ocupa volveremos más adelante. Un factor que vincula el mundo afectivo con los valores es que aquél, como éste, no puede existir sin el cerebro, y en el marco de la experiencia consciente, aunque que, como ya se dijo, ambos estarían vinculados a estructuras anatómicas profundas y antiguas del cerebro.

La emoción y el estado de ánimo (humor) están en realidad muy relacionados. Una emoción puede suavizarse y convertirse en un estado de ánimo, y éste, a su vez, puede agudizarse y convertirse en una emoción. Las emociones son respuestas a lo real o lo imaginario rápidas, casi instantáneas. El humor, en cambio, es más persistente (el clima más que el estado del tiempo).

Las emociones no nos proporcionan información sobre el mundo externo pero nos pueden aportar un enorme conjunto de datos acerca del estado interno de la propia mente. Por ejemplo, el enojo no me dice que estoy enojado con una persona, aunque la imagen mental de la misma refiere inmediatamente al hecho de que yo estoy pensando en ella, sin decirme mayor cosa respecto de lo que estoy pensando de ella. Emociones tales como el enojo o el placer nos dicen que estamos dispuestos a cierto tipo de actitudes, expectativas y acciones que nos son propias. El problema de fondo es que -dejando de lado ciertos estados inusuales como la meditación-nosotros no estamos nunca conscientes de nada concreto -aunque sí de “algo” (idea bastante parecido postulaban hace años, y desde un punto de vista lego, Powels y Bergier en “El retorno de los Brujos”). La experiencia consciente siempre implica representaciones que reflejan fantasías y/o sensaciones que son interna o externamente generadas, en una mezcla con emociones (simples, como el miedo, la felicidad) o complejas (deseos, urgencias, anhelos).

No obstante, el mundo de lo afectivo es una característica irreductible de nuestra consciencia. Pero, aunque podemos encontrarlos muy abajo en la escala zoológica, no ocurre así con la autoconsciencia y el autoconocimiento, como ya se ha señalado.

Se sabe que éstos aparecen más tarde que las emociones en la filogenia, pero no está claro hasta dónde pueden llegar si miramos atrás en la misma evolución, y cómo se presentan en cada una de las especies en ese recorrido retrospectivo.

La noción de que las emociones, o algunas de ellas, son la cara interna de patrones de acción fijos, construidos internamente, no debe cegarnos a la importancia que tienen el aprendizaje y la cultura. Se puede aventurar que, de la misma forma que los patrones conductuales, los afectivos puede incorporarse hacia nuestra subjetividad.

Aquí tocaremos un tema sobre el que luego volveremos, el de la Psicología Evolucionaria; y este abordaje tiene importancia porque, como dijimos, los valores (positivos) representarían lo más alto de la Evolución.

La “psicología evolucionaría” sería la forma más nueva del holismo, y se pregunta: ¿de qué manera la evolución ha formado la mente humana? Esto es una bienvenida demostración de que la psicología y la teoría evolucionaria no son, de hecho, disciplinas separadas.

Retornemos pues a la consciencia. Cuando se habla de ella (sin alguna representación en su seno, no podríamos “hablar” de valores), nos encontramos frente a un tema que ha sido extensamente tratado a lo largo de la cultura humana pero al que, en el inicio del nuevo milenio, se puede abordar desde el progreso logrado por las Ciencias de la Vida, que se extienden desde la Ingeniería Molecular hasta el modelaje de los procesos cognitivos.

Chalmers(10), que parte de la filosofía, cree distinguir en la consciencia dos clases de fenómenos; los del Tipo I (discriminación, integración, capacidad de informar) y los del Tipo II (la experiencia subjetiva) que vagamente pueden equipararse a los conceptos de G. Hamilton(11) cuando discrimina los términos “Yo” y “Self”.

“¿Cómo hace la consciencia subjetiva -para nosotros, las estructuras neurobiológicas que fundamentan el “Yo”- para vincularse a cualquier experiencia consciente específica?” (el “Self”), por ejemplo, el sonido o signo que se convierte en símbolo. Siguiendo a Chalmers, se trataría de aislar los correlatos neurales de la consciencia, meta que perseguiría definir el Tipo II de fenómenos. La respuesta al ¿cómo? implicaría explicar la conexión entre procesos físicos en el cerebro y la experiencia subjetiva. La propuesta sería intentar describir la emergencia de una consciencia compleja a partir de similarmente complejos sistemas cerebrales en los términos más simples de un puente que los una. Herbert Jasper, en 1998, afirmaba que el escepticismo de Penfield en hallar esos puentes era injustificado. Los sistemas neuronales que generan la consciencia deben estar ampliamente distribuidos en el cerebro, variando su activación según las fenómenos que ocurren en la corriente de consciencia (esta variación podría tener que ver con los esquemas de Popper y Eccles(12). Sus mecanismos principales estarían en el tronco cerebral, el diencéfalo y la corteza cerebral.

De acuerdo con esto, Hoffman (1997), en el libro de Stein(14) señala que la atención de los neurocientíficos se ha vuelto crecientemente hacia el comportamiento coperativo de grandes conjuntos de neuronas. Estos estudios empíricos han sido complementados por el desarrollo de simulaciones computadorizadas de procesamiento de información por medio de redesneurales artificiales. En estos modelos han sido recreadas, aunque de manera muy limitada, funciones como percepción, memoria y cognición Sin embargo, aclara, no son “consciencia” en el sentido común de la palabra. De hecho, preguntarse si tales redes tienen consciencia sería un error comparable a decir que los libros son inteligentes. Por otra parte, parece claro que nuestra experiencia consciente y los límites entre los procesos mentales conscientes e inconscientes emergen de nada más, ni nada menos que redes neurales verdaderamente muy complejas

Fenomenológicamente, en primer lugar -como ya se ha dicho- la consciencia es consciencia de algo: las impresiones sensoriales provenientes del mundo exterior forman obviamente la base de mucho de la experiencia consciente, ya sea inmediata, o generada internamente a partir de representaciones sensoriales anteriores. Todos los tipos de imágenes generadas internamente que reacceden al mundo representacional provienen de nuestros sentidos.

Pequeños diferentes “trozos” de información -un perfil facial, el sonido de una voz, un nombre- pueden traer a la memoria a la persona total, la que contiene una miríada de detalles (por ejemplo, apariencia, maneras, conjuntos de conversaciones sostenidas en el pasado con esa persona). La gente puede identificar una particular sinfonía o canción rockera sobre la base de que es una cualquiera dentro de las muchas de su tipo. A la memoria de contenido orientable se le solicitan tareas que van desde patrones de reconocimiento espacial a la solución de problemas complejos, mediante la comparación de los nuevos con otros anteriores, similares. La flexibilidad mental está caracterizada por las vías diferentes vías que presenta la misma memoria. Los sistemas de redes neurales artificiales también exhiben flexibilidad. Una memoria puede ser desalojada, por la intrusión de nuevas memorias de cantidad variable provenientes del sistema.

Se podría objetar este relativamente limitado concepto de la consciencia ¿qué pasa entonces con las actitudes, creencias, intenciones y -sobre todo- valores, que no tienen un contenido específico sensorial o emotivo? Por ejemplo, ¿qué experimento yo cuando sé que soy argentino, un concepto abstracto derivado de series sensoriales que parecen, no obstante, aprehensibles? ¿Cómo me vuelvo consciente de este concepto? Mi introspección me lleva a una multiplicidad de imágenes visuales, relacionadas con situaciones políticas y sociales, o de viajes que he realizado, situaciones que he presenciado, o de las que he oído, etcétera, a lo largo de toda mi vida, algunas de las cuales he vivido con más emoción que otras. Sin embargo, no importa con cuánta fuerza lo intente, no tengo acceso a la experiencia directa del concepto abstracto de ser un argentino. Esta abstracción, como otras, necesita ser corporizada por vía de estímulos sensoriales y/o emocionales específicos, o acciones actuales -por ejemplo, cuando vemos jugar en un partido por la Copa del Mundo al seleccionado argentino de fútbol- para poder experimentarlo directamente. Esto no quiere decir que estas generalidades y abstracciones no sean funciones mentales críticas. Determinan que elementos van agrupados juntos en “nuestra corriente de consciencia” tanto como determina los objetivos de nuestras acciones. La coherencia de esos pensamientos y acciones sería lo que llamamos “self” Reconozco mis acciones y pensamientos conscientes como propios debido a que son coherentes con objetivos identificables.

Otra herramienta que usamos para volvernos conscientes de actitudes, creencias, valores y otros conceptos abstractos es el lenguaje. Les decimos palabras a los otros y a nosotros mismos, que expresan estos conceptos. Sin embargo, esta clase de experiencia consciente, otra vez aquí, es disparada por una activación externa o imaginaria de uno de los sentidos; por ejemplo, oyendo alguna palabra que evoque esos conceptos. Uno puede decirse a sí mismo “argentino” y experimentarlo como una palabra. Si embargo, esto no tiene ningún significado vivencial excepto por la clase de asociaciones derivadas de oraciones que yo me digo a mí mismo o que les digo a los demás. Pero otra vez, inescapablemente, decir palabras interna o externamente produce una particular experiencia sensorial. Por otra parte, las emociones han sido probablemente subestimadas en relación a su importancia al experimentar conceptos abstractos. Otras actividades abstractas, por ejemplo, la tendencia conativa o tendencia de acción, puede hacer irrumpir particulares sensaciones, imágenes y emociones. Las introspecciones más simples sugieren que una condición necesaria para la experiencia consciente -aun cuando impliquen conceptos o intenciones abstractas- es que uno o más sistemas imaginario/perceotuales o emocionales codifique información significativa. Es ampliamente sabido que las emociones se experimentan corporalmente. De manera que se puede decir que una condición necesaria para la experiencia consciente es la codificación significativa de información por áreas del cerebro responsables de la representaciones somáticas y/o sensoriales.

En segundo lugar, la consciencia parece ocupar una continua duración de tiempo más que consistir en un conjunto de flashes mentales. La continuidad a lo largo del tiempo parece ser la característica de toda aprehensión de objeto; tanto más tiempo cuanto más complejo sea el estímulo. Algunas veces la organización temporal de la consciencia nos juega una trampa, que se puede ejemplificar con la proyección de una película, en donde la sucesión de cuadros rápidamente nos producen la sensación de movimiento.

El más demostrativo ejemplo de este funcionamiento de la consciencia son las emociones. La experiencia emocional tiene claramente una duración, durando desde unos segundos a horas o más. El pesar o la ansiedad pueden parecernos interminables. Por lo tanto, a la anterior afirmación referida a la necesidad de una codificación significativa de información de representaciones sensoriales y corporales -por parte del cerebro- para que se produzca la experiencia consciente, hay que agregar que éstas deben ser sostenidas durante un lapso crítico. Hoffman aclara que esto no significa que otras áreas cerebrales de asociación, no específicamente vinculadas a la emoción o a las sensaciones, no puedan ser activadas y sostenidas durante la experiencia consciente, pero ellas solas no son suficientes para que ésta tenga lugar.

Un modelo que Hoffman analiza es de redes neurales simuladas de procesamiento de información. Están compuestas de un gran número de unidades de computación muy simples que simulan ser “neuronas” las cuales están densamente interconectadas y transmiten información de acuerdo a “valores sinápticos”. Estos son numéricos y pueden ser positivos (“excitatorios”) o negativos (“inhibitorios”). No hay un módulo o unidad de “comando”; la efectividad de la red como un todo refleja la cooperación interactiva entre las partes. Cada neurona recibe información de una gran cantidad de otras neuronas y computa la entrada de estos inputs en paralelo con las computaciones de otras neuronas del sistema.

Un nuevo input al sistema -el cual induce a un nuevo patrón de activación entre las neuronas de la red- lleva a un nuevo estado de desorden. El sistema, en respuesta, busca otro estado de mínima energía o atractor que más o menos incorpora el nuevo patrón de activación inducido por el último input. Las redes neurales tienden, por lo tanto, a fluir hacia una energía mínima. Debe, por consiguiente, haber “memorias” del sistema para conservar este patrón. Lo que se sigue es que no existe una correspondencia tipo uno/uno entre esta clase de patrón memoria/atractor y cada neurona, sino un patrón de activación y supresión para un número muy grande de neuronas de la red. El aprendizaje ocurre cuando el sistema adquiere nuevos atractores o energía mínima; esto se logra ajustando la fuerza sináptica entre muchas neuronas.

Son especialmente importantes las redes artificiales que funcionan sobre la base de atractores dinámicos. Las capacidades de estas redes derivan del hecho de que son “atraídas hacia” (activadas) patrones de activación particulares. Estos patrones son los estados de “baja energía” del sistema. Aquí la “energía” no es equivalente a la activación metabólica de las verdaderas redes neurales, sino que deriva de una rama de la Física llamada “Estadística Matemática”. Esta ha sido utilizada, por ejemplo, para comprender cómo los momentos magnéticos de los átomos de hierro interactúan para formar un complejo enrejado. Cuando los momentos magnéticos de un grupo de átomos proximales se alinean esponáneamente en la misma dirección, el sistema está menos desordenado y tiene una energía estadística menor. Cuando esos momentos magnéticos se desordenan, la energía estadística aumenta. Por lo tanto, esta energía es proporcional al desorden del sistema.

En estas redes, las memorias son de contenido dirigible: si parte de un sistema entra en un patrón de activación que se compara con uno previo de “memoria/atractor”, todo el resto del sistema fluirá a un patrón de activación que incorpore al atractor como una totalidad. Las diferentes partes del sistema que codifican diferentes componentes de una memoria pueden, cada una de ellas, ser alimentadas, con aquella información de entrada que reproducirá la memoria en su totalidad. Para las redes neurales que funcionan por medio de estos atractores, el desorden en un momento dado refleja el grado en el que todo par de neuronas se coactivan de acuerdo a sus valores de conectividad. Por ejemplo, supongamos que la neurona 1 y la neurona 2 pertenecen a una red neural. Si estas dos neuronas se vinculan recíprocamente por medio de conexiones excitatorias, y ambas neuronas están, en el momento “Y”, ya sea simultáneamente activas o inactivas, entonces la energía del sistema disminuirá. Si, a la inversa, una de las neuronas está activada y la otra no, la energía del sistema aumentará. La energía del sistema total refleja la contribución energética de cada par de neuronas y de sus valores de conexión. En general, la red como totalidad siempre fluye desde niveles mayores a menores de energía, y busca estabilizarse en un nivel mínimo de energía o atractor.

Lo que estas redes nos puedan decir sobre la verdadera naturaleza del consciente y del inconsciente es un orden muy limitado, revisa los procesos de redes neurales que pueden estar proveyendo las bases para los procesos conscientes e inconscientes (aquél “puente” que reclamaba Chalmers). Sin embargo, aclara, las redes neurales específicas, sean biológicas o experimentalmente simuladas, no son lo que se conoce como “consciencia” en el sentido común de la palabra.

El principio de que la consciencia de algo requiere un patrón de activación cerebral temporalmente estable, está implícito en el concepto de energía mínima descrito más arriba. El sistema en su conjunto, incluido el subset “determinante de la consciencia”, tenderá a entrar en estados temporalmente estables. Esta tendencia es la consecuencia inmediata del hecho de que la energía mínima son atractores funcionales que estabilizan hasta que un nuevo input cambia al sistema en otro de energía mínima.

El procesamiento de información es llevado a cabo en paralelo; por lo tanto, diferentes módulos (las redes más pequeñas) computan sus ouputs simultáneamente y verifican los ouputs de otros módulos de tal forma que la energía total de la red mayor es minimizada. Se dice, entonces, que la información está distribuida en esos sistemas. En otras palabras, las representaciones están codificadas por patrones de activación e inactivación a través y dentro de los módulos neurales. La red neuronal total opera buscando su energía mínima en respuesta a la nueva información que fluye a ella dentro del sistema

Brevemente, la fenomenología de la consciencia que describe hasta aquí Hoffman encaja elegantemente con una hipótesis de redes neurales con impulso, ofrecida por Rumelhart y col. en 1986. Estos autores sugieren que el contenido de consciencia está determinado por el subset de neuronas de un sistema mayor, y que este contenido es expresado (esto es, experimentado) cuando la totalidad del patrón de activación de estas neuronas está relativamente estable por unos pocos centenares de milisegundos. Estas reflexiones fenomenológicas sugieren que las representaciones sensoriales y/o emotivas son requeridas por la experiencia consciente para emerger -aun cuando las abstracciones y generalidades necesitan ser disparadas con estas representaciones para poder entrar en dicha experiencia. Por consiguiente, los subsistemas neurales que subyacen a esas representaciones sensoriales/emotivas podrían entonces corresponder a un subset especial de neuronas que Rumelhart propuso como responsables de la experiencia consciente.

El segundo principio -el de que la consciencia requiere un patrón de activación cerebral temporalmente estable- está implícito en el concepto de energía mínima descrito más arriba. El sistema en su totalidad, incluyendo su subset “determinante de la consciencia”, tiende a entrar en estados temporariamente estables. Esta tendencia es una consecuencia inmediata del hecho de que la energía mínima es un atractor funcional que estabiliza hasta que nuevos inputs cambia el sistema neural a otro mínimo de energía.

Los estudios de metabolismo cerebral regional de los procesos de lenguaje y de ejercicios mentales en sujetos sanos han establecido que se requiere la activación de múltiples áreas corticales, aun para tareas cognitivas simples. Más significativamente, se ha demostrado que la información no fluye unidireccionalmente desde las áreas receptivas sensoriales posteriores a las áreas frontales ejecutivas y eferentes. En su lugar, en cambio, el flujo bidireccional y simultáneo, es la regla. La reciprocidad funcional se refleja anatómicamente en el hecho de que las proyecciones que parten del córtex de asociación posterior a las áreas frontales está inevitablemente acompañado por proyecciones en dirección opuesta. Los registros intracraneales en humanos enseñan una lección parecida: la activación neuronal del lenguaje motor (Broca) se produce simultáneamente -no después- del área de Wernicke, de asociación semántica; lo que sugiere un acoplamiento recíproco de estas áreas corticales. Aun dentro de las regiones corticales posteriores, se ha observado un intercambio recíproco de información; von der Heyt, en 1984 demostró retroproyecciones desde los circuitos de detección de objetos visuales hacia las neuronas visuales primarias.

Estas observaciones neurobiológicas apoyan las siguientes hipótesis:

1- Toda tarea de procesamiento de información (sea aprehendida conscientemente o no) emerge la interacción bidireccional compleja de circuitos anatómicos ampliamente distribuidos.

2- No hay ningún modulo que funcione como un árbitro final que determina la evolución de estas interacciones.

Estas hipótesis son consistentes con recientes hallazgos de la neuropsicología. En un trabajo reciente, y coincidente con las afirmaciones de Goldar, que ya hemos citado, Damasio (1989) notó que la destrucción de las llamadas “áreas corticales de más alto nivel” tales como las cortezas frontales y temporales no bloqueaban la percepción consciente. No obstante, el daño de ciertas áreas de asociación sensoriales perjudicaba las representaciones perceptuales. Por otra parte, estos defectos neuropsicológicos están acompañados por un deterioro paralelo de la capacidad de recrear y reproducir imaginariamente estas experiencias perceptuales. Por lo tanto, no puede postularse que la percepción y producción de una imagen esté topográficamente colocada “corriente abajo” en las áreas de asociación cortical de “alto nivel”. En lugar de esto, en el caso de la percepción visual, las áreas de asociación cortical, de acuerdo a la postulación de Damasio, están “ligadas” en conjunto con sistemas de “bajo nivel” que codifican para datos visuales a través de “retroactivación regulada por cerraduras programadas temporalmente”. Esta activación se corresponde con la que se ejerce recíprocamente entre regiones corticales de tal forma que la modulación neural en las áreas sensoriales se dispara de acuerdo a patrones sincronizados. Se postula que este proceso de sincronización es responsable de que se puedan organizar representaciones múltiples en una representación coherente de un objeto. De la misma manera, se postula que las representaciones de un objeto se “unifican” a manera de una única configuración a través de las zonas de asociación cortical; de esta manera objetos múltiples pueden ser representados secuencialmente a lo largo del tiempo. En estos modelos, los procesos de “alto nivel” facilitan, pero son suficientes por sí mismos, para conducir a la experiencia consciente. Esta sólo puede ocurrir cuando hay una activación coordinada de una o más áreas corticales dedicada a las representaciones sensoriales.

El concepto de “vinculación de características” unido al de la estabilidad generada por “cerraduras activadas temporalmente” han recibido considerable atención. Estos conceptos dan por sentado que diferentes conjuntos neuronales son reclutados en un patrón de disparo, común, resonante y oscilatorio toda vez que la entrada de información es aprehendida como una “gestalt”. Tales patrones de disparo son autocatalíticos (esto es, por breves lapsos tienden tienden a re-crearse a sí mismos y por lo tanto lograr estabilidad a lo largo del tiempo). El reclutamiento de neuronas adicionales en un proceso resonante de encendido tiende a estabilizar aun más este proceso temporal.

La demostración más contundente de las vinculaciones activadas por cerraduras temporales fue un estudio efectuado por Gray en 1989. Se estudiaron las respuestas de la corteza visual del gato a una estimulación provocada por una barra de luz. Se registraron cinco de siete neuronas de diferentes áreas de la corteza visual de manera simultánea. Los campos receptivos de estas neuronas no estaba superpuestos (esto es, un ligero estímulo visual podría activar una neurona y no otras). Al usar estímulos independientes, las diferentes células podrían ser coactivadas y encontrar que se disparan según un patrón oscilatorio. Pudo determinarse la relación temporal de los patrones de disparo a lo largo de las neuronas. Cuando el estímulo de la barra luminosa se mueve en direcciones diferentes a lo largo de distintos campos receptivos, las neuronas respondientes dentro de éstos se activan, pero de una manera incoordinada. Sin embargo, cuando dos estímulos de barras luminosas se mueven en la misma dirección en dos campos receptivos diferentes, la actividad oscilatoria de dos neuronas correspondientes se vuelven débilmente sincronizadas a lo largo del tiempo. La sincronización del comportamiento oscilatorio de diferentes neuronas se acentúa cuando las respuestas son diaparadas por una barra luminosa única y larga que cubre varios campos receptivos a la vez. Para Gray (1989) esto sugiere que “la sincronización oscilatoria de los patrones de disparo de diferentes neuronas depende de las características globales de estímulos tales como un movimiento coherente y continuo”, el cual abarca la identificación del objeto. Tal identificación ocurre, en las experiencias de Gray, en un rango entre 40 a 60 Hz.

Una serie de estudios llevados a cabo por Skarda y Freeman, también han subrayado la importancia de la coherencia temporal de los procesos neurales espacialmente distribuidos durante el procesamiento perceptual. Estos investigadores usaron un gran número de electrodos EEG intracorticales en el bulbo olfatorio del conejo para obtener muestras de su actividad eléctrica. El bulbo olfatorio no es un nervio periférico sino, de hecho, una extensión del SNC con una organización cortical multilaminada, aunque primitiva. Este sistema neural provee, por lo tanto, una excelente oportunidad para estudiar los procesamientos corticales perceptuales. Los conejos sometidos a este experimento fueron adiestrados para reconocer ciertos olores. Se encontró que un olor particular inducía patrón de disparo específico distribuído a lo largo de todo el bulbo olfatorio (reflejado en más de 60 sitios EEG). Como ocurrió en la experiencias de Gray. Los “trenes de ondas” asociadas a la detección de una particular “gestalt” olfatoria ocurrían en un rango de 40 a 60 Hz. Sin embargo, a diferencia de aquellos estudios iniciales, los de Skarda/Freeman mostraron que los trenes de onda expresaban no sólo simples oscilaciones sinusoidales sino también patrones de disparo más complejos distribuidos a lo largo de un rango más amplio de frecuencias.

Estudios más recientes con el modelo de redes neuronales artificiales usaron la activación oscilatoria por “cerraduras temporales” durante la detección perceptual gestáltica. Estas simulaciones capacitan para una disección más precisa de la unificación temporal que puede subyacer bajo el procesamiento de información a través de las redes biológicas. Por ejemplo, estas redes manejan la ambigüedad perceptual de una manera muy interesante. Por ejemplo, asumen que un estímulo entrante que es presentado a la red puede estar asociado con más de una gestalt almacenada en la memoria. La red entera entra en oscilaciones sincrónicas que involucran a neuronas que codifican primero para una gestalt, después cambia abruptamente a un patrón oscilatorio que involucran a neuronas que codifican para una gestalt alternativa. Estos procesos de cambio perceptual recuerdan los muy conocidos del tipo “cubo de Necker”, o similares, en donde una percepción puede cambiar a otra, sin que la figura en sí se modifique. En general, la gestalt mantenida en un momento dado en la mente por la red estimulada está fundamentalmente determinada no por cuál subset de neuronas se encuentra en actividad, sino más bien por cuál subset demuestra un disparo oscilatorio temporalmente coordinado.

Estos antecedentes sugieren, para Hoffman, la siguiente hipótesis: una frecuencia entre 40 a 60 Hz de disparo neural por cerraduras activadas temporalmente no solamente “ligan” características a través de diferentes áreas neurales para crear gestalts sino que por sí mismas constituyen el correlato neural de la experiencia consciente. Propone que los sistemas neurales responsables de la codificación sensorial y/o emotiva son capturados por estos procesos oscilatorios; si la activación oscilatoria tipo “cerradura de tiempo” incorpora una masa crítica de neuronas a partir de estos módulos a lo largo de un lapso crítico, entonces hipotéticamente emergerá la experiencia consciente.

Si este modelo tiene validez, entonces es probable que los procesos neurobiológicos responsables de la experiencia consciente sea auto-perpetuantes, ya que los procesos oscilatorios resonantes tienden a sostenerse a sí mismos. La experiencia consciente sería por lo tanto un indicador de estabilidad y de retención de representaciones activadas en un nivel cortical. Hoffman también ha propuesto que los procesos oscilatorios resonantes tienden a reclutar componentes de redes neuronales adicionales dentro de este proceso sincrónico (lo cual agrega sostén a los estados representacionales). Por lo tanto, una segunda consecuencia neurobiológica de un estado de consciencia sería la integración funcional de diferentes módulos corticales. A diferencia de una propuesta similar hecha por Baars en 1983, la posición de Hoffman es que no se trata de que la experiencia consciente sea quien haga la integración sino que, en realidad, ella es un indicador de que tal integración está ocurriendo en el nivel neurobiológico.

Este modelo presenta una serie de limitaciones. Una de ellas es que nuestra experiencia consciente es extremadamente sensible al cambio, reconoce solamente diferencias. Es enteramente posible que en ausencia de cambios o contrastes perceptuales, un objeto de consciencia quedase fuera del conocimiento. Si todo lo que vemos fuese rojo, no podríamos orientarnos a nada en particular. Pero un cuadrado rojo sobre fondo blanco, nos daría un contraste perceptual que nos permitiría ver y caracterizar tal cuadrado. Lo mismo ocurre con un sonido que no cambia, o con un dedo que permanece inmóvil sobre nuestra piel. La excepción a esta regla son las emociones. Podemos estar angustiados o tristes por horas, días, o tal vez más tiempo, y no nos habituaremos a ello.

Hoffman ha propuesto, como vimos más arriba, que la consciencia requiere una activación estable, sincrónica, distribuida a lo largo de módulos representacionales sensoriales/somáticos. El contraste o cambio -el estímulo fenomenológico que reactiva la consciencia- parecería destruir la estabilidad de la activación sincronizada de los sistemas neuronales, y por consiguiente, constituír una contradicción al modelo de Hoffman. No obstante, modelos de simulación de redes neuronales más recientes, como el desarrollado por Hjelmfelt y Ross (1994) usan neuronas simuladas que son más “biológicas” que las redes convencionales de atractores, ya que incorporan ecuaciones fisiológicas para membranas excitables. Los inputs a estos sistemas los llevan también a ubicarse dentro de atractores que están codificados por actividad oscilatoria sincronizada. Sin embargo, esos estados son sólo transitorios; en estas redes se vuelve pronto a un atractor neutral o de “reposo” (es interesante saber que un atractor de “reposo” fue también fisiológicamente caracterizado para el sistema olfatorio de los conejos por Skarda y Freeman). Por lo tanto, estas redes artificiales pueden mantener estados diferentes al de “descanso” solamente configuraciones de estímulos son alteradas en intervalos distintamente frecuentes. Por lo tanto, el modelo demuestra una sincronía estable a través de los grupos de neuronas, pero sólo por tiempos, a menos que sea reestimulado por nuevas configuraciones de inputs. La persistencia experimental de la emoción relativa a imágenes sensoriales sigue siendo desconocida, pero puede estar reflejando diferencias en los circuitos neurales relacionados a los sistemas sensoriales.

La experiencia consciente en un sentido convencional no ocurre a menos que el contenido de la consciencia sea algo recordable, aun si lo sea fugazmente. Otra limitación del modelo es que los aspectos mnémicos de la experiencia consciente no es capturada explícitamente. Ha habido mucha investigación -y especulaciones- acerca de cómo los sistemas neurobiológicos acumulan nueva información, incluyendo las huellas de memoria de nuestros propios estados anteriores. El hipocampo es una región relativamente pequeña del sistema límbico que no obstante tiene conexiones recíprocas diversas con múltiples áreas corticales, incluyendo regiones representacionales corticales para los procesamientos visuales y auditivos. Estas conexiones parecen jugar un papel esencial en la gestación de memorias. La hipótesis actual es que el hipocampo coordina el almacenado de memoria en sistemas corticales distribuidos. Por lo tanto, una predicción de este modelo de la experiencia consciente es que la activación sincrónica y distribuida de sistemas neurales es necesaria para que el almacenaje de información sea coordinada por el hipocampo. En términos de los modelos del atractor oscilatorio del procesamiento de información neural, esto ocurriría debido a cambios en la conectividad interneuronal que facilita la activación resonante correspondiente a la anterior experiencia consciente. Entonces, una versión de la experiencia se vuelve reaccesible a través de procesamientos de información neurales futuros.

Ahora cabe retomar un problema que ya habíamos enunciado más arriba: el del inconsciencia. Veamos cómo el modelo de Hoffman de la consciencia lleva consigo una hipótesis de su funcionamiento.

En primer lugar, este modelo sugiere que muchos procesos cerebrales son inconscientes. En particular, el procesamiento de información por módulos corticales y subcorticales, que no son directamente responsables para la codificación sensorial o emocional, permanecerán fuera de la consciencia si estos eventos cerebrales, a su vez, no conducen a una activación de los módulos sensoriales/emotivos. Las neuronas de la corteza frontal, del cerebelo, del estriado, aún si fuesen disparadas de una manera totalmente coordinada, probablemente no conduzcan a una particular experiencia consciente aún cuando sus capacidades de procesamiento de información fuesen críticas para un comportamiento inteligente e intencional.

En segundo lugar el modelo sugiere que los procesos mentales conscientes no controlan los inconscientes. La consciencia, en este caso, podría ser mejor concebida como la “superficialización episódica” de un procesamiento de computación neural emergente que es integrado dentro del “barrido” de nuestros sistemas representacionales sensoriales y emocionales. Esto no quiere decir que los correlatos neurales de la experiencia consciente no puedan influir sobre los procesos cerebrales. Los módulos responsables de codificar la experiencia consciente interactuarían, teóricamente, con otros módulos neurales, los que podrían conducir a nuevas experiencias conscientes tanto como a un procesamiento inconsciente de información y a comportamientos motores (por ejemplo, el hablar, los movimientos de un brazo). Por ejemplo, yo puedo decirme interiormente “quiero una manzana” y después de esto ir a la cocina, abrir la heladera, y comerla. Sin embargo, los circuitos cerebrales influenciados por mi necesidad de nurtrición y responsables de la información acumulada sobre fuentes de la misma, tales como las manzanas, de haberlas comprado ayer y de haberlas puesto en la heladera, etcétera, están también activas -más o menos inconscientemente- y todas ellas interactúan colectivamente en el momento en que efectúo mi diálogo interno y emerge la conducta resultante. El aspecto “contextual” que tiene esta secuencia es señalado por Goldar cuando indica que el procesamiento inconsciente y el comportamiento resultante varían según la configuración: una manzana en una heladera no es evaluada de la misma forma que la misma manzana en un basural.

La experiencia consciente tiene, por lo tanto, la apariencia de puntuaciones de procesos neurales, por otra parte inconscientes, que mezclan los diferentes inputs, acumulan información, y emiten salidas que expresan la estabilidad resonante de un módulo neuronal específico activado. En lugar de un agente que controla “dentro del cerebro” -esto es, un homúnculo que dirige el procesamiento de información y la uniforma dentro de la consciencia- el modelo predice que el “controlador” es una propiedad emergente surgiendo de la mezcla de inputs, ouputs y una mezcla de información almacenada que se va acumulando a lo largo del tiempo. El cerebro contiene solamente neuronas, y ninguna neurona o conjunto de ellas (incluyendo aquellas que subyacen a la experiencia consciente) es lo dominante. La ausencia de un agente ejecutivo puede ser filosóficamente ofensivo, pero es lo que tenemos en nuestro conocimiento actual de las redes neurales y del funcionamiento cerebral.

En tercer lugar, el modelo predice que los sistemas neurobiológicos responsables por las representaciones sensoriales y motoras pueden estar activas y no ser registrado conscientemente. En teoría, al menos cuatro tipos de activación neuronal que involucran a estos sistemas pueden no ser conscientes:

1- La activación de una masa crítica de elementos neuronales no se ha logrado. Presumiblemente, con el disparo cooperativo de solamente dos neuronas en las áreas sensoriales no puede haber experiencia consciente; se requiere que una masa crítica de neuronas debe ser activada cooperativamente para que tal cosa ocurra. El monto de la activación neuronal puede ser ampliamente variable y dependería de la modalidad sensorial. La codificación emocional puede requerir solamente unos pocos cientos de neuronas en los centros subcorticales, en tanto que representaciones lingüísticas complejas pueden requerir posiblemente la activación coordinada de muchos millones de neuronas.

2- Los procesos oscilatorios ocurren al margen del rango crítico de frecuencia. Hoffman ha propuesto que el rango crítico de frecuencia para activación neuronal es de 40 a 60 Hz. Un ejemplo común de procesos oscilatorios que ocurren fuera de este rango es el ritmo alfa (su rango de frecuencia está en los 8-12 Hz), que no produce una experiencia consciente. Sin embargo, existe alguna evidencia de que ritmo alfa realmente aumenta el umbral para la percepción consciente de los estímulos. Sin embargo, la activación oscilatoria que ocurre fuera del rango de 40-60 Hz podrían teóricamente conducir en un procesamiento significativo de información (en tanto permanecen fuera del conocimiento consciente).

3- Los procesos oscilatorios no son mantenidos durante un lapso crítico. Hoffman ha sostenido que activación oscilatoria resonante necesita ser sostenida por unos pocos cientos de milisegundos para que se alcance la experiencia consciente, Una activación por lapsos más cortos puede conducir a un proceso de información significativo, pero no llega a ser una experiencia consciente. La duración crítica puede ser ampliamente variable. Quizá la detección de representaciones más complejas (por ejemplo, lingüísticas) requiere un disparo oscilatorio estable por muchos cientos de milisegundos, en tanto que la detección de un simple flash de luz requiere el disparo sincrónico de unas pocas decenas de milisegundos. Diferentes aspectos de la misma experiencia -por ejemplo, volverse consciente de “que” es lo que estoy viendo, versus “donde” lo estoy viendo, o detectar sonidos, versus captar su significado (por ejemplo, la palabra) puede requerir lapsos diferentes de representación neural.

4- Los procesos oscilatorios no están sincronizados. El modelo de Hoffman sugiere que la activación de los módulos sensoriales/emotivos, aun si fuesen sostenidos con el rango de frecuencia apropiada durante un lapso suficiente, no producirá una experiencia consciente a menos que haya ocurrido la sincronización oscilatoria entre los grupos neuronales.

Una demostración reciente y clásica de la activación de módulos sensoriales corticales es la “vista ciega”, la cual se refiere a las capacidades residuales de pacientes con daño en la corteza visual. A estos pacientes se les ofrece estímulos visuales específicamente dirigidos hacia su campo visual ciego. Ellos informan no ver nada, no obstante “adivinan” correctamente el objeto que ha sido expuesto a su campo visual. El modelo de Hoffman sugiere la existencia de un amplio rango de procesos mentales inconscientes que podrían explicar el fenómeno de la “vista ciega”. Todo lo que se requiere es que no ocurra un proceso de activación oscilatorio del tipo “cerradura de tiempo” en las regiones sensorio/emocionales que codifique regiones de sufientes extensión y en los lapsos adecuados. No hay nada en la teoría que analizamos que impida que esté ocurriendo un procesamiento significativo de información sin que necesariamente haya una activación oscilatoria.

Una consecuencia específica de este enfoque es que el mismo tipo de activación sensorial y emotiva bajo diferentes circunstancias puede a veces conducir a un conocimiento consciente y otras veces permanecerá fuera del rango de consciencia. Por ejemplo, si un estímulo es esperado, un input menor puede inclusive inducir una activación coherente de una masa crítica de neuronas. Inversamente, la estimulación de los campos visuales periféricos es menos probable que movilicen las neuronas representacionales visuales que las que estimulan el campo foveal.

Otra consecuencia adicional del modelo de Hoffman es que la memoria podría ser activada mientras todavía permanece fuera del campo consciente, lo que podría ocurrir cuando la activación no involucra sistemas emocionales o sensoriales en forma directa o cuando los involucra de una manera no sincrónica Un inconsciente “freudiano” -en el que ciertas memorias son expresadas, pero solamente en forma indirecta a través de síntomas o acciones más que por vía de la recolección por vía del consciente- es enteramente congruente con el modelo de la experiencia consciente descrito más arriba.

Las hipótesis de Hoffman en relación a la necesaria inestabilidad de la entrada de información para que entre a la inconsciencia sugieren vías dentro de este proceso que pueden permanecer fuera del conocimiento consciente. Por ejemplo, los inputs que son muy constantes pueden tener un gran significado en el procesamiento de información que caen fuera del conocimiento. Un piloto puede no estar continuamente atento a un cielo azul, pero presta rápidamente atención si advierte que el azul del cielo se termina y aparece el horizonte. Generalmente dejamos de prestar atención a la ropa que nos ponemos una vez que estamos vestidos.

Esta perspectiva también puede explicar los fenómenos hipnóticos inducidos por la mirada fija a un objeto o a un péndulo oscilante. Esos ejercicios producen un patrón de estímulos no cambiantes, el cual conduce a mutar el conocimiento del objeto en sí (tanto como otros estímulos externos). Los llamados estados hipnóticos o disociactivos asociados con experiencias traumáticas previas podrían ser similarmente explicables por la persistente reexperiencia intrusiva de memorias del trauma que podría producir un patrón incambiante de estímulos generados internamente que interrumpen también el conocimiento consciente.

Otro investigador importante en esta línea es Gray. En 1971 identificó tres vías límbicas que estaban asociadas con tendencias generalizadas hacia la aproximación, el para (inhibición) y la lucha-huida. Inicialmente, había sugerido que la actividad en el sistema septohipocámpico era la base biológica del sistema extraversión-introversión, estando la elevada actividad del sistema identificada con la introversión. Más tarde, en 1973, postuló que el sistema septohipocámpico era la base biológica de la dimensión ansiedad de la personalidad, cuyas principales funciones serían:

1- Inhibir el comportamiento en curso en respuesta a señales o estímulos novedosos asociados a castigo o no-recompensa,

2- Incrementa la actividad del sistema simpático,

3- Enfoca la atención sobre los estímulos significativos.

Para ese entonces, Gray sugería que los fascículos hipotalámico-lateral septal y el prosencefálico medial eran la base de la impulsividad. Se corresponde aproximadamente al sistema de recompensa descubierto por Ols y col. en los estudios de autoestimulación y a los que ya nos referimos. El tercer sistema, el de la lucha-huída, tiene su substrato biológico en el hipotálamo medial y las vías grises centrales. Coincidentemente con Goldar, en el sentido que la corteza (y posiblemente la consciencia) se corresponde con su esfera práxica, estos mecanismos descritos por Gray no son disparados desde la consciencia, y en todo caso ésta toma conocimiento a posteriori de que los eventos hayan sido desencadenados, lo cual correspondería a la esfera pragmática de Goldar.

Para ilustrar esto Gray utiliza el ejemplo de un juego de tenis entre jugadores expertos. La velocidad del juego es muy superior a la entrada en la consciencia de los perceptos vinculados al mismo. Aunque no es posible que la totalidad de la consciencia sea una ilusión, una parte puede que lo sea. Esto es lo que pasa en el tenis, creer que uno ve la pelota y después la golpea. Lo que realmente pasa es que uno golpea la pelota (basado en gran medida en un procesamiento inconsciente extremadamente rápido de la información visual) y luego la ve conscientemente. A partir de este punto de vista funcional, es una incógnita qué es lo que la mirada consciente puede agregar al procesamiento inconsciente de esta información, que es suficiente “per se” para permitir la performance de precisión. Gray ha hecho un listado de funciones psicológicamente complejas que parecen estar igualmente libres de la experiencia consciente.

1- En análisis de la entrada sensorial.

2- El análisis de la información verbal.

3- El aprendizaje.

4- La memoria.

5- La selección de las respuestas.

6- El control de la acción.

7- La producción de la respuesta verbal.

Gray propone que el contenido de la experiencia consciente es, en realidad, la salida final de un proceso realizado por un comparador, tal como se ilustra en la Fig.1. Este comparador actuaría como un mecanismo ulterior de detección de errores, más lento en relación con los procesamientos comportamentales que debe evaluar. Su función entonces consiste en corregir los errores que detecta (que podrían ocasionar castigo, fracaso o displacer) para mejorar los rendimientos futuros. En este sentido cumple con la condición de los “valores preventivos”, pertenecientes a la esfera pragmática de Goldar, y tiene un sentido evolucionario, de preservación.

La pregunta que aquí surge es la siguiente: si el cerebro es capaz de hacer cosas tan complejas y eficientes ¿para qué necesitamos un mecanismo ulterior de corrección de errores?



El comparador usa regularidades pasadas almacenadas provistas por la experiencia para ayudar a la interpretación de elementos provenientes del procesamiento de la información actual. En condiciones de rutina el comparador puede servir para cumplir funciones cognitivas simples, como la memoria de trabajo. Pero bajo situaciones estresantes se involucran, como veremos, los sistemas ST y NA. Este procesamiento (fig. 2), requiere de la formación subicular (origen del mayor output proveniente de la formación hipocámpica) y de la corteza entorrinal (Sub, CE) y del núcleo accumbens (NAC), la principal puerta de entrada a los ganglios de la base y recipiente de una proyección dopaminérgica (por vía mesolímbica) desde el núcleo A 10 del área tegmental ventral y, por último, inputs desde un sistema comparador a un programa motor.

Reentradas de Información

El mecanismo actuaría según los siguientes pasos: en primer lugar, el prosencéfalo límbico usa las regularidades acumuladas de experiencias previas para anticiparse a las que seguirán. Para esto, el tiempo en quantums de 0,1 segundo, después compara el pronóstico con lo que ocurre en el siguiente quantum temporal. Este procesamiento es enviado desde el subículum al accumbens. Este núcleo forma parte de un sistema de programación motora de los ganglios basales. Este programa continúa la acción si el mensaje es concordante; si es discordante, lo interrumpe.

Como ya se dijo, la consciencia (o sea la parte consciente del self) resulta de los sucesivos outputs desde el comparador límbico. En términos neurales, estop ocurre a partir del feedback entre éste y la corteza sensorial.

Es importante considerar los parámetros neuronales que gobiernan estos circuitos. La hipótesis del comparador de los contenidos de consciencia puede ofrecer una solución al problema de la simultaneidad, ya que propone un mecanismo mediante el cual las características perceptuales representadas por poblaciones neurales ampliamente distribuídas pueden sincronizarse con el comparador para dar un self único y consciente.

En ese pequeño retardo de la experiencia consciente para la construcción de una gestalt neuronal en el período inmediato (los primeros 100 a 200 msg) el cerebro es capaz de un alto grado de análisis perceptual, extracción de sentido, procesamiento cognitivo, y organización de la acción, todo esto en un nivel inconsciente.

En la figura 2 se visualizan estas consideraciones temporales. Hay entrada de información, como ya se vio, a través del subículo y la corteza entorrinal (Sub, CE). Esta estimula, por vías glutamérgicas (GLU) al n. Accumbens (NAC), quien emite fibras GABAérgicas inhibitorias al pálido ventral (PV), el que a su vez reenvía el mismo tipo de señales al núcleo reticular del tálamo (NRT). Este es un núcleo inusual entre los otros talámicos, debido a que consta principalmente de neuronas inhibitorias GABAérgicas, las que se proyectan a una cantidad de núcleos talámicos vecinos. Estos tienen la función de relevo de vías sensoriales periféricas en dirección a las sensoriales corticales.

Como las vías provenientes del tálamo ventral son en sí inhibitorias, acaban inhibiendo la acción inhibitoria del NRT (inhibición de una inhibición) con la conscuencia del incremento de entrada sensorial. Un exceso de actividad DA proveniente de A10 concluiría en una excesiva entrada de información sesnorial sin filtrado.

Se puede advertir que hay dos pases a través del sistema tálamo cortical de la que depende la formación de una descripción del mundo. El primer pasaje resuelve el problema inicial de la simultaneidad, pero deja todo el proceso en el nivel inconsciente. La consciencia sólo interviene después que se produce un segundo pasaje, en el que el paso ha sido comparado con lo esperado, de acuerdo con el chequeo del almacén de memoria. La iniciación de este segundo paso está críticamente mediada por la vía de ingreso hipocámpica a través del subículo hacia el núcleo accumbens y sus aferentes dopaminérgicos desde el núcleo ventricular del tálamo A 10. Lo que entra a la consciencia en este segundo paso es una mezcla de elementos que son novedosos (discordantes con el comparador) y familiares (concordantes con el comparador), pero la prioridad se le otorga al primero.

Una característica llamativa de este circuito es que la desproporción entre estos dos pases está dada por la longitud de la vía que va desde el NAC hasta el tálamo, con tres etapas inhibitorias y, por otra parte, el rizo formado por el tálamo dorsomedial (NDMT) y la corteza prefrontal (CP) Esta desproporción tiene la consecuencia de que, asumiendo que estas vías sean activadas ya sea por una sola entrada (NAC) o por dos simultáneamente, alguno de los rizos talámicos estará activado mientras el otro estará inhibido. Este acuerdo parece diseñado para que idealmente se produzcan oscilaciones rápidas entre a) la entrada de información ambiental y b) la organización de una etapa de un programa motor adecuado. Esta oscilación estaría ocurriendo en el orden de los 50 ms.

El switch en esta oscilación estaría controlado por un rizo de retroalimentación que va desde el pálido ventral, vía A10, al NAC. Cuando se produce la acción inhibitoria del NAC sobre el PV (lo que conduce a un proceso dominado por la entrada sensorial), esto simultáneamente desinhibe la entrada de información desde el PV al A10, y de esta manera, inhibe la estimulación DA al NAC.

Su función, como ya se dijo, es corregir los errores que pueden ocasionar castigo, fracaso o displacer, usando almacenamientos de regularidades pasadas a partir de la experiencia. Se entiende que la explicación de la experiencia consciente está relacionada con los componentes sensoriales y no con los motores de estos rizos, en conjunto con la amplia actividad de los comparadores y sus regiones corticales asociadas y regiones de retroalimentación. Esto quiere decir que la consciencia está asociada a las metas y conscuencias de los programas motores, no a la puesta en marcha de los mismos a su ejecución; todo lo cual es coherente con la división que establece Goldar entre esfera práxica y esfera pragmática.

Otra manera de ver esta concepción de Gray está reflejada en la fig. 3: el córtex frontoorbitario recibe vías del área septal, involucradas en el sistema inhibitorio septohipocámpico y también provee inputs dentro del sistema. En su más reciente formulación Gray no menciona este input frontoorbitario pero, en su lugar, subraya el input procedente del córtex entorrinal en el lóbulo temporal, en dirección al hipocampo. Vías aferentes van a través del subículo, el cual proyecta a la corteza cingulada posterior y a la columna del fórnix. La figura muestra un diagrama esquemático de los rizos que componen el sistema septohipocámpico y el asociado circuito de Papez.

La información proveniente del córtex prefrontal (CPF) y de las áreas de asociación neocortical, donde ya había sido elaborada la información de entrada, entraría luego a la formación del hipocampo (FH) desde el córtex entorrinal (CE). Presumiblemente, los conceptos incluidos en el lenguaje afectarían el input indirectamente desde el área entorr, aunque esto no es explicitado en el modelo de Gray. El área subicular (SUB) actúa como un comparador de la información entrante en relación con la pasada recibiendo un input de manera directa a través del área entorrinal y también después que ha pasado enteramente a través del circuito hipocámpico (áreas septales: AS, a los cuerpos mamilares CM, al tálamo ánteroventral: TAV). Solamente una parte de la información proveniente del mundo es seleccionada para que pase por el comparador. La formación hipocámpica juega un papel fundamental en la selección de ítems que tienen mayor importancia biológica (por ejemplo, está conectada con los estímulos asociados al reforzamiento primario). En circunstancias de rutina, el comparador puede servir para las funciones cognitivas simples, como el funcionamiento de la memoria pero, bajo condiciones de stress, los tractos monoaminérgicos (noradrenérgicos y serotoninérgicos) se involucran en las funciones del comparador, dirigiéndolo hacia los estímulos amenazantes. Presumiblemente, en las personas crónicamente ansiosas (el rasgo de “inestabilidad afectiva” de los anglosajones), el sistema está funcionando permanentemente a la manera neurótica. La ansiedad puede tanto activar como inhibir la conducta, y muchos individuos ansiosos se vinculan a actividades sin sentido (las restantes abreviaturas de la fig.3: son ASM: área septal media, ASL, área septal lateral; GD: Gyrus dentado, CE: corteza entorrinal, CM:cuarepos mamilares; HIP: hipotálamo; LC: locus coerulus).

Aquí conviene explayarse sobre los sistemas de inhibición comportamental (SIC) y de activación comportamental (SAC). Al hacerlo, habremos de adelantarnos a algunos conceptos que, luego veremos, integran el modelo de Cloninger, tales como “búsqueda de novedades” (BdS) y “evitación de daño” (EdD).

El sistema de activación comportamental (SAC), que se presume subyace al rasgo de BdS, puede ser activado por un amplio rango de estímulos aversivos y apetitivos. Un dato interesante, relacionado con lo precedente, es que los BdS son más sensibles tanto a los estimulantes como a los sedantes-lo que conduce a un deterioro de los procesamientos de información. Un estímulo novedoso puede representar una gratificación potencial que es perseguida por medio de actitudes exploratorias, quienes tenderán a ampliar la exposición a la novedad, variando las mismas en función con las diferencias en las respuestas a señales de castigo o no gratificación. Ambos comportamientos implican el mismo sistema mesocortical dopaminérgico.

En animales, la actividad alta en BdS está caracterizada por la actividad exploratoria frecuente, aproximación a estímulos novedosos y evitación activa o escape hábil de estímulos aversivos. Estudios recientes en roedores mostraron que la alta BdS a los campos de fibras terminales de células musgosas del hipocampo que contienen niveles bajos de dinorfina B.

Además, se ha demostrado que las proyecciones mesolímbicas y mesofrontales dopaminérgicas juegan un papel muy importante en la activación de cada aspecto de la BdS. Las lesiones de n. Accumbens que producen vaciamiento de DA conducen a indiferencia frente a estímulos ambientales y reduce tanto la actividad espontánea como el comportamiento exploratorio. El comportamiento exploratorio de los animales frente a un estimulo novedoso depende de la integridad de las vías mesolímbicas dopaminérgicas, especialmente desde el área tegmental ventral al núcleo accumbens. La activación de los receptores D2 en el n. Accumbens aumenta la actividad locomotriz exploradora en respuesta a estímulos novedosos, tanto como el comportamiento apetitivo o depredador.

Los agonistas dopaminérgicos, tales como amfetamina y cocaína (así como el alcohol, los opiáceos y los neuropéptidos opioides) facilitan la transmisión DA y la activación comportamental. En contraste, los bloqueantes DA, como el haloperidol, reducen el comportamiento explorador y conducen a la anhedonia (esto es, ausencia de responsividad a los refuerzos positivos)

La activación de las proyecciones DA facilita el comportamiento apetitivo en respuesta a señales de gratificación, tanto como la evitación activa a fin de aliviar el castigo. Los shocks en las patas o estímulos neutros condicionados a los primeros aumentan la actividad DA en el área tegmental ventral -sin hacerlo en la substancia nigra- y la actividad del receptor D1 en el córtex prefrontal en ratas. La autoestimulación con electrodos en los lugares de neuronas DA es rápida y acompañada de marcada activación locomotriz y refuerzo positivo que elicita comportamientos en mamíferos e informes de experiencia subjetiva de placer y satisfacción en humanos.

Los receptores D2 en el córtex prefrontal medio son importantes en la adquisición, pero no en el mantenimiento y en la inhibición, a las autoinyecciones de cocaína.

En estudios humanos, los individuos en riesgo de Enfermedad de Parkinson rinden performances pobres en actividades de BdS. Esto apoya el papel de la dopamina en la incentivación del comportamiento que busca placer. Por ejemplo, en los humanos, la iniciación en fumar cigarrillos es más precoz y más frecuente en individuos que puntúan alto en BdS (esto es, impulsivos, charlatanes, desordenados) por lo tanto, esto explicaría la frecuencia en que, a través de hallazgos replicados, se ha demostrado que las personas con Enfermedad de Parkinson tienen sólo la mitad de las probabilidades de haber fumado alguna vez, cuando se los compara con los controles. Los bulímicos, que alternativamente devoran y purgan comida, tienen altos puntajes en BdS y de EdD y por lo tanto, sufren conflictos de aproximación-evitación de la comida.

En la tomografía por emisión de positrones (PET) los altos puntajes de BdS están asociados a un aumento de la actividad metabólica en el córtex medio prefrontal izquierdo, que es exactamente la misma zona hiperactivada por la alta EdD. Esto sugiere que esta zona es de vital importancia en los conflictos de aproximación-alejamiento.

Estudios de potenciales evocados muestran que la BdS está relacionada con un aumento de la respuesta a los estímulos, especialmente los novedosos. La actividad estriatal aumentada en BdS alcohólicos se traduce en un incremento de la densidad de los receptores DA, lo cual supone una recaptación aumentada de DA en los terminales presinápticos, conduciendo a la necesidad de una estimulación intensificada para mantener niveles óptimos de estimulación DA postsináptica.

La BdS aumentada conduce a diversos comportamientos destinados a obtener placer, incluyendo el fumar cigarrillos, lo que puede explicar la frecuente observación de la baja actividad de la MAO B, ya que el cigarrillo la inhibe tanto en las plaquetas como en el cerebro.

Estudios sobre genes candidatos involucrados en la transmisión DA (por ejemplo, el transportador de DA y el D4DR=Receptor DA4) han evidenciado la asociación con los BdS y no con ninguna otra dimensión del temperamento. El transportador de DA, que es responsable de la recaptación sináptica de DA es un mecanismo fundamental en la acción de drogas estimulantes, tales como el metilfenidato, y es codificado en el locus S1.C6A3 en el cromosoma 5p. Un polimorfismo en este lugar genético está asociado con el trastorno por déficit de atención, lo que podría explicar la frecuente asociación evolutiva entre este tramo de la infancia y el ulterior trastorno de personalidad en el Grupo B(30).

Las proyecciones DA que envían inputs al núcleo accumbens efectuados por los sistemas de activación desde el área tegmental ventral en el mesencéfalo tienen efectos muy amplios sobre la totalidad del sistema límbico, los cuales tienen acciones directas e indirectas sobre ese núcleo, al que puede considerarse en una posición que “transforma la motivación en acción” en virtud de intervenir en las conexiones entre el córtex cerebral y otras estructuras que regulan más directamente el output motor, tales como los núcleos pedúnculopontinos y subtalámicos.

La destrucción del n. accumbens, por lo tanto, conduce a un individuo a no estar motivado para explorar su ambiente a pesar de no estar dañada su capacidad sensoriomotriz. En respuesta a las claves de novedad o recompensa, la activación del receptor D2 desinhibe el pálido y la región subpalidal, conduciendo a la estimulación de comportamientos exploratorios y apetitivos de acercamiento. En respuesta al castigo y sus señales, la excitación del córtex y la amígdala inhibe al pálido y reduce el acercamiento en tanto que efectos sobre otros sectores de la red inicia la evitación activa o el comportamiento de escape. Esto sugiere que diferentes partes de esta red pueden ser activadas dependiendo de si la estimulación es gratificante o aversiva.

La importancia de estas estructuras y el papel de la DA está a la vista en las preparaciones mostradas por los Lahti, en 1997(31), así como la ingerencia de la genética. Ellos mostraron allí variantes, genéticamente condicionadas, de la densidad del receptor D4-el que a su vez es una variación del D2, marcada por diferencias en la proteína G que les va acoplada. El D4, muestra ocho variantes, establecidas en base a la frecuencia de repetición de los aminoácidos que integran el tercer rizo intracitoplasmático. La variante D4,4 es la encontrada con la mayor frecuencia (66%). Su distribución y variabilidad significativa ha estimulado la producción de conjeturas respecto de la función del receptor D4 en el cerebro humano. Se han encontrado dos subtipos del receptor D4,4, las cuales son isomorfas. Dentro de éstos, el que tenía la variante más larga D4,7 puntuaban mucho más alto en BdS que los que tenían la variante más corta. Significativamente, se ha informado que el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (ADHD), las variantes D4,7 ocurren más frecuentemente que la variantes D4,4. Esta característica específica de la variante D4,7, que tiene que ver con la impulsividad/excitabilidad, puede ser un aporte significativo para definir el substrato común entre le BdS y el ADHD, ya que en ambos casos, la expresión genética conjunta ocurre más frecuentemente que la del receptor D4,4.

También Johnson y col. en otro trabajo publicado en el American J. of Psychiatry, muestra cómo la superposición de estudios con PET y RNM, además de cuestionarios orientados detectar extraversión (comúnmento asociadas al SAC) y de intraversión (asociadas al SIC) mostraban coincidencias significativas. A diferencia de estudios anteriores (Mathew y Stenberg) esto no mostró diferencias en el flujo cerebral global (CBF), pero localizaron zonas específicas de acuerdo al NEO Inventory (test autoadministrado para detectar diferencias en personalidad). Los introvertidos (IN) mostraron más flujo cerebral en las regiones involucradas que los extravertidos (EX).

Hubo ocho zonas que correlacionaban con IN y siete con EX. La IN estuvo correlacionada con mayor consumo sanguíneo en la zona lateral del lóbulo frontal, área de Broca, corteza insular, corteza temporal derecha, y núcleo anterior del tálamo.

Las zonas vinculadas con la EX fueron: el gyrus cingulado anterior, la corteza insular derecha, los lóbulos temporales bilaterales y el núcleo pulvinar del tálamo.

Este estudio apoya tanto las hipótesis de Eysenck como las de Gray. Para Eysenck, la IN y la EX impulsan conductas destinadas a compensar la actividad de las vías retículo-tálamo-corticales hiper o hipoactivas, respectivamente. Gray sostiene que se trata de una falla en el SIC.

Los IN mostraban más flujo en las zonas frontales, debido a una mayor elaboración cognitiva; el flujo aumentado en el área de Broca tendría que ver con los “autodiálogos”.

El papel del tálamo es filtrar la información que alcanza corteza. Se identificaron dos regiones: una, anterior, que frena la información (IN) y otra (pulvinar) que la aumenta. La actividad de la posterior y del Gyrus cingulado hablan sobre el predominio de los estímulos externos en los EX. Las diferencias entre la ínsula anterior y la posterior son también significativas. La primera se activa ante procesos cognitivos internos, la segunda ante estímulos sensoriales externos. Esta diferencia hace a la esencia de las funciones separadas de esta zona, la primera más ligada a los IN, la segunda a los EX, Habida cuenta de la vecindad de la ínsula anterior con la corteza orbitaria y la temporal anterior y las presumibles relaciones de la ínsula posterior con el llamado por Goldar peripaleocórtex, o sea la corteza temporal baseláteropolar, hay otra vez aquí un cierto paralelismo entre las zonas atribuídas a los IN y la esfera pragmática, y las que lo están a los EX con la esfera práxica.

El sistema de inhibición comportamental (SIC) subyace a la “evitación del daño” en oposición a la conducta tomadora de riesgos. Está bien establecido que los individuos que aprenden la evitación pasiva (o sea, inhibir la actividad para evitar un refuerzo negativo) en respuesta a señales de castigo, frustración de gratificaciones esperables, e incertidumbre respecto de la seguridad (esto es, la novedad). Esto significa que las señales condicionadas de castigo disparan tanto la activación comportamental, como los sistemas de inhibición. Por otra parte, como ya se dijo, la novedad activa ambos sistemas. Este punto está bien establecido y es críticamente importante debido a que significa que la estructura fenotípica de la personalidad no se corresponde exactamente con las neurobiológicas subyacentes. Como se mencionó con anterioridad, los mismos estímulos proveen a procesos opuestos de tal forma que la conducta observable es el resultado de la interacción, la cual varía en forma independiente, y en forma variable para cada individuo. Esta variabilidad está determinada por las relaciones entre las diferentes redes neurales responsables de estos rasgos. Los humanos que puntúan alto en EdD se describen a sí mismos como temerosos, pesimistas, tímidos y fatigables, en tanto los que puntúan bajo son optimistas, y tomadores de riesgo. La alta EdD está asociada a un riesgo incrementado a la ansiedad y la depresión. Los individuos con EdD extremadamente alta, como suele ocurrir en la fatiga crónica, tienen un alto turnover de ST. En roedores, los temores son usualmente medidos por indicadores indirectos de evitación pasiva e hiperactividad parasimpática bajo condiciones aversivas, tales como una alta frecuencia defecataoria bajo luces brillantes en un ambiente no familiar, o inmovilidad con bradicardia en respuesta al shock de las patas. Las diferencias en el temor entre las ratas reactivas y no-reactivas de Mausdley no fueron afectadas por la destrucción neuronal noradrenérgicas, sugiriendo la importancia de otros sistemas neuroquímicas en estos linajes. La vasopresina aumenta y la ocitocina reduce la actividad de la amígdala central que conduce a la inmovilidad y la bradicardia en linajes seleccionados en animales con alta EdD.

Entre las características neurobiológicas remarcables en los mecanismos de del SIC hay que destacar. a las proyecciones ST ascendentes desde los núcleos del rafe a la substantia nigra inhiben las neuronas nigroestriatales dopaminérgicas y son esenciales para el aprendizaje de la evitación pasiva, esto es, la inhibición condicionada de actividad por señales de castigo, no gratificación frustrante, o incertidumbre sobre la seguridad.

Los efectos de las drogas antiansiosas en humanos están fuertemente correlacionadas con sus efectos sobre el aprendizaje de la evitación pasiva en roedores, el cual depende de la inhibición de las neuronas ST en el rafe dorsal. La actividad ST, medida por la concentración de sus catabolitos en el LCR, es menor en los altos tomadores de riesgos que aquellos que son más precavidos.

En roedores, la activación de las proyecciones ST conduce consistentemente a la inhibición del comportamiento, ya sea que la inhibición fuese motivada por castigo no condicionado, gratificación no condicionada, o señales condicionadas de castigo y no gratificación. Hay circuitos de feedback negativo que moderan las influencias opuestas de las proyecciones ST y DA. En particular, el complejo interpeduncular habenular es regulado por un largo circuito de feedback negativo en el cual una proyección ST ascendente a partir del núcleo superior central activa receptores S1 en los núcles septales medios y posteriores, inhibiendo por lo tanto una proyección colinérgica septohipocámpica excitatoria.

Las células ST anteriores en el núcleo del rafe dorsal se entremezclan con las DA del área tegmental ventral, y ambos grupos inervan las mismas estructuras (ganglios basales, accumbens y amígdala) provocando influencias opuestas ST-DA en la modulación de los comportamientos de aproximación-alejamiento.

Las proyecciones ST anteriores desde el rafe dorsal al estriado, accumbens, amígdala y córtex frontal, están vinculadas a receptores 5HT2. La tomografía por emisión de positrones (PET) confirmaron que el alto puntaje de EdD estaba asociado con una actividad incrementada en el circuito paralímbico anterior, especialmente la amígdala y la ínsula derechas, el córtex órbitofrontal derecho, y el córtex medial prefrontal izquierdo. Estos patrones de activación se corresponden exactamente con las proyecciones terminales en receptores 5HT2 provenientes del rafe dorsal.

La baja EdD ha sido correlacionada con mayores niveles de GABA plasmático en el cerebro. Los niveles plasmáticos de GABA también han sido vinculados con la tendencia a la ansiedad.

El complejo habenulo-interpeduncular es tónicamente inhibitorio para las neuronas DA en el área tegmental ventral y tónicamente facilitatorias para las ST de los núcleos del rafe. Estos tienen inputs inhibitorios para las neuronas DA en el área tegmental ventral y la substantia nigra.

Sin embargo, la respuesta a los receptores D2 en la habénula por la activación tegmental ventral es desinhibida además por el disparo a partir de la inhibición habénulo-peduncular e indirectamente por la reducción de la facilitación del núcleo del rafe.

El valor preventivo del que habla Goldar sería, en definitiva, una inhibición de las acciones perniciosas de su “esfera práxica” -motorizada desde la “búsqueda de novedades o de sensaciones”, a partir de la “evitación del daño” llevada adelante por la “esfera pragmática”. Y en donde la “dependencia a la gratificación” explicaría la importancia de la comunidad en la génesis de la Etica. Y la precisa neuroanatomía descrita tanto por Goldar como por Cloninger es la sede de las redes neuronales cuyo resultado funcional son esos rasgos o valores. Recordemos aquí que Goldar subdivide estos “valores preventivos” en cuatro categorías: los físicos, que evitan acciones que puedan poner en peligro nuestra salud o nuestra integridad corporal; los personales, que evitan acciones que están más allá de nuestras posibilidades; los culturales, que nos inducen a no actuar en contra de la cultura en la que estamos inmersos, y por último los éticos, en donde, como se dijo antes, lo que se tiene en cuenta son los deseos de la comunidad que nos rodea.

La inhibición comportamental está vinculada a la serotonina (ST) y el alerta a la noradrenalina (NA). El alerta puede a veces producir desinhibición, pero en otras oportunidades, la inhibición de funciones competidoras sirve para maximizar la entrada de información relevante y minimizar distracciones.

La inhibición comportamental no siempre es una característica de la ansiedad, excepto en respuesta a señales inmediatas de castigo.

Gray ha descrito la amígdala como el substrato neurológico para la reacción ataque-huida es la amígdala (miedo-agresión), cuya vía final descansa en la substancia gris central. El sistema septohipocámpico de detención está enfrentado con el sistema de acción de la amígdala. Gray establece que es imposible separar el lugar responsable de la agresión de aquéllos responsables de la lucha y que la elección del mecanismo parece depender del contexto ambiental. Por esta razón, él habla de un mecanismo unitario. Esto genera algún problema para los teóricos de la personalidad que ven el uso más habitual de la huida (física y cognitiva) con el neuroticismo (N) y a la lucha con la agresión -psicoticismo- (P). Las dos clases de comportamiento parecían estrechamente correlacionados con las emociones separadas del miedo y el enojo(23). Davis ha sugerido que la amígdala es el principal sitio del miedo y de la ansiedad. El núcleo central de la amígdala proyecta a varias regiones cerebrales, mediando la respuesta de miedo a través de la estría terminalis y de las vías amigdalófulas ventrales.

Se ha descrito a la amígdala como la puerta de entrada sensorial a las emociones, enfatizando su papel como punto crucial de escala entre la entrada de la información sensorial y la repercusión emocional a la misma de las estructuras subcorticales.

Otro neurobiólogo que estudió el papel de la amígdala en procesos vinculados a la personalidad fue LeDoux quien propuso, en 1989, el estudio de las interacciones “cognitivo-emocionales” en el cerebro. Efron(24), quien cita estas experiencias, interpreta lo “cognitivo” como “mental”, y lo “emocional” como “corporal”. Ilustra esto con lo que podría pasar con el deseo erótico: éste puede ser provocado por imágenes mentales, con el cuerpo en calma, pero sólo adquiere categoría de emoción cuando repercute en el cuerpo.

LeDoux encontró que las reacciones emocionales complejas ocurren en fracciones de segundo, antes que el neocórtex tenga la oportunidad de procesar la información que las desencadenaran. Esto puede ocurrir a través de la amígdala, la cual, en este caso, estaría cumpliendo funciones evaluativas; nos diría que lo que recibimos es agradable o peligroso. Ya en 1975, Goldar mencionaba estas funciones para la amígdala(25). Como se ha dicho más arriba al referirnos al modelo de Gray sobre la consciencia, es menester tener estos datos aportados por LeDoux, debido a la similitud de las series. Una de ellas -la esfera pragmática de Goldar- estaría vinculada a las emociones y la otra -la esfera práxica de Goldar- a la percepción y las respuestas motoras.

La amígdala tiene una “memoria emocional” (concepto que encontraremos en Cloninger y en los autores que se ocuparon de la etiología neurobiológica de las personalidades borderlines) desempeñando de manera primitiva funciones cognitivas. La pregunta de cómo adquiere estas funciones es relevante, debido a que ya está plenamente formada en el momento del nacimiento, mientras la corteza cerebral todavía no lo está. Como señala LeDoux, esto podría dar fundamento a la amnesia infantil ya anticipada por Freud. Pero la razón no sería la “represión” del Psicoanálisis, sino las diferencias entre los modos de procesamiento empleado por el neocórtex y éste, amigdalino, utilizado por esta fuente de conocimiento precozmente funcionante, que no emplea el lenguaje. Estos hallazgos han sido corroborados por Brenmer y col.(26), quienes han descrito también las alteraciones funcionales del hipocampo en estos casos. Las repercusiones neurobiológicas de estos intensos traumas tempranos se hacen notar de otras muchas maneras interfiriendo en los mecanismos de estas estructuras del cerebro ventral (por ejemplo, a través del descenso de la dopamina-beta-hidroxilasa).

Un autor contemporáneo, ya mencionado por nosotros, y que es muy importante en la personología de base neurobiológica es Cloninger(21,27,28). El define a la personalidad como “la organización dinámica de los sistemas psicofisiológicos que modulan la organización de la experiencia”. Tal organización se instrumentaría a partir de una base hereditaria, en dos procesos, los de la memoria y aprendizaje.

Han sido distinguidos dos sistemas de memoria en los primates. Las experiencias conscientes están representadas por imágenes, palabras o símbolos acerca de hechos y eventos que han explicitado significados o relaciones funcionales de unos con otros, que se pueden rescatar, declarar verbalmente, y actuar con intencionalidad. De manera opuesta, las memorias procedurales, inconscientes o implícitas, involucran procesamientos perceptuales, presemánticas, que codifican información estructural concreta visuoespacial y valencias afectivas, de la misma manera que los procesamientos perceptuales pueden operar procesos declarativos, intencionales, conceptuales o abstractos.

En otras palabras, la memoria consciente está basada en conceptos, mientras que la inconsciente está basada en perceptos.

El procesamiento hipocámpico, y la acumulación y almacenamiento a largo plazo en la corteza asociativa, parece ser esencial para la consolidación de la memoria explícita, que puede ser recuperada conscientemente. En contraste, el procesamiento hipocámpico no es necesario para la retención de la memoria implícita, que es recuperada involuntariamente sin que haya una evocación consciente de los eventos experimentadas.

Los estudios hechos a través de lesiones en humanos y en los primates muestran que la información conceptual es procesada y almacenada en el sistema córtico-límbico-diencefálico que incluye áreas de orden sensorial más alto de la corteza entorrinal, la amígdala, la formación hipocámpica, el núcleo medio del tálamo, la corteza ventromedial prefrontal, y el prosencéfalo dorsal.

En contraste, la memoria perceptual subyacente a los hábitos inconscientes está almacenada en el sistema córticoestriatal, el cual incluye las áreas corticales sensoriales, y los núcleos caudados y del putamen.

En función de estas distintas formas de aprendizaje, y a la primacía de lo temperamental sobre lo caracterológico en lo que hace a los procesos de evolución de la personalidad, Cloninger ha desarrollado una tipología de siete rasgos, cuatro para el temperamento y tres para el carácter. (Fig.4)

Para este autor, las cuatro dimensiones del temperamento involucran respuestas automáticas, preconceptuales, a los estímulos ambientales, a los estímulos perceptivos, reflejando, presumiblemente, sesgos hereditarios en el procesamiento de la información provista por el sistema procedural de memoria. Tales dimensiones contrastan con las tres dimensiones que aparecen basadas en conceptos. Estos están comprendidos en el “carácter”.

Cada uno de los siete componentes del sistema de Cloninger contienen además subrasgos (12 para temperamento y 13 de carácter).

Más arriba hemos descrito con cierto detalle las características neurobiológicas de dos de los cuatro componentes del temperamento en este sistema, la BdS y la EdD. El tercero de los factores temperamentales es el “sistema de dependencia comportamental” o “dependencia a la gratificación” (DaG), el cual adquiere importancia cuando consideramos el concepto de Goldar referido a la peligrosidad priorizada por su esfera pragmática: tal peligrosidad deviene de la posibilidad de efectuar acciones que originen reacciones de la comunidad. Precisamente, este rasgo temperamental está caracterizado por una afiliación social cálida, distress como reacción a la separación social y simpatía o sensibilidad a claves sociales. Estudios comparativos recientes en ratas demuestran que los individuos con altas tendencias afiliativas muestran también mayor reacción de distress ante la separación social, el cual puede ser disminuido por administración de ocitocina. En especies monogámicas, la densidad de receptores postsinápticos a la ocitocina es más alta en la amígdala lateral, el núcleo cama de la stría terminalis, el n.accumbens, el tálamo medial y el córtex prelímbico, mientras hay poca unión de ocitocina en las especies de ratones silvestres poligámicos. La ocitocina parece estar vinculada a numerosos aspectos de los vínculos sociales, incluyendo los cuidados parentales, el acicalado, y la actividad sexual, además de su papel en la mediación de la respuesta aversivas en general.

Se ha postulado a las proyecciones NA desde el LC y ST desde los núcleos del rafe como condicionando la DaG. En animales, la estimulación del LC o de su haz dorsal, o la aplicación deNA en forma directa disminuye el encendido en las terminales y aumenta su sensibilidad a otros aferentes, de manera que estímulos específicos quedan postergados por otros inespecíficos. En los monos rhesus, los individuos con actividad NA basal baja en el descanso muestran niveles similares a la depresión, que se vuelven más severas, después de la separación social.

Mientras que los receptores 5HT2c en el córtex frontal están inervados a partir del rafe dorsal, los que proveen a los receptores 5-HT1a, ubicados en el lóbulo temporal anterior y medial, provienen de los núcleos del rafe medial. Estudios neurofisiológicos muestran que el lóbulo temporal anterior está especializado en decodificar señales y gestos sociales, tales como las imágenes faciales. Se debe esperar que las personas que puntúan alto en DaG sean socialmente populares y los que tienen bajo puntaje, evitativos.

La alta DaG está asociada con una actividad aumentada del tálamo, lo cual coincide con la hipótesis de Deakin sobre la importancia de las proyecciones ST al tálamo desde los núcleos del rafe medial en la modulación de la comunicación social. Esta asociación recibe un apoyo adicional por el hallazgo de bajos niveles de MOPHEG urinario en pacientes alcohólicos con alta DaG.

Basándose en estos tres primeros rasgos temperamentales descritos por Cloninger, es posible vincular algunos tipos clásicos de trastornos de personalidad con la combinación de estos factores. N o n, es alta o baja BdS; D o d, es alta o baja EdD; R o r, alta o baja DaG. De esta manera, tenemos:

1- Histriónico (NdR)

2- Antisocial (Ndr)

3- Pasivo-Agresiva (NDR)

4- Esquizoide-Explosiva (NDr)

5- Obsesiva (nDr)

6- Ciclotímica (nDR)

7- Esquizoide imperturbable (ndr)

El cuarto factor descrito por Cloninger para el temperamento es la “persistencia”, cuya importancia en el modelo de Goldar ha sido señalado más arriba. Estos individuos serían ansiosos, ambiciosos, y logradores determinados. La persistencia puede ser altamente adaptativa con patrones intermitentes de búsqueda de gratificaciones, pero se pueden volver maladaptativas si las contingencias cambian frecuentemente.Esto puede ser medido objetivamente por el efecto de extinción del refuerzo parcial en el que los individuos persistentes son más resistentes a la extinción de comportamientos previamente gratificados que los individuos pertenecientes a grupos de control que han sido continuamente reforzados. En humanos, los anorécticos restrictores y algunos otros individuos compulsivos puntúan alto tanto en la evitación del daño como en persistencia. En roedores, la extinción del efecto del refuerzo parcial depende de proyecciones del subículo del hipocampo al n. accumbens, vía que puede ser considerada un circuito corto que va desde el SIC al SAC, por lo tanto convirtiendo una señal de castigo en otra de gratificación anticipada. Esta proyección puede ser probablemente interrumpida en humanos por lesiones en el córtex órbitomedial, las que pueden tener un efecto terapéutico anti-persistencia con beneficio terapéutico para personas con TOC grave. La cingulectomía bilateral, la cual reduce solamente la EdD, es menos efectiva en reducir el comportamiento persistentemente compulsivo que la cingulectomía combinada con lesiones órbitomediales.

Cloninger centra en el desarrollo de los componentes del carácter el crecimiento de los valores. Se debe recordar que el carácter se estructura sobre los rasgos del temperamento, que ya han sido descritos. Sin poder entrar en detalles, dada la extensión de este trabajo, reproduzco una excelente ilustración (fig. 5) tomada de la presentación de G. González Ramella(34). La dirección de las flechas señala la intensidad del rasgo, y de su combinación surgen distintas características, y la escala interna marca los distintos pasos evolutivos. Nótese que la creatividad figura como el punto más alto de la escala, lo cual implica, de alguna manera, lo opuesto a la rigidez y esteretopia de muchas alteraciones de la personalidad.



Trabajos recientes muestran que los marcadores psicofisiológicos del procesamiento neocortical tales como los potenciales evocados P300 se correlacionan con diferencias del carácter, pero no de temperamento.

El concepto de “redes” de Cloninger está muy próximo al de los “módulos” de Grigsby y Schneider, y también de Hoffman.

Aquí conviene retomar el concepto de heteraquías a las que nos hemos referido más arriba. Mientras la neurona es la unidad de construcción del cerebro, un “módulo” es su unidad funcional. Tales módulos están compuestos por redes neuronales. Estas estructuras anatómicas están implicadas en “procesos distributivos paralelos” que se asume son “...procesos de información que tienen lugar a través de interacciones de un gran número de elementos de procesamiento simple llamados unidades, cada una de ellas enviando señales inhibitorias o excitatorias a otras”.

De acuerdo al sistema modular, el cerebro está formado por un gran número de estas unidades, que pueden estar integradas por unas pocas a millones de neuronas. Este modelo puede ser utilizado para designar diferentes niveles de complejidad y de funciones. El tamaño absoluto de cada módulo varía grandemente según sea el grado de complejidad que uno examine. Un ejemplo de ello puede ser el establecido por Goldar de la distinción entre cerebro dorsal y diferenciación práxica; y cerebro ventral y diferenciación pragmática(19); o el de Gray en Sistema de Activación Comportamental (SAC) y el Sistema de Inhibición comportamental (SIC) (20), o los de Cloninger de “Búsquedad de Sensaciones” y de “Evitación del daño”(21), los de Eysenck, de “extraversión “ e “intraversión”, etcétera.

Una característica que parece ser esencialmente humana es la intencionalidad. Técnicamente, en filosofía, se describe como la “capacidad de los eventos mentales a referirse a algo, o tener contenido. Los estados físicos no tienen intencionalidad porque tampoco tienen contenido. Un libro y un programa informático son cosas físicas que tienen contenido, pero solamente a condición que un ser humano se los otorgue, y solamente con la condición de que otro ser humano lo pueda interpretar. Un libro depositado en un lejano planeta, donde no hay nadie que lo lea, es solamente algo físico despojado de contenido. Sin los seres humanos, las cosas físicas carecen de contenido. Sin embargo, los estados mentales, tales como una creencia, un sueño, o una esperanza, tienen contenido, y éste depende de lo que ellos estipulan. Yo creo que Bariloche y el sur de Chile son lugares maravillosos; yo sueño en conocer la Antártida; yo espero obtener un buen lugar para un concierto. El contenido, o intencionalidad, es la característica central de la condición humana, que es diferente de los eventos físicos.

La intencionalidad es un problema de la Teoría de la Identidad y de las Neurociencias. Si los hechos mentales tienen intencionalidad y los cerebrales -siendo físicos- no la tienen, entonces no pueden ser idénticos. Si yo le digo a usted que Pedro murió, la intencionalidad de esa información (respecto de Pedro y su muerte) es esencial. De acuerdo a la Teoría de la Identidad, lo que yo digo de Pedro es un proceso cerebral, pero las características intencionales de lo que digo no se pueden ver, si lo vemos sólo como algo neurofisiológico. Viéndolo de esta manera, las cosas no tienen nada que ver con Pedro. Aunque conozca la configuración completa del sistema nervioso “triste” de quien informa la pérdida, no tendría forma de saber cómo él vive su tristeza. Por consiguiente, hay una diferencia entre el contenido de la mente y los procesos neurofisiológicos necesarios para llevar a cabo esos contenidos.

El tercer gran problema para la Teoría de la Identidad es el libre albedrío. En el mundo de la física, hemos aprendido que todo está determinado. La clásica idea de Laplace basaba el determinismo en que si “...una inteligencia, en un momento dado, conociese todas las fuerzas de la Naturaleza, y las posiciones de todas las cosas de las que consiste el mundo, podría predecir y ver retrospectivamente todos los movimientos del Universo, desde los cuerpos más enormes, hasta los átomos más insignificantes” de tal manera que “no habría incertidumbre para tal inteligencia” -incluyendo las acciones de los seres humanos.

Con el advenimiento de la Mecánica Quantica y de la Teoría de los Procesos, ya no es tan claro que el mundo material sea tan determinado como lo creía Laplace, pero en las neurociencias básicas, seguimos creyendo en el determinismo como la hipótesis central de trabajo. Como humanos, nosotros nos sentimos independientes; si queremos movemos nuestro brazo arriba o abajo. Como consecuencia de este tipo de experiencias, basamos la completa noción de nosotros mismos en la idea de que tenemos algo de autonomía. Ni la Teoría de la Identidad ni las Neurociencias son capaces de explicar -ya que están basadas en el determinismo- esta carácterística esencial del ser humano de sentirse libre.

Se sabe mucho sobre la evolución del SNC, pero ¿qué se sabe sobre la evolución de la consciencia y del inconsciente, de la esfera práxica y de la pregmática? Y, además ¿cuál es su sentido evolucionario? Hay dos cuestiones que parecen centrales:

a) Se va yendo desde las instancias más simples hacia las más complejas. La biología molecular he hecho progresos considerables en los años recientes, no siendo el menor el del SNC: resulta claro que los nuevos progresos fluirán hacia este campo. Se ha argumentado que la memoria, atravesando todo el mundo viviente, desde el gusano al hombre, explota siempre a través de la misma estructura tridimensional y delicada: las proteínas. De la misma manera, se pueden advertir otras muchas constancias a través de toda la evolución. Además de estructuras, hay patrones estables (el estornudo, por ejemplo) .

¿Es posible que esta etología evolucionaria continúe en las estructuras cerebrales subyacentes? En esta dirección, la hipótesis más plausible es la ya mencionada de McLean. Su Teoría del Cerebro Triuno ha recibido amplia publicidad. En esencia, él toma el cerebro vertebrado y afirma que evoluciona a través de tres etapas-protoreptílica, paleomamalia y neomamalia, que estos tres complejos persisten en los primates aunque, por supuesto, como un sistema altamente integrado (como se subraya en el término triuno) En el cerebro humano, la capa protoreptiliana (o “Complejo-R”) está representado por lo núcleos basales (“complejo estriatal”), estructuras que contienen un amplia conjunto de recursos para la supervivencia del reptil. De acuerdo a McLean -que dedicó todas su vida al estudio de los reptiles- el complejo R controla las rutinas y subrutinas cotidianas y una serie de programas básicos “prosemánticos” o “prelingüísticos”. En un trabajo anterior(22) me he referido extensamente a esta teoría.

Ha resultado difícil salvar a la Teoría de McLean del peligro de una sobresimplificación. El cerebro evoluciona como una unidad; cada organismo a través de la larga cadena filogenética tuvo que sobrevivir y dejar crías. El cerebro del reptil no quedó “cristalizado” e inmodificado como la mezcla mesozoica dentro de la cenozoica y los primeros mamíferos similares a reptiles sufrieron su estallido evolutivo para tomar la forma eumamífera. La Evolución siempre trabaja con lo que tiene, modificando donde debe, dejando lo que puede. Las rutinas y subrutinas diarias de los reptiles deben haber servido para servir a las chances de vida de la fauna que seguía evolucionando. Por lo tanto, no es absurdo especular que las estructuras neuroanatómicas y las vías neuroquímicas responsables deben haber permanecida conservadas, de la misma manera que el brazo pentodáctilo o la anatomía funcional de la retina ha sido conservada por cientos de millones de años. Y de la misma manera que los huesos articulares de la mandíbula del reptil han sido adaptados para una enteramente nueva función (funciones auditivas), de la misma forma las zonas cerebrales del reptil deben haber evolucionado, siempre en armonía con las partes que permanecían inmodificadas para adaptarse a los nuevos estilos del cenozoico, en particular, la reproducción vivípara y los cuidados maternos. Esta particular adaptación de las viejas estructuras campea en las ideas de Gray, Cloninger y Goldar, entre otros.

Además, cabe incorporar aquí el dato provisto por Eccles(33). Desde luego, en ningún lugar se produjeron incrementos tan notables como en la corteza cerebral, pero algunas zonas del cerebro límbico y áreas asociadas mostraron también cambios considerables. Por ejemplo, el índice de tamaño del hipocampo se incrementó hasta 4,87, comparada con el 2,99 de los simios, y fue aún superior (6,5) para la parte más avanzada del hipocampo, la corteza CA1, que es una estructura clave en la fijación de los contenidos mnésicos cognitivos. Como podía suponerse dadas sus estrechas conexiones con el hipocampo, los índices de tamaño para las cortezas entorrinal y pararrinal, y el subículum se ajustan a los del hipocampo: 4,43 para Homo y 2,38 para los simios. El índice de tamaño de la corteza olfatoria también resultó bajo, alrededor del 0,3 para Homo y 0,31 para los simios. Evidentemente, el sentido del olfato disminuyó considerablemente en la evolución respecto de los mamíferos más primitivos.

El índice de tamaño del septo humano experimentó un gran crecimiento, hasta 5,45. Por lo contrario, el bulbo olfatorio se atrofia en forma regresiva, con un índice de tamaño de sólo 0,03 para Homo, 0,06 para los simios, y 0,52 para los prosimios.

La amígdala, el componente más importante del sistema límbico, mostró una diferencia notable entre sus dos principales componentes. Desde una cierta igualdad en los insectívoros basales, los núcleos del grupo centromedial (CM), ocuparon una fracción progresivamente menor, hasta el 24,7 %, en relación a los del grupo córticobasolateral (CBL), del 75 %. Brodal (1981) pudo demostrar que el grupo basolateral de los núcleos amigdalinos aumentó progresivamente en la evolución hasta el hombre, mientras que el grupo CM permaneció pequeño. Análogamente, el índice de tamaño del CM continuó bajo durante la evolución, 1,30 para los simios no humanos y 2,52 para Homo, mientras que el CBL experimentó un incremento considerable, desde 3,05 para los simios no humanos y 6,02 para Homo. Cuando se considera la progresión evolutiva del septo, hasta un índice de tamaño de 5,43 para Homo, en relación con los componentes de la amígdala, se puede concluir que, en el sistema límbico, la evolución tendió a acrecentar aquellos componentes relacionados con experiencias placenteras y gratificantes (septo y CBL), mientras que los componentes relacionados con la agresión y la ira permanecieron subdesarrollados.

Un siglo y medio atrás un eminente zoólogo y paleontólogo británico, Richard Owes desarrolló los conceptos de “homología” y “analogía”. Estos conceptos han sido profundamente incorporados en la subsiguiente anatomía comparada. El brazo pentodáctilo es un buen ejemplo: las diferentes estructuras esqueléticas del casco del caballo, el ala del pájaro o del murciélago, son todos homólogos unos de otros. El ala del insecto, o el ojo del cefalópodo, por otra parte, no son homólogos, sino análogos de los órganos mencionados.

Estos conceptos son también valiosos a la hora de describir una neuropsicología evolucionaria. Russell Garner, por ejemplo, ha hecho uso de ellas en su Teoría de las bases evolucionarias de una cantidad de síndromes psiquiátricos-trastorno por pánico, TOC, paranoia, depresión bipolar. Su teoría ha hecho recordar las ideas del decimonónico Huglings Jackson. Como Jackson, él creía que los patrones comportamentales que se nos presentan como patológicos son, en realidad, la expresión de la actividad, hasta aquí “encubierta” de antiguos tractos nerviosos anclados en la filogenia. Pero, a diferencia de Jackson, que piensa en términos de capas burocráticas, la neuropatología de Gardner se relaciona con la ciencia post-Jacksonina de la Etología. El considera los patrones de comportamiento, especialmente aquellos que tienen que responder al peligro, al acicalado y a la comunicación específica. Acuña el término “psálico” para describir aquéllas patologías que se caracterizan por expresar etapas prelingüísticas. La Biología Molecular provee una analogía interesante. Kollar y Fisher han demostrado que los dientes de las gallinas no son tan raros como proverbialmente se creía que eran. Está demostrado que, bajo determinadas condiciones, el epitelio de los pollos puede ser inducido a fabricar esmalte. El gene para el desarrollo del diente en un pollo hace cientos de millones de años fue expresado por última vez. Solamente espera las condiciones necesarias para expresarlo. De la misma manera, para Gardner y otros pensadores, muchos de estos síntomas psiquiátricos pueden ser comprendidos como la desinhibición de estructuras automáticas evolutivamente más antiguas. Esta visión de la psicopatología acerca las posiciones de Garner con las de McLean, haciendo que términos como “prosemántico” o “prelingüístico” puedan serle aplicados. Tales teorías, por especulativas que parezcan, por lo menos nos recuerdan que el “cerebro-mente” no comenzó a vivir como “tabla rasa”. Fue preparado por algunas eventualidades, y encontró difícil adaptarse a otras. De la misma manera que los epistemólogos evolucionistas, siguiendo a Darwin y Herbert Spencer, han argumentado que la evolución orgánica puede explicar las “categorías” kantianas, así también una comprensión del pasado evolucionario del cerebro-mente puede dar cuenta de las peculariedades de su desintegración.

En el fondo, de lo que se trata es de superar antiguas y clásicas dicotomías: mente-cuerpo, herencia-ambiente, innato-adquirido; cultura-biología; atomismo-holismo y sus variadas encarnaciones.

Cabe plantearse, como segundo interrogante, cómo el ser humano ha llegado a poseer un cerebro capaz de consciencia, intencionalidad, y cierto grado de libre albedrío. Sin duda, a través de la evolución. La Sociobiología es el campo donde se conectan las Ciencias Sociales, la Psicología y la Neurobiología. Conviene aquí retornar a las palabras de Sherrington: “trata pues, de enseñar a que tu entendimeinto crezca”.

El mismo Freud decía “El punto de partida para esta investigación está provisto por el hecho sin paralelo... el hecho de la consciencia”. La mayoría de los biólogos modernos están de acuerdo que el fenómeno de la consciencia no podría haber surgido súbitamente, pero sin duda hace su aparición en el hombre. La “biología” evolucionaria tuvo un importante hito en el libro de Wilson “Sociobiología”, ya que trasladó el problema relativamente simplista de la dualidad (de las tantas que se tocan en este trabajo) entre innato-aprendido, a una complejidad mayor. Esta nueva teoría estaba basada en que la replicación genética era la base de la vida, y que los organismos, por complejos que fueran, no eran otra cosa que vehículos. La unidad básica conceptual era la vida misma. Esto implicaba, para Wilson, que las ciencias sociales debían ser biologizadas. Era otro movimiento del péndulo cuyo destino final debería ser el holismo.

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34.- González Ramella, Gustavo: Presentación en el XII Congreso Argentino de Psiquiatría, Mar del Plata, Abril del 2001.

Notas al pie:

1 Jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Municipal de Bahía Blanca. E-mail: emata@ba.net

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