sábado, 15 de mayo de 2010

Niñez en riesgo Recuperar la magia de jugar

Si bien es un fenómeno que atraviesa todas las clases sociales, los chicos que viven en contextos de pobreza son los que tienen menos posibilidades de juego. Numerosos especialistas confirman que los espacios lúdicos funcionan durante la niñez como escuela de vida. Las ONG trabajan para que el derecho al juego sea realmente universal y para que los padres tomen conciencia de la importancia de su rol en esta tarea

En una época no tan lejana, baleros, barriletes, rayuelas, muñecas de trapo y payanas supieron ser los reyes de la gran selva de los juguetes. Las calles, veredas y plazas conformaban enormes patios de diversión donde los niños ponían a prueba su creatividad y cursaban, sin saberlo, una indispensable escuela de vida. La consigna era clara y natural para todos: los chicos se dedicaban a jugar.

Hoy, todos esos juguetes están guardados bajo llave en algún baúl del sótano y la mayoría de los niños no tiene el tiempo necesario para dedicarle al ocio, a no hacer nada, y en esa pausa, hacer lo que su esencia les dicta que es jugar libremente, sin consignas, soñar...

Desde problemas ligados a una vida en contexto de pobreza como el hacinamiento, la necesidad de que los chicos salgan a trabajar a temprana edad o cuidar a sus hermanos hasta agendas atiborradas de actividades en las clases más altas, la dificultad para encontrar momentos de esparcimiento atraviesa todos los sectores sociales. Si a esto le sumamos la tiranía de la televisión y la computadora, padres cada vez menos presentes y una sociedad que se rige por la ley de la inmediatez y la eficiencia, la niñez se desvirtúa y deja de ser esa etapa inocente en la que se explotaba a fondo la capacidad de asombro y todo era descubrimiento espontáneo.

Video: juegotecas: una escuela de vida

Alineación al centro

"Los niños están dejando de jugar en todos los sectores sociales y económicos con consecuencias negativas en la construcción de su subjetividad como la violencia, el estrés, la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad u otras aún más severas. Hay un adulto que por distintas razones (sobreocupación, desocupación, enfermedades sociales/psicológicas) está poco o nada presente y un niño que pasa muchas horas solo por variables muy diferentes de esta realidad globalizada", dice Beatriz Caba, presidenta de la Asociación Internacional por el Derecho del Niño a Jugar (IPA) Argentina.

El Dr. David Elkind, experto en psicología del desarrollo y autor de El poder del juego (2007), estima que en los últimos veinte años los niños de las sociedades posindustriales han perdido unas 12 horas de juego a la semana, y de ellas, 8 de juego libre. Alarmados ante esta situación, numerosas iniciativas surgen desde el sector social y el Gobierno para que los niños puedan recuperar la magia de jugar.

* * *

Es miércoles por la tarde y veinte chicos de 3 a 5 años se abalanzan sobre las cartulinas pegadas en la pared de la Juegoteca Creciendo, en Recoleta. Pintan sobre ellas con témperas, pegan papel glacé y decoran sus obras de arte con sellos de los motivos más diversos, mientras de fondo suenan canciones infantiles.

En una sala multicolor, con mesas y sillas hechas a su medida, las figuras se deleitan a lo grande, pero siendo niños: algunos leen cuentos que los llevan a volar sobre dragones, otros le ponen rostro a su creatividad con crayones y el resto se divierte haciendo títeres con flequillos amarillos.

Sus mareas de carcajadas que se mezclan con miradas cómplices son la imagen viva de que el juego es vínculo en acción, es un idioma universal que une a pesar de cualquier diferencia, es la mejor invitación que se le puede hacer al otro.

A la Juegoteca Creciendo asisten chicos de bajos recursos que viven en hoteles o casas tomadas, o en la villa 31 o la 11-14. En su mayoría son hijos de inmigrantes de Bolivia y Paraguay, sus padres y madres trabajan de vendedores ambulantes, de costureras, en negocios o como personal doméstico.

"Esta juegoteca surgió con la idea de sacar a los chicos de la calle, para que no queden al cuidado de sus hermanos mayores o pegados a la televisión. La mayoría tiene problemas de vivienda, falta de trabajo y no existe la figura paterna. Lo que se llevan de este espacio es la revalorización del jugar por el jugar mismo y no con un fin pedagógico. Además aprenden a manejarse en grupo y a compartir con otros chicos", cuenta Viviana Carlevare, referente de la juegoteca y directora del jardín de infantes que funciona por la mañana en ese mismo predio. Esta institución pertenece al Programa Juegotecas Barriales de la ciudad de Buenos Aires.

A pesar de que numerosos estudios dan cuenta de las bondades de las experiencias lúdicas en la primera infancia en el desarrollo social, emocional e intelectual de los chicos -y a lo largo de toda la vida-, la globalización ha llevado a que en la sociedad actual el jugar sea un hábito en extinción.

"El individualismo imperante que se centra en el logro personal mata el juego. Los contextos urbanos en los que vivimos con poco espacio tampoco ayudan. Incluso en el mundo de los adultos, tampoco existe lugar para el ocio", explica Gabriela Oller, coordinadora del Programa Familias, Plaza de Juegos y Centro de Recursos Lúdicos de Lekotek.

A toda esta realidad social se suma la desaparición de los espacios verdes y la inseguridad que reina en las calles, lo que obliga a la infancia a sumar horas de actividades pasivas privándola de la diversidad que proporciona el juego en la naturaleza.

Primero el hogar

Los especialistas coinciden en que el seno primario en el que debe desarrollarse la capacidad lúdica de los niños es en el propio hogar, y en segundo lugar en la escuela. Si en estos ámbitos no se estimulan los momentos de juego están privando a los niños de herramientas fundamentales para su vida adulta.

Según datos del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina, 3 de cada 10 niños de 0 a 5 años no suelen ser receptores de historias orales o lecturas de cuentos en los primeros años de vida. A su vez, el 80% de los niños de hasta 5 no realiza actividades deportivas, mientras que el 85% no hace actividades artísticas o culturales.

En el caso de los niños de 6 a 12, la gran mayoría (91%) juega en su propia casa y tiene como espacios alternativos la casa de amigos y otros familiares (34%), y el patio o jardín de su vivienda (27%); mientras que en menor medida juegan afuera de la casa en la vereda o baldío o en parques o plazas (15% y 12%, respectivamente). En este grupo etario, el 68% no realiza actividades deportivas extraescolares y el 83% no efectúa actividades artísticas o culturales. Las estadísticas demuestran que en los contextos de menores recursos este panorama se agrava, achicando cada vez más las posibilidades de juego.

En estos casos, donde las casas no son lugares propicios para el esparcimiento, los padres deciden enviar a sus hijos a juegotecas o ludotecas para que allí puedan desplegar su potencial.

Cada centímetro está ocupado por juguetes, telas, masa, bloques de construcción, papeles, cintas, témperas y todo tipo de insumos que puede servir para despertar la imaginación.

Un lugar alegre, que invita al disfrute y a la distracción. Así es la sede de Lekotek, ONG que hace 20 años y con el lema Un mundo para todos los chicos está en juego trabaja mediante programas para integrar a niños con discapacidad y en situación de riesgo social a sus familias y a la comunidad a través del juego.

"Las principales dificultades que tienen los chicos que nos visitan para jugar es que viven en pocos metros cuadrados, la inseguridad en las calles y que en el microcentro las veredas están atestadas de gente durante todo el día. En el caso de los niños con discapacidad, muchas veces el diagnóstico supone la restricción del tiempo dedicado al juego en pos de espacios terapéuticos o didácticos", comenta Oller.

En alianza con organizaciones sociales, empresas y organismos gubernamentales, abrieron 117 juegotecas en todo el país y más de 500 familias pasaron por su Programa Juegoteca Lekotek, que se dicta en su sede.

Muchos de los chicos que llegan a sus manos han pasado largas temporadas en la calle y adoptado responsabilidades de adultos. "El problema es que cuando estos chicos juegan, lo hacen en situaciones inseguras como en basureros, con botellas que se pueden romper o en la calle. Son chicos que están sobreadaptados y les cuesta volver a sus espacios de juego. Por eso es importante que existan adultos que legalicen su derecho a jugar y aseguren las condiciones de seguridad en el juego", agrega Oller.

Pensamiento creativo

¿Por qué es importante recuperar el juego en la niñez? Principalmente, porque favorece la maduración y el pensamiento creativo. Mediante el juego los niños representan sus inquietudes, ideas, sentimientos y deseos.

"El jugar es el lenguaje natural de la infancia, una actividad que le permite al niño aprender el mundo, conocerse a sí mismo y al otro, donde el riesgo y el desafío lo ponen en tensión constructiva. El fenómeno por excelencia que le permite al ser humano desarrollar su actividad creadora es el juego", enfatiza Caba.

Jugando los niños empiezan a comprender cómo funcionan las cosas, a interpretar diferentes papeles, a negociar, a acatar reglas y deseos ajenos. Pero además, los especialistas resaltan la necesidad de que existan momentos de juego libre y espontáneo. "Es fundamental que un niño tenga tiempo libre de juego, con posibilidad de elegir a qué jugar y decidir cómo jugar", sostiene Caba.

Belén de Marcos, profesora de Filosofía en la carrera de Orientación Familiar de la Universidad Austral, afirma que a través del juego se pueden adquirir hábitos deseables como el sentido del orden, la prolijidad, la responsabilidad, el respeto por la propiedad ajena y por la otra persona. Y agrega que "también podemos desarrollar hábitos como la independencia, el control, el saber afrontar situaciones difíciles con tranquilidad, el coraje, la concentración, la perseverancia, la prudencia, la generosidad, la honestidad y el respetar los tiempos".

¿Quién de nosotros no cantó de niño las estrofas de la canción Arroz con leche ? Con la intención de que los niños de menores recursos también puedan cantar, bailar y soñar nació Abrir la Puerta, organización que cuenta con tres juegotecas.

Ezequiel tiene 8 años, ojos vivaces y le cuesta quedarse quieto. Está en 4° grado del colegio, vive en el barrio de Once con su mamá, su padrastro y su hermano, con el que le gusta jugar a la pelota. Dos veces por semana, detrás de la puerta de Urquiza 48, encuentra en la Juegoteca de la Tía Jacinta, la posibilidad de explotar su imaginación. "Lo que más me gusta es jugar al poliladron, la mancha saltada y ponerme el disfraz de policía", dice con una sonrisa.

Los 20 chicos del barrio que van llegando saludan con un beso y corren a abrazar a las coordinadoras. De esta forma van aprendiendo pautas de convivencia, a la vez que adquieren otras de higiene a la hora de tomar la merienda.

Mientras Lucas, uno de los chicos, explica: "Una juegoteca es un lugar donde todos juegan, comparten juguetes y conocen nuevos amigos". Las coordinadoras van organizando canastos, pelotas, palos, baúles de madera y sogas para las actividades del día.

"Son chicos que están escolarizados aunque algunos hayan empezado tarde o sean repitentes. Muchos son inmigrantes y también tenemos chicos originarios de provincias del norte argentino. En su mayoría viven en hoteles familiares, donde ocho personas llegan a compartir una misma habitación. Por eso llegan a este lugar buscando un espacio donde jugar", cuenta María Emilia Silva Nieto, una de las coordinadoras.

Con un dado que en cada cara tiene escrito el nombre de un juego empieza la diversión. Eligen a un chico para que lo haga rodar por el aire y sale el juego de la mancha. Todos empiezan a correr para no ser tocados. Después siguen la danza, el reloj y así van cambiando de juegos durante una hora.

Vínculos o nada

" Seño , ¿quiere jugar al quemado con nosotros?", pregunta Anahí, de 8 años. Ella, junto a 200 chicos tienen su tiempo de juego cada tarde, en la ludoteca Madre Teresa de Potencialidades, que funciona en el barrio de Las Tunas, en General Pacheco. En el conurbano bonaerense, donde se concentran grandes bolsones de pobreza, las ONG también luchan por defender el derecho al juego en los niños.

"Acá, por dos horas, los chicos no tienen que ser adultos. Sólo juegan a la mamá, al fútbol, dibujan lo que quieren", explica Andrea Mettler de Insúa, directora de Potencialidades, ONG que crea espacios de juego en barrios marginales de la provincia de Buenos Aires. "Este es su espacio. Los chicos aprenden a jugar en vez de estar en la calle y eso les cambia la vida. Y en cada juego e intercambio educamos en valores, para que se respeten y se cuiden. Cuando el chico sólo registra violencia replica la violencia, pero cuando viene acá y tiene a Lidia que lo abraza y lo llena de besos tiene un modelo de amor", agrega Mettler.

Claudio, de 13 años, se acerca a esta ludoteca y también asiste al taller de tapitas, que tiene como objetivo educarlos en valores y capacitarlos en su futura inserción laboral. "Este lugar me acompañó en las buenas y en las malas. Ahora sé que puedo cambiar y tener un mundo mejor", dice este joven.

Las actividades que se desarrollan varían según las edades de los chicos e incluyen diversos módulos: juegos, lectura de cuentos y expresión plástica. Se realizan actividades de reciclado para construir juguetes y objetos de utilidad con el material descartable, generando además conciencia ambiental.

"Empecé a armar las ludotecas porque los chicos tienen hambre de jugar", comparte Mettler, mientras recorre esta ludoteca, que hace 7 años dio sus primeros pasos en esta materia y hoy permite que 800 chicos puedan elegir otra historia.

Es la hora de la leche y todos forman una ronda para rezar. Ramón, uno de los coordinadores, pregunta a los chicos si quieren agradecer o pedir por alguien. Un varón sonriente levanta la mano y grita: "¡Por la ludoteca!"

Por Micaela Urdinez
De la Fundación LA NACION

Juegotecas barriales

El hecho de que el actual gobierno porteño haya decidido no sólo continuar sino también hacer crecer el Proyecto Juegotecas Barriales lleva a pensar que es probable que esta iniciativa haya llegado para instalarse como política pública, más allá de las autoridades de turno.

"Cuando nosotros asumimos existían 8 juegotecas, esto quiere decir espacios barriales de recreación gratuitos para chicos de 3 a 13 años, donde se desarrollan actividades expresivas, creativas y lúdicas. En la actualidad hay 17 juegotecas, 9 propias y 8 a través de gestión asociada con organizaciones de base y ONG. Nuestra intención es dejar en 2011, cuando nos vayamos, dos juegotecas por comuna, llegando a 28 espacios lúdicos que cubran toda la ciudad", dice entusiasmada María Eugenia Vidal, ministra de Desarrollo Social de la ciudad de Buenos Aires.

Cerca de mil chicos participan en estas juegotecas en las que encuentran gran variedad de juguetes y juegos, talleres de teatro, plástica, murga, paseos y excursiones, fiestas, encuentros intergeneracionales e interculturales con la comunidad, taller de radio, historieta, huerta y muchas actividades más.

"La mayoría está en la zona sur y centro de la ciudad, que es donde se concentra la mayor cantidad de pobreza. Algunas las abrimos en comedores comunitarios en villas para que después de comer los chicos se puedan quedar a pasar la tarde jugando", sostiene Vidal.

En algunas juegotecas existe una nueva modalidad de participación para niños y niñas de entre 2 y 4 años. Y en la de Barracas se está desarrollando una experiencia para madres y padres adolescentes y sus hijos. Además, por medio del Programa Aprender en Casa brindan a las madres que asisten a los hogares de la ciudad una cartilla con pautas de actividades para realizar junto a sus hijos en sus casas ligadas a la estimulación y el juego. Así, ellas pueden ser las primeras maestras de sus hijos.

"Está comprobado que fortaleciendo los vínculos familiares y fomentando momentos de juego entre ellos se evita el fracaso escolar y se favorece el sano desarrollo de los niños", dice Vidal.

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